Los 91 años de Vicente Ascaso Martínez, el dulce oscense distinguido

Onomástica del más prestigioso empresario de pastelería de Aragón, una personalidad que deja huella

26 de Agosto de 2022
Guardar
Vicente Ascaso, a caballo
Vicente Ascaso, a caballo

Frisaba ya los "ciento y..." cuando a Jeanne Calment, periodista belga prestigiosísima, le preguntaron el secreto de su longevidad. Jeanne, experimentada en la economía del lenguaje como todo comunicador que se precie en su trayectoria, respondió escuetamente: "Todos los días, una copa de vino y un par de pastillas de chocolate". Vio su última luz con 122 años, 5 meses y 14 días. El 14, el número de jornadas que un ser humano disfruta de plena felicidad, como expuso también en su lecho de muerte Abderramán III.

Vicente Ascaso Martínez cumple hoy 91 años. Recuerdo entrevistar a Carola, en Salas Bajas, cuando le restaban cinco meses para ser centenaria. Llegó su hija de un funeral, su madre le preguntó por la edad del finado y contestó aquella que 77, a lo que Carolina (tal era su nombre) replicó: ¡Pues ya es hora! Ante la incredulidad de los tres allí presentes -Joaquín Lalueza ejerció de introductor-, la anciana espetó: ¡Es que yo todavía tengo muchas cosas que hacer, me necesitáis! A Vicente le queda mucha cuerda para rato, porque es, como le gusta parafrasear a Arturo Aliaga, uno de los imprescindibles en el concepto de Bertolt Brecht, condición que se adquiere por luchar todos los días de la vida.

Vicente es un hombre sereno y con carácter. Del bueno, como sostienen sus hijas, "del que hace falta". Sólo así se toma el testigo (en 1960) de un personaje como Vicente Ascaso Ciria, quien a su vez había relevado a Manuel Ascaso Laliena, y se sostiene el tirón de quien fue capaz de introducir en la Huesca estupefacta la nata montada al diversificar la panadería hacia la bollería final. Sólo así se toma la sabia decisión de confiar en otro mito, Antonio Oliván Biota, largo aprendiz y eterno maestro pastelero. Sólo con esa determinación se observa el ruso que se elaboraba en otros lugares de España y, sin embargo, se coge el coche y se va a Olorón a inspirarse para optimizarlo. Sólo con esa firmeza y esa calidez se tiene una mujer como Lourdes Sarvisé y sus tres hijos, el añorado Vicente, Lourdes y Sura, almas hoy de la casa. Esa fuerza es la que se precisa para instalar primero la tienda del Coso Alto y, años más tarde, el gran obrador de la Plataforma Logística con casi 1.700 metros, donde las referencias dulces (y saladas) superan el centenario. Esa observación es la que guía hasta hacer historia con el pastel de Catalina de Aragón, en un delicioso juego con el arte del Thyssen-Bornemisza.

El imaginario conduce al lector, seguro, a un obrador antiguo, ataviado con un mandil polvoriento de la harina. Es que el imaginario es mucho imaginario. Y a veces poco real. Vicente Ascaso, por su carácter inquieto y estudioso, acabó en la función pública y como funcionario llegó a la jubilación. Eso sí, no iba en su ADN la ficha de entrada, la ficha de salida y al sofá. Ha gozado muchas vidas Vicente, en las duras y en las maduras. La clave de Vicente es la mirada. Esa que lució en el video promocional de la Feria Taurina de la Albahaca 2022. Fue un monólogo, como el de Segismundo en La Vida es Sueño pero en esperanzador. Buen actor, ¡pardiez! Es como esos actores que ganan con la edad no sólo en presencia, sino en distinción, léase por ejemplo Jean Paul Belmondo. O Tom Cruise. Cada uno que elija, que esto va de libertad.

Ha sido un hombre libre. Ha escogido sus aficiones, los toros en los que es un erudito. Los caballos en los que le ha apasionado la simbiosis en la montura para inspirar los aires de la naturaleza. Vicente, distinguido, es sencillo. Esa compatibilidad es una virtud. Disfruta del buen yantar, que no necesariamente demanda aires, esferificaciones o deconstrucciones. Me viene a la memoria la comida con la que Justo Ojeda compartió con periodistas y aficionados su segundo enlace marital, con Rosa (ese nombre le debía seducir, porque sus tres esposas lucían tal filiación en el DNI). Justo, que era mucho Justo, le preguntó a Martín Viejo si había alubias. Y, ante el asentimiento del gran cocinero, Justo afirmó. Y todos movimos la cabeza verticalmente. Tenía ese magnetismo Justo, pero recuerdo a Vicente pedir guindillas. Tomó un par de ellas y dejó el resto. Mi obsesión por la capsaicina me hizo engullir todas. Pero vamos al asunto, es de gastronomía humilde o sofisticada, sin diferencias siempre que sea buena, pero nunca puede faltar su porción escueta de dulce. Como a Jeanne Calment. Es un buen reclamo publicitario. Igual que Johann Cruyff proclamaba que un día sin sonrisa es un día perdido, no pueden transcurrir veinticuatro horas sin el auxilio de un buen bocadito de Ascaso.

Vicente ha sido también un buen deportista, jugador en su juventud de hockey y adicto -en el buen sentido del término- al esquí, al que aficionó a toda la familia. La familia es el núcleo sobre el que ha girado todo. Con la familia ha tomado sus manzanillas -no de infusión, vayan ustedes hacia Jerez- y ha salido de marcha, en ocasiones rozando el exceso, como buen español que es. Y con los suyos ha sentido el placer de edificar una empresa que es mucho más que una empresa, es una obra en la que ha firmado el hermoso arte de envejecer. Y, aunque no los aparente, hoy ha soplado 91 velas. Sereno, con esa mirada transparente que desvela toda su grandeza. Felicidades, Vicente.

Archivado en

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante