En un reciente artículo, más cargado de ira que de fundamentos, el portavoz socialista en la DPH, Antonio Biescas, pretendía demostrar el “deterioro institucional” de la Corporación. Incluso el título se desmiente de inmediato. Biescas no analiza el momento institucional, sino que trata de dinamitar la solidez, transparencia y eficacia del gobierno provincial. Como sucede tan a menudo, es un intento de proyectar la culpa en otros para aliviar la frustración propia. Una crispación que, por desgracia, es habitual.
El PSOE todavía no ha asumido la pérdida de la Diputación y el sostenimiento de su política clientelar. Ahora, la DPH trabaja con criterios mucho más leales a la población, criterios objetivos que conducen a logros realistas. Hemos aprobado y ejecutado proyectos relevantes, hemos presentado los presupuestos, cada año en tiempo y forma, y hemos impulsado iniciativas estratégicas, como la conexión Chía-Plan o el Eje Norte de Guara, que llevaban años bloqueados. Nos regimos por una agenda transparente, un trabajo cercano a lo largo de todo el Alto Aragón y una coordinación óptima con el Gobierno de Aragón (a diferencia de nuestros predecesores socialistas que, habitualmente, demostraban su enfrentamiento perjudicando a nuestros vecinos).
Curiosamente, Biescas argumenta sus críticas con una sesión plenaria de la Diputación, tal vez el reflejo mejor acreditado de la realidad. Los plenos se retransmiten en directo a través de Youtube y quedan alojados en esa plataforma. Cualquier vecino puede acceder a los contenidos del debate y, especialmente, a las actitudes de sus grupos políticos.
El gobierno de la Corporación no necesita más defensa que esa, basta acceder a los vídeos. De no entender que las palabras del portavoz socialista proceden del resentimiento, sus críticas podrían parecer delirantes. Son acusaciones que lanza, sencillamente, quien daba por sentado que la presidencia le pertenecía como herencia natural.
El artículo de Antonio Biescas, que implica a todo el PSOE altoaragonés, denuncia un clima institucional negativo. Sin embargo, es importante identificar con honestidad dónde nace ese clima. El socialismo de Huesca, el más sanchista de toda España, mantiene una actitud de crítica destructiva hacia todo lo que impulsa el actual gobierno provincial, incluso cuando se trata de iniciativas beneficiosas para el territorio.
La oposición es legítima; la oposición sistemática a cualquier propuesta, no. Entenderlo como estrategia no basta, porque más allá de un método partidista, obedece a un impulso visceral. Es muy ilustrativa una frase del portavoz socialista: “Quienes hoy gobiernan deberían ser conscientes de que algún día, puede que en menos de dos años, las tornas cambiarán”. Es algo que podría pronunciar un niño enrabietado: “Tú espera, espera, que te vas a enterar”. Y eso es lo que menos necesita el Alto Aragón.
La Diputación funciona. No existe deterioro institucional, como sí ocurre en el seno del PSOE. Tal vez sea ese el motivo por el que, cada vez más, representantes públicos del Partido Socialista en municipios de nuestra provincia muestran su hartazgo y descontento ante un partido que difícilmente representa a la ciudadanía. Han transformado la discrepancia en confrontación permanente.
La provincia nos exige un trabajo que ejemplifique una colaboración al margen de siglas y de ambiciones frustradas. Sorprende que el PSOE de Huesca se erija como garante de lo institucional, porque la coherencia exige que quien reclama ejemplaridad la practique primero. En caso contrario, el discurso se convierte en un ejercicio de oportunismo y revancha. La provincia necesita un socialismo sensato capaz de alcanzar acuerdos mediante el diálogo. Hoy por hoy, lamentablemente, no es así. Puede que corresponda a los propios socialistas altoaragoneses discernir de dónde procede tanta soberbia.