Carlos López-Otín: “La salud es un don provisional y debemos hacernos corresponsables de ella”

El Tour del Cáncer llegó a Zaragoza y el científico de Sabiñánigo se reencontró con su gente de siempre

27 de Octubre de 2022
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Carlos López-Otín, acompañado por autoridades y responsables de la Asociación contra el Cáncer
Carlos López-Otín, acompañado por autoridades y responsables de la Asociación contra el Cáncer

Qué se puede decir del libro Egoístas, inmortales y viajeras (Paidós) o del propio Carlos López-Otín que no se haya dicho ya. Qué se puede decir de un hombre que está en la cima de la investigación científica mundial y no le importa bajar todos los días de la montaña para hacer de sherpa en un mundo tan complejo y evitar que nos estrellemos en nuestra propia ignorancia o, peor aún, en nuestra indiferencia.

Qué se puede decir de un hombre fascinado por la belleza de la vida y de las cosas, que admira a Plensa, Miró y Leonard Cohen; que, de cuando en cuando, se abraza a un tejo de Bermiego, su árbol preferido de Asturias, o se introduce en El alma del Ebro y se pone a reflexionar; que elige una música como telón de fondo de sus conferencias y que duda de los robots “que se alimentan solo de electrones y no de emociones”.

López-Otín, al fondo, escuchando las intervenciones previas a la suya. Foto Myriam Martínez
López-Otín, al fondo, escuchando las intervenciones previas a la suya. Foto Myriam Martínez

Qué más podríamos escribir sobre Carlos López-Otín, que fue arrastrado hasta los confines de la vida por la envidia de los hombres y, sin embargo, no ha dejado de luchar un solo día para recuperar su ikigai. Porque algunas heridas del alma todavía siguen frescas y aún tardarán en cicatrizar, aunque esos pobres de espíritu hayan derramado alguna lágrima al verse descubiertos y le hayan pedido perdón. Y porque otros que debieron apoyarle, prefirieron mirar hacia otro lado. Y algún día nos daremos cuenta todos, no sólo de la dimensión del daño personal que se le ocasionó, sino también de lo que ha perdido la humanidad al frustrarse la labor científica del prodigioso investigador.

“La vida es lo mejor que tenemos”

Qué se puede decir de un hombre tan maravillosamente imperfecto, porque, si no, seguiría siendo una bacteria, no habría evolucionado nada y no habría podido llegar a ser catedrático de Bioquímica ni doctor honoris causa por tantas universidades -algunas extranjeras- ni recibir algunos de los premios y distinciones más importantes del mundo, ni descubrir más de 60 genes humanos, descifrar los genomas de centenares de pacientes, hallar genes causantes de envejecimiento acelerado, muerte súbita y cáncer hereditario; ni definir las claves moleculares de la salud y del envejecimiento.

El genoma de la leucemia fue el primero en descifrarse por completo y lo logró su laboratorio, un equipo que investigó todos los días de todos los años, entre 2008 y 2015. “Un trabajo de pocas personas para el bien de muchas”.

Carlos López Otín dirigiéndose al público en Zaragoza. Foto Myriam Martínez
Carlos López Otín dirigiéndose al público en Zaragoza. Foto Myriam Martínez

Carlos López-Otín ha hecho esta semana una parada en Zaragoza, con el Tour del Cáncer que está llevando a cabo con otro sabiñaniguense, el presidente nacional de AECC, Ramón Reyes, quien explicó en la sede de la Fundación San Valero que fue “la equidad” lo que les condujo a iniciar esta aventura, la necesidad de dar a conocer a todo el mundo qué es la Asociación y qué servicios presta.

En el acto también estuvieron presentes las consejeras de Sanidad y de Bienestar Social, Sira Repollés y María Victoria Broto, respectivamente, el presidente de la AECC en Huesca y vicepresidente nacional de la asociación, José Manuel Ramón y Cajal; el presidente de la AECC en Aragón, José Luis Ansó, el presidente de la Fundación San Valero, Pedro Baringo, y la rectora de la Universidad San Jorge, Berta Sáez, entre otras autoridades.

Asistentes el acto, con presencia inequívoca de Sabiñánigo. Foto Myriam Martínez
Asistentes el acto, con presencia inequívoca de Sabiñánigo. Foto Myriam Martínez

SABIÑÁNIGO EN SU VIDA

Pero también se dieron cita en la sala familiares, amigos, pacientes, referentes, rostros que emocionaron al científico, porque le conectaron con algunos de los momentos más especiales de su vida. Allí había una nutrida representación de su pueblo, Sabiñánigo, que ha dado gente tan importante en diversas áreas profesionales. López-Otín reveló que en una entrevista le preguntaron insistentemente si en la capital serrablesa existía algún gen distinto, comían algo especial o habían compartido profesor.

Y narró que si estaba allí, impartiendo una conferencia, era porque, siendo un niño, rodeado de una naturaleza imponente, tuvo el deseo de "viajar al centro de la vida y de las enfermedades”, de entender “el porqué de las cosas” y, más tarde, “pero con una intensidad inolvidable para siempre, intentar iluminar las sombras de las enfermedades”.

“Un abrazo no cura el cáncer, pero sí a que la quimioterapia sea más llevadera”

Y allí estaba Roberto Iglesias, el abuelo de Marcos, el niño que con 7 años le regaló a López-Otín uno de sus propios libros con la dedicatoria: “Gracias por intentarlo”, después de que su padre y sus abuelos le contaran que el científico se había volcado para curar el cáncer de su madre. “Es mi bien material más preciado”, aseguró López-Otín.

Antes lo fue un ejemplar de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que el autor colombiano le dedicó tachando la palabra “soledad” y añadiendo en su lugar, el término “felicidad”. Ahora, el volumen lo ha “heredado” su hija.

El público abarrotó la sala. Foto Myriam Martínez
El público abarrotó el salón de actos de la Fundación San Valero. Foto Myriam Martínez

También reveló la emoción con la que recibió el regalo de un jefe de estación de tren, que le envió su gorra y su silbato cuando se enteró del cariño que le profesa al Canfranero, desde el primer momento que lo cogió para ir a estudiar a Zaragoza.

Tuvo, además, palabras elogiosas cargadas de cariño para el doctor José Manuel Ramón y Cajal, “por curar a tanta gente y con tan buena voluntad”, y para otro serrablés y amigo, el artista Santiago Arranz, o para el doctor Maza. Y citó a más gente, pero no a todo el mundo, como él mismo casi se disculpó, porque si no, no habría quedado tiempo para impartir la conferencia.

Carlos López-Otín, Ramón Reyes y José Manuel Ramón y Cajal. Foto Myriam Martínez
Carlos López-Otín, Ramón Reyes y José Manuel Ramón y Cajal. Foto Myriam Martínez

Como ha hecho en cada ciudad donde se ha detenido el Tour, dio a conocer sus referentes de Zaragoza: la escultura ‘Niño con estrella’ que creó el artista serrablés Ángel Orensanz con 23 años, homenaje a Rubén Darío; el escritor, profesor y cineasta Luis Alegre; el político y cantautor José Antonio Labordeta; la Universidad de Zaragoza, la "diosa de la literatura" Irene Vallejo y el investigador Alberto Jiménez Schumacher, al que conoció en Formigal, en un curso de la Universidad Menéndez Pelayo.

Con su cercanía y humildad intrínseca, López-Otín contó algunas anécdotas vividas estos últimos meses en su recorrido por España, como la sorpresa que se llevaron al ser recibidos por un vendaval de fotógrafos a su llegada a Lleida, hasta que se dieron cuenta de que no les esperaban a ellos.

López-Otín agradeció a todo el público su asistencia, a los médicos y, por supuesto, a  enfermos y supervivientes. Pero reconoció en la sala, sobre todo, la presencia de unas enormes ganas de vivir y de sentir más cosas, de aprender y conocer. Y a eso dedicó la charla.

UN POCO DE HISTORIA

Desde que en 1909, una granjera de Nueva York llevó un gallina con sarcoma a un experto que la estudió y descubrió un virus del cáncer, la investigación de esta enfermedad no ha cesado.

Luego se pensó en Estados Unidos que todos los virus causaban esta dolencia, pero en realidad son muy pocos. Y es que en la investigación hay muchos fracasos y, cuando es preciso, hay que retroceder, advirtió López-Otín.

Así, en 1775, el cirujano británico Percival Pott describió el primer agente cancerígeno ambiental, cuando se apreció que unos niños deshollinadores de Gran Bretaña desarrollaban un tumor escrotal raro y pudo demostrar que se debía a su falta de limpieza.

Se ha pasado también por tratamientos desacertados, como cuando se recomendaba a la mujer embarazada que fumase “para calmar la ansiedad propia de su estado” algún médico, incluso, iba un poco más lejos y aconsejaba que “el Camel era el mejor”. No fue hasta 1989 cuando se supo que el origen de los tumores podía ser viral o químico.

López-Otín aportó numerosos datos científicos y humanísticos a su conferencia. Foto Myriam Martínez
López-Otín aportó numerosos datos científicos y humanísticos a su conferencia. Foto Myriam Martínez

López-Otín describió de manera muy didáctica cómo comienza esta patología y explicó que menos del 10 por ciento de los tumores son hereditarios (mama, ovario y menos en colon) y también los producen causas ambientales (laringe, pulmón y vejiga), pero la mayoría se originan por un error cuando se replican las células. “No nos expongamos innecesariamente, que ya el azar se cobra sus propias ventajas”, advirtió el científico.

Albergamos 50 billones de células que todas las noches copian su material genético para duplicarse. Cada uno de esos procesos tiene 3.000 millones de piezas y, cuando se comete un simple error en uno de ellos, nos pueden situar en una "ruta de la transformación". Esto, que resultaba tan sorprendente, “hoy tenemos la capacidad de entenderlo y, sobre todo, de curarlo”.

Se refirió, además, a las terapias que se están administrando actualmente, recombinantes, celulares y génicas, y destacó que la AECC "no da cabida a aquello que no está verificado".

“La verdad está en la fragilidad humana y en nuestra capacidad para responder a la adversidad”

Seguimos recordando y aprendiendo con López-Otín. Y nos vamos a casa recapitulando para que no se nos olvide nada: que “la salud es un don provisional y debemos hacernos corresponsables de ella”; que la cura del 60 por ciento de los tumores es “una hazaña extraordinaria” y que otros se pueden controlar; que el cáncer “se nutre de la imperfección, el azar y la entropía”; que es una enfermedad de la que “todavía se habla en voz baja”; que en la investigación “hay muchos fracasos” y, cuando es preciso, “hay que retroceder”; y que si lleváramos una vida saludable, “adelgazaría el gasto sanitario de manera extraordinaria”. ¿Recomendaciones? Andar treinta minutos al día, cuidar la alimentación, fomentar la paz interior mediante meditación o yoga, y llevar en hora “los relojes internos”.

“Los pacientes no quieren ser héroes, quieren curarse, lo antes posible y con los menores efectos colaterales”, subrayó, para añadir que “un abrazo no cura el cáncer, pero sí a que la quimioterapia sea más llevadera”.

Y nos grabamos a fuego otras verdades como puños que, si levantamos un poco la vista, descubrimos que no sólo se refieren al cáncer. Que “somos vulnerables porque somos imperfectos y lo seremos siempre”; que “la verdad está en la fragilidad humana y en nuestra capacidad para responder a la adversidad”; y que “la vida es la armonía molecular extrema”.

López-Otín saluda a dos jóvenes. Foto Myriam Martínez

López-Otín saluda a dos mujeres que habían acudido a verle. Foto Myriam Martínez

 

Que “el ruido social” en las redes “es intolerable e insoportable, que la ignorancia nos puede llevar a dar credibilidad a los impostores, que “la motivación se encuentra en la empatía y la curiosidad” y que el “virus sapiens” se halla en “gravísimo peligro de expansión” y, “si habita en el trabajo, lo mejor es dejarlo y no dejar la vida”.

¿Por dónde vamos a seguir avanzando, por el tecnooptimismo o por la investigación? Carlos López-Otín planteó esta pregunta y escogió la segunda respuesta. “Sigamos buscando estrategias, sigamos estudiando modelos vivos para conocer las claves de la vida y del cáncer. Tenemos que hacer las cosas bien y a tiempo”.

Recordó una frase anónima, que expresó con sus palabras y me quedo con ella para siempre: “La vida hay que escribirla en limpio, no hay tiempo para borradores”.

 

 

 

 

 

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