Alberto J. Schuhmacher: "Todo tiene su origen en el gran influencer que fue Ramón y Cajal"

El investigador aragonés ofreció en Huesca una charla sobre la vida del Santiago Ramón y Cajal y trasladó el mensaje de que las metas se alcanzan con trabajo y perseverancia

Periodista
13 de Diciembre de 2023
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Alberto J. Schuhmacher y José Manuel Ramón antes de iniciar la charla en el Centro Ibercaja. Foto: Mercedes Manterola
Alberto J. Schuhmacher y José Manuel Ramón antes de iniciar la charla en el Centro Ibercaja. Foto: Mercedes Manterola

El investigador aragonés Alberto J. Schuhmacher ofreció una charla en Huesca en la que descubrió las múltiples facetas de Santiago Ramón y Cajal, uno de sus “héroes científicos”, y cómo ha logrado ser un verdadero influencer cuando cien años después se sigue hablando de su trabajo. La actividad estuvo organizada por la Asociación Española Contra el Cáncer, dentro de las actividades destinadas abordar el perfil del científico ganador del Nobel de Medicina.

En la presentación, el presidente de la AECC en Huesca, José Manuel Ramón, explicó que el objetivo de la charla y la exposición que la acompaña es “generar vocaciones científicas en la juventud. En la asociación -recordó-, estamos sustentando a 1.000 investigadores, tenemos 565 proyectos y hemos aportado 134 millones de euros”, y apuntó que “Ramón y Cajal era un “bala”, pero empezó a tener vocación científica y lo que queremos es gente joven que sea científica para esta lucha que tenemos contra el cáncer”.

José Manuel Ramón se dirige al público asistente a la charla de Schuhmacher, al fondo de la imagen. Foto Mercedes Manterola
José Manuel Ramón se dirige al público asistente a la charla de Schuhmacher, al fondo de la imagen. Foto Mercedes Manterola

Alberto J. Schuhmacher comenzó su charla “Santiago Ramón y Cajal, mucho más que investigación”, celebrada este pasado martes en el Centro Ibercaja Huesca, en este mismo sentido de despertar vocaciones científicas y plantear una visión distinta de Ramón y Cajal, una imagen diferente a la que se tiene de una persona de edad avanzada, con barba blanca mirando al microscopio. “Queremos decir a los chicos y chicas que para ser científico no tienes que ser un señor que lo ha logrado todo, que era tan importante como Newton, Einstein y pocos más. Hay que lanzar otro mensaje para acercarlo a la sociedad, que ayude a ver que se puede conseguir con trabajo, esfuerzo y perseverancia alineadas en tu vocación”.

Se refirió a que, como muchos jóvenes, Ramón y Cajal tuvo muchas facetas. Junto a su labor científica, explicó que “le gustaba mucho la fotografía, le apasionaba el dibujo, los animales, fue un gamberro, llegó a ser zapatero, le dio por hacer filosofía, incluso hipnotismo, fue artista, culturista, militar, escritor…”, pasiones que fue desgranando Schuhmacher a través de contar la infancia y juventud del científico, un relato plagado de anécdotas que ocurrieron en Ayerbe y Huesca, entre otras localidades. 

Schuhmacher se detuvo en la importante figura del padre de Santiago, Justo Ramón, nacido en Larrés en 1822, que aprendió a leer y escribir de forma autodidacta siendo mancebo de un médico, y que tras estudiar bachillerato en Zaragoza se fue andando a Barcelona, donde consiguió el título de cirujano de segunda. Cuando volvió a Larrés se casó con Antonia Cajal, ambos procedentes de familias “sin horizontes”.

Al poco, Justo obtiene la plaza de cirujano en Petilla de Aragón, donde nace Santiago Felipe Ramón y Cajal en 1852. En su periplo, residieron en Larrés, Luna -donde un caballo le dio una coz que casi lo mata- y Valpalmas, un lugar donde el pequeño Santiago ya se percata de las fuerzas de la naturaleza cuando un rayo mata al cura y hiere a la maestra, y del poder de la ciencia para controlar la naturaleza por la predicción sobre el día que va a ocurrir un eclipse.

El siguiente destino ya fue Ayerbe, desde donde acudía al instituto a Jaca. “Pero Santigüé -como le llamaban entonces- era más de concepto que de letra y choca con la forma de enseñar en los Escolapios, por lo que tiene muchos problemas”, comentó Schuhmacher. Por eso, en verano su padre, como castigo, le pone a trabajar de zapatero, pero resulta que hace los mejores botines y un empresario de la zona lo quiso fichar.

Alberto J. Schuhmacher junto a una foto del joven Santiago Ramón y Cajal. Foto Mercedes Manterola
Alberto J. Schuhmacher junto a una foto del joven Santiago Ramón y Cajal. Foto Mercedes Manterola

Muchos de los enfrentamientos que tuvo con su padre se debieron a que le gustaba mucho dibujar. “Al final llegó a un acuerdo con Justo por el que podía ir a la academia de dibujo en Huesca a cambio de la promesa de estudiar. “Para él es un gran shock entrar en Huesca, donde dice que se ensanchan las calles y hay comercios especializados”. Fue a clase con León Abadías y también aprendió de fotografía.

“Sentía un gran fervor por pintar, pero su padre quería que fuese médico, aunque tanta devoción le vio, que buscó a la persona que más sabía sobre esta disciplina en Ayerbe, un revocador que estaba trabajando en la iglesia, quien le dijo que los dibujos de su hijo eran mamarrachos. Eso le reafirmó a Justo en su idea y Santiago comenzó a ser un travieso”. Entre las trastadas, Schuhmacher destacó una: “Fabricó un cañón con sus amigos y voló la tapia de un vecino. Le costó tres días y tres noches de cárcel”.

El dibujo sería muy valioso en su vida. Primero, porque cuando ya iba a ir a Zaragoza a estudiar Medicina, su padre le explica la importancia de la anatomía enseñándole la función de cada parte de los huesos, mientas los dibujan. Es muy importante porque "ve en la forma función. No sólo ve una imagen, intenta verlo vivo”, explicó Schuhmacher.

En 1869, Ramón y Cajal acude ya a estudiar a Zaragoza, y tras el curso preparatorio, toda la familia se traslada a la capital aragonesa, donde su padre trabaja, además de como médico, de profesor en la Facultad de Medicina, por lo que llegó a dar clase a su hijo en las prácticas de Anatomía “y juntos comienzan un atlas anatómico que es una de las grandes joyas que hay en la Universidad de Zaragoza”.

En 1873, Santiago Ramón y Cajal se licencia como médico, “por lo que este año se han celebrado los 150 años de Cajal médico”, recordó Schuhmacher. 

También se refirió a las pasiones del nobel en esos años. “La literaria, como lector y escritor”, citó y contó que, en Ayerbe, paseando por los tejados, descubrió en el desván del confitero Coiduras una biblioteca e iba leyendo los libros de Alejandro Dumas, Julio Verne…; además, lee numerosas obras filosóficas y otra manía es la gimnástica. “Perder un pulso le llevó a apuntarse a un gimnasio y se convierte en un hércules de feria”, contó.

Tras terminar la Universidad llega su paso por filas, primero como médico militar en el regimiento de Burgos y después en la guerra en Cuba de la que no quiso librarse por su “sed de aventuras”. De regreso, no opta por ser médico, sino por desarrollar su vocación. “Empezó como ayudante de Anatomía, siguió con la tesis doctoral en Madrid, donde descubre el microscopio, después logra una plaza de profesor auxiliar y de director de los museos anatómicos”, recordó Alberto Schuhmacher.

Público asistente a la charla de Schuhmacher sobre Ramón y Cajal. Foto Mercedes Manterola
Público asistente a la charla de Schuhmacher sobre Ramón y Cajal. Foto Mercedes Manterola

El acceder a la plaza de profesor auxiliar de Anatomía le permitió mejorar su sueldo, independizarse de su familia e irse a vivir con la que será su mujer, Silveria Fañanás, una persona esencial en su vida, y a la que conoció cuando era “una de esas niñas que corrían por Huesca huyendo de las pedradas que lanzaba Cajal con su honda. Era un maestro, llegó a escribir un libro que se llamó “estrategia lapidaria”, un texto perdido, una pena porque que hubiera sido un best seller”, lamentó Schuhmacher. Con Silveria tuvo siete hijos de los que fallecieron dos.

Ramón y Cajal logró sacar las oposiciones en Valencia, donde acude en 1884, pero enseguida se despierta un episodio de cólera y la Diputación Provincial de Zaragoza le pide que analice una posible vacuna que había propuesto el doctor Ferrán. “La estudio y vio que no era del todo eficiente, e hizo varios descubrimientos, creando una nueva, que sería considerada la primera vacuna química de la historia -explicó Schuhmacher- si no la hubiera publicado un español y no se hubiera enterado la gente. La diputación le premió con un microscopio que, como cuenta Cajal, fue esencial en su vida, porque le equiparó al resto de sabios extranjeros”. Esta anécdota le sirvió a Schuhmacher para lanzar otro mensaje: “Gracias al apoyo de asociaciones como la AECC los investigadores tenemos apoyo para hacer investigaciones del máximo nivel”.

Para relatar cómo Cajal se dio a conocer en el mundo y pudo ser un influencer, Schuhmacher se refirió al encuentro que tuvo en Barcelona con el reputado investigador y psiquiatra Simarro, quien le enseñó el método de Golgi, sobre el sistema nervioso central, a partir del que Ramón y Cajal hizo sus contribuciones. “El 1 de mayo de 1888, como no le aceptan lo que escribe en ninguna revista científica, crea su propia revista, y es la primera vez que se dibujan neuronas como unidades independientes del sistema nervioso central”, remarcó.

Para darse a conocer, acudió con el respaldo de su mujer -ya que ni el ministerio ni su universidad le dieron apoyo- a un congreso de la sociedad anatómica alemana en 1889. “Apenas hablaba un mal francés y no conseguía que se interesaran por sus grandes descubrimientos. Fue a por el gran jefe del congreso y cuenta que lo cogió por las orejas y le dijo: “Mire lo que tengo”. Y Kölliker quedó fascinado y dijo una frase que nos gusta a los cajarianos: “Hoy le he descubierto a usted y voy a prodigar mi descubrimiento en Alemania”, que entonces era como hacerlo en el mundo. Al cabo de unos años, fue llamado para ofrecer la lección inaugural de la Real Academia de Ciencias de Reino Unido, también obtuvo varios doctorados honoris causa como el de la Universidad de Cambridge, y poco a poco, gracias a ese reconocimiento internacional, tuvo mayor prestigio científico y pudo influir en la sociedad a través de su posición fomentando la investigación y la educación”, expuso Schuhmacher.

Entre los reconocimientos, “fue muy importante el premio Moscú en 1900, porque era la publicación más importante en biomedicina, y hubo una petición popular por parte de la prensa para que se le creara un laboratorio y eso le ayudó a tener más medios. El más popular el Premio Nobel, pero también obtuvo la medalla Helmholtz”, destacó.

Schuhmacher resumió que lo que hizo Ramón y Cajal fue “identificar que el celebro está hecho de neuronas, de células individuales sueltas, explicó cómo se generaban y desarrollaban diferentes partes del sistema nervioso; hizo como un mapa de carreteras de por dónde van todos nuestros nervios”.

Citó que la gran obra científica de Cajal fue “Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados”, “que lo conocemos como El Quijote de la ciencia, porque es el libro en ciencias más importante escrito en español, en el que acumula muchos años de trabajo haciendo una cartografía del sistema nervioso. Habla de cómo son las neuronas, la dirección del impulso nervioso y cómo está organizado el sistema nervioso, que todavía son normas de una gran actualidad. También habla de generación y regeneración del sistema nervioso”.

Ramón y Cajal pensaba que con la educación y la investigación podía transformar el país, por lo que asumió distintos cargos de responsabilidad y presidió la junta de ampliación de estudios, que becó y pensionó a muchos jóvenes, para que pudieran formarse en el extranjero y regresar a España. “Formó una gran escuela de investigadores de los que tres estuvieron nominados a un Premio Nobel. Imaginar dónde estaría el país si una segunda, tercera y cuarta persona hubieran ganado el Nobel”, lanzó Schuhmacher. También creó y presidió el Instituto Cajal, que fue la Meca para venir a aprender histología. “Fue un influencer y dio su opinión siempre que le desde los medios de comunicación”, agregó.

Cajal se jubiló en 1922, aunque siguió trabajando en su laboratorio. Cuando fallece en 1934, todavía no están demostradas sus contribuciones, para lo que haría falta que llegara el microscopio electrónico. “Cajal hubiera alucinado” con las técnicas actuales; “con observación y pensamiento, él hizo unas contribuciones enormes”, apuntó Schuhmacher.

El investigador también se detuvo en las contribuciones de Cajal sobre el cáncer y se refirió para finalizar a los avances que se están produciendo en neurociencia. “Se están desarrollando una serie de neurotecnologías que van a impactar mucho en las enfermedades neurológicas y el conocimiento que tenemos”, afirmó.

“Me gustaría trasladar que todo, el envase, la esencia, tiene su origen en un gran influencer que fue Cajal y que nos regaló una frase que dice que toda persona puede ser escultor de su propio cerebro y nos da las claves: trabajo, perseverancia e independencia de juicio”, finalizó Alberto Schuhmacher.

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