"Cada vez que voy al Sáhara dejo un trocito de mi corazón"

Ana Orno y su familia han acogido en Zaidín a ocho niñas, a lo largo de los años, con el programa "Vacaciones en paz"

31 de Julio de 2022
Guardar
Ana Orno Bosom cuenta su experiencia con el programa Vacaciones en paz

Escuchó por la radio que se necesitaban familias de acogida y, sin decir nada a la suya, se apuntó, quería darles a todos una sorpresa. “Pero no funcionan así las cosas -se sonríe-, cuando me hicieron la entrevista, necesitaba la autorización del marido y de  mis hijos. Era tanta la alegría que tenía que lo hice de esa manera”.

Ana Orno Bosom y su familia han acogido a cinco niñas saharauis, incluida la que ha llegado este año, en el marco del programa “Vacaciones en paz”, que coordina en Huesca la asociación Alouda. La experiencia le ha cambiado, le ha aportado valores, le ha hecho sentirse bien consigo misma y le ha llevado a asegurar que es lo mejor que ha hecho en toda su vida.

El primer año, recibió a una niña, que tenía vitíligo, una enfermedad que causa manchas y pérdida de color en la piel. Era muy llorona, “para devolverla, la verdad”, señala Ana.

“Nos amargó los dos meses de vacaciones, pero seguimos y, al año siguiente, la volvimos a pedir”, añade.

La pequeña vivió con ellos siete años. Tres días a la semana, acudían a Lérida para seguir un tratamiento para el vitíligo y le fue muy bien. Finalmente, sus padres la reclamaron y regresó con ellos.

En aquel tiempo, Ana realizó su primer viaje a los campamentos saharauis. “Fue la experiencia más triste… Si me hubiera podido volver al momento de poner el pie en la arena me habría vuelto. Me pasó como a los niños cuando llegan aquí a España, que lloran, y yo lloré todo el día de ver la miseria que había, la manera en que vivían. Bueno, un desastre”

Sin embargo, se animó y ya los ha visitado ocho veces. “Y cada vez que voy, voy dejando un trocito de mi corazón”, asegura.

Son cuatro las niñas que ha acogido y este verano se encuentra conviviendo con la quinta. Reconoce haber tenido también mucha suerte con las familias.

“Mi experiencia ya no puede ser más maravillosa. Me dice una amiga: ‘Ana, haces caridad’. No, no, yo no hago caridad, la caridad me la hacen ellos a mí, porque yo he cambiado, he cambiado mucho desde que vienen los niños. Es otro sentimiento que tengo, y no sé cómo explicarlo, dentro de mi alma y mi corazón. Estoy conforme conmigo misma”. Añade que a su marido, al principio, no le parecía bien, pero un tiempo después le confesó que era “lo mejor” que había hecho en toda su vida.

Ahora tiene cuatro familias en el Sáhara, con las que mantiene mucho el contacto por teléfono y wasap, y anima a la ciudadanía a participar en estos proyectos de acogida. “A ellos les va muy bien y a nosotros, mejor”. Una de las niñas es ingeniera de Montes, Caminos y Edificios y trabaja para la Cruz Roja de Madrid desde los campamentos. Le han enviado cartas de invitación para España, pero no le dan el visado. Espera que algún día pueda regresar.

Ana muestra bastante enfado con el rumbo político que ha tomado España respecto al Sáhara Occidental, que ha dejado a este pueblo “olvidado” y asegura no entender al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. “No se lo merecen, creo que tienen que poder hacer un referéndum y que elijan ellos mismos lo que les pertenece”, indica.

Hace unos días, acudió al Instituto Pirámide de la capital, para recibir, junto a otras familias altoaragonesas, a los chicos y chicas que habían viajado a la provincia para disfrutar del programa “Vacaciones en paz” que promueve el colectivo Alouda. Ana Orno confesó en aquel momento que sentía muchos nervios y una gran ilusión por conocer a la pequeña que iba a vivir con ellos durante un mes.

Como la veteranía es un grado, tenía  ya muy claro que los primeros días serían un poco complicados, porque los chiquillos, de 8 años en esta ocasión, se tienen que adaptar al idioma y a una nueva familia, y todo tras un viaje muy largo. “Cuando llegan a casa, la verdad es que preguntan siempre por la mamá. Normalmente miran en el calendario y te dicen el día que han llegado y te piden que les señales en el calendario el día que se van”, explica.

Comenta que hay gente a la que no le parece acertado traer a España niños saharauis, que después de disfrutar de todas las comodidades de España deben regresar a su casa. Pero ella no está de acuerdo y asegura que “se adaptan muy bien, aprenden a nadar enseguida, aprenden a ir con bicicleta y, cuando se van, en el aeropuerto ya no se acuerdan de ti. Tú tienes una cosa en el corazón, que no la vas a volver a ver hasta dentro de un año, pero ellos se olvidan, se juntan con sus amigos y te dicen adiós. Ya no quieren saber nada más. Están muy bien aquí, pero quieren volver a su casa”.

Y mientras los nervios y la felicidad seguían enredándose en el corazón y en todo el cuerpo de Ana, en Zaidín la aguardaban otras niñas, más o menos de su edad, dispuestas a enseñarle de todo y a jugar con ella.

 

 

 

 

 

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante