Ángel Pérez: "El wasap lo inventó Dios, está en ese libro rojo"

El obispo de Barbastro-Monzón inicia los Ejercicios Espirituales para laicos ahuyentando las tentaciones del autorrechazo y la compulsión e invitando a mirar a los ojos

06 de Marzo de 2023
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Monseñor Ángel Pérez en la Iglesia de Santo Domingo y San Martín: "El wasap lo inventó Dios"
Monseñor Ángel Pérez en la Iglesia de Santo Domingo y San Martín: "El wasap lo inventó Dios"

Monseñor Ángel Pérez Pueyo ha vuelto a dibujar sobre la atmósfera de la Iglesia de Santo Domingo y San Martín un silencio vibrante por las verdades y la profundidad de sus Ejercicios Espirituales para laicos "Testigos del Resucitado", como ya realizara el pasado año, con la junta de la Archicofradía de la Vera Cruz atenta junto a su homónimo de Huesca, Julián Ruiz Martorell, en un templo con una gran entrada. Hoy ha sido la primera sesión, que avanzará con más mensajes hasta el jueves, todos los días a las 19:45.

Ha concitado la atención de los feligreses con una historia profunda, intensa, pedagógica. La de un joven fugitivo que llegó a una aldea en la que los residentes le ofrecieron cobijo ante la amenaza de los soldados. El dirigente de las tropas amenazó al pueblo: o era entregado o sufrirían las represalias terribles. Los lugareños pidieron consejo al rabino, que apeló a una vieja convicción: Es mejor que un hombre muera antes de que perezca un pueblo entero. El poblado celebró una gran fiesta porque el rabino les había salvado la vida. Sin embargo, el dirigente espiritual no se sumó al alborozo. Un ángel le visitó y le preguntó: ¿Qué has hecho? He entregado el fugitivo al enemigo. Si le hubieras mirado a los ojos, replicó el ángel, habrías visto al Mesías, lo habrías adivinado.

El prelado de Barbastro-Monzón ha iniciado desde esta base sus consideraciones. "No se nos emplaza a mirar a los ojos". La víctima hubiera huido del fatal desenlace. "Si no puedes querer a alguien por lo que hace, sí lo tienes que querer porque Dios le ama". Bajando el tono de voz, la ha puesto al Señor: "Eres mi amado, mi predilecto, mi enchufado", porque "para Dios todos somos hijos".

Feligreses asistentes a los ejercicios
Feligreses asistentes a los ejercicios

Ha recurrido a la historia evangélica, ubicando el siguiente pasaje de su alocución en el Monte Tabor, hasta donde Jesucristo sube con Santiago, Pedro y Juan. "Se transfigura para que escuchen, vean y sientan al amado, el que va a entregar su vida para que tú y yo tengamos vida". Una lección: "La dignidad como persona no me la da ninguno, sino sólo Dios".

Y se ha puesto en clave terrenal para preguntarse como si fuera cualquiera de los tres apóstoles: "¿Cómo vas a ser el mesías y entregarte y sufrir, si tú eres el jefe, el que mandas? Y ves la vida desde otra perspectiva".

El ejercicio ha seguido entre interrogantes. "¿Quién eres? Obispo de Barbastro. Teleco, médico. No pregunto qué eres, sino quién eres. No lo que tienes, sino quién eres". Aquí comienza, ha agregado, "el cáncer espiritual que corroe el corazón de todos los seres humanos: el rechazo. Difícilmente somos capaces de descubrir lo que soy, no lo que hago, lo que tengo,  lo que los demás dicen de mí. La mayor trampa, el cebo que mordemos es la tentación del autorrechazo, con falta de confianza, de orgullo,... Y no sabemos qué sentido tiene nuestra vida. El mayor autoengaño de la vida es hacernos creer que somos lo que quieren que seamos". 

Para casa, una prueba que los feligreses han de traer el martes: "Escribid en una cuartilla 25 cosas positivas que valoráis de vosotros mismos. Y 50, o 75 o 100". Y con las parejas intercambiar pareceres. "Quiero que escuchéis la voz de Dios diciendo: Tú eres mi amado".

Ha parafraseado al Papa Francisco: "Nunca he visto que detrás de un coche funerario venga un camión de mudanzas". Nadie se lleva nada terrenal de este tránsito. "Nunca más pensé que estaba tocando la verdad más profunda. Cuando uno se siente amado, mimado por Dios, uno flota"

A la tentación del autorrechazo, ha agregado otra no menos dañina: "La de la compulsión, esperar de otro lo que no puedes esperar. Ni porque hagas este viaje o leas este libro, porque no son Dios, son tan limitados y pobres como yo"

"Si al final lo único que cuenta es el amor, si resulta que no soy un mindundi sino objeto de predilección y amor de Dios, me cambia la vida. Porque nadie ni nada nos da la dignidad. La dignidad te la devuelve exclusivamente quien te creó". Y San Agustín en boca del obispo de Barbastro-Monzón: "Mi alma está inquieta hasta que no descanse en ti". 

Dios quiere, sostiene el jerarca, que "descubras cuál es el principio de tu vida, la razón de lo que eres. Cuando lo descubras, no cabe más que volver. ¿Cómo son tus adentros? ¿Qué es lo que uno siente, anhela, sufre? En la Eucaristía lo primero que hacemos es conectar. A los jóvenes les digo que les doy la contraseña y piensan que no me han sentado bien las pastillas. La contraseña es la señal de la Cruz, signo de nuestra vida, de nuestra salvación". Y, a partir de ahí, tres palabras son las que definen la trascendencia: "Señor; ten piedad; Cristo, ten piedad; Señor, ten piedad. Tres veces. A veces decimos gracias Señor, gracias Cristo, gracias Señor. Todo lo que atañe a mi corazón es el amor que me das. Todo se reduce a la palabra de Dios".

Ha arrancado una sonrisa general: "El wasap lo inventó Dios. Cuando digo esto, alguien piensa que no he tomado bien las pastillas. Pero en ese libro rojo están los wasap de Dios y cada día el Señor nos va regalando para que sepamos entender qué es lo mejor. Que mandó a su hijo para que tú y yo tengamos vida". Es el "trayecto espiritual hacia la conversión. Dios te creó para darte la vida y hacerte partícipe de la gloria eterna para vivir en esta vida, con estas personas y circunstancias. ¿Cómo lo podemos hacer? Con la oración, que es escuchar: Tú eres mi hijo". Ha retornado al Monte Tabor. "Tú eres mi hijo amado, mi predilecto. Escuchadle. Y hacedle caso a los valores que os ha enseñado", dice a los apóstoles.

Miembros de la Archicofradía de la Vera Cruz con el obispo de Huesca, Julián Ruiz Martorell
Miembros de la Archicofradía de la Vera Cruz con el obispo de Huesca, Julián Ruiz Martorell

Ángel Pérez es un gran observador. Quien se siente amado, ha de dar amor y atención. Recuerda las visitas a las residencias de la tercera edad dentro de su diócesis, quizás sesenta. "En la primera presencia, comprobé que más de 70 personas no habían recibido visitas. Tenemos tantas cosas y obligaciones que al final lo que perdemos es lo mejor, las personas que Dios nos ha puesto en el camino". A las que merece la pena mirar a los ojos. Es importante esa misericordia para multiplicar la virtud. "Bastó que tres vivieran la gloria de Dios en el Monte Tabor para que pudieran compartirlo". 

"El compromiso que cada uno puede tener es esto. Si he visto el resplandor, me toca ser el apóstol que el mundo y nuestro Aragón, y Huesca y Barbastro-Monzón tenga. Tu autenticidad. Solo tienes que estar y ser, cercano y coherente con lo que has experimentado. Ya no tiene vuelta atrás". Concebir y compartir por qué "Dios me ha hecho buena gente, sencilla, con sensibilidad,  por qué soy cofrade, caritativo, voluntario, catequista o profesor de religión.  Por qué hago de mi vocación que sea una verdadera profesión". 

"¿A qué personas dejarías entrar en tu corazón, a tu lado para experimentar que eres objeto de su predilección?, ha inquirido en una pregunta que se proyecta. Con una respuesta: la convicción de "que no estás por casualidad, que irradiando la luz que llevas dentro los demás puedan ver mejor. Sentir que Dios, cuando me creó, me creó por amor".

Además de la prescripción de los ejercicios, de esas 25, 50 o 100 virtudes en un papel para adquirir consciencia de nuestro valor, ha recomendado atención específica a "los grandes ausentes en la familia, los niños y abuelos", a los que no miramos a los ojos ni consultamos para darnos cuenta de que tienen mirada propia.

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