La historiadora Luiza lordache Cârstea y el doctor Miguel Marco Igual cerraron la primera parte del II Foro Internacional Democracia y Totalitarismos con sendas conferencias en las que trajeron a Huesca la vida de los españoles víctimas del estalinismo, la solidaridad entre ellos y la supervivencia en los campos de trabajos forzados soviéticos, así como las peripecias de los médicos del exilio republicano español en la URSS.
El salón de actos de la Diputación Provincial acogió la cita, presentada por el diputado de Cultura, Carlos Sampériz, en la que los conferenciantes aportaron datos sobre el colectivo de españoles en la URSS. Marco Igual expuso que estaba formado por 4.502 personas, de las que 3.149 eran niños. Entre 1937 y 1938 fueron evacuados en expediciones oficiales 2.967 niños y niñas, y en las no oficiales, 95. En 1939 llegaron 87 más acompañando a sus padres. Entre los adultos, en 1937 y 1938 fueron a la Unión Soviética 122 maestros, educadores y personal auxiliar acompañando a los pequeños, y 150 marinos; entre el 38 y el 39, 190 pilotos y en 1939, 891 exiliados.
Luiza Iordache, autora de Cartas desde el Gulag, sobre los españoles víctimas del estalinismo, reseñó a través de una videoconferencia que entre 1940 y 1956 aproximadamente 346 españoles fueron represaliados. De ellos, 193 eran niños de la guerra, 4 maestros y educadores, 9 exiliados políticos, 40 pilotos, 64 marinos y 36 republicanos, trabajadores forzados del Reich que fueron capturados en Berlín, en 1945, por el Ejército Rojo y enviados a campos de trabajo.
Iordache, doctora en Ciencias Políticas y es profesora en el Departamento de Historia Contemporánea de la Uned, detalló cómo estos españoles, atrapados en la represión estalinista, padecieron condiciones extremas en el Gulag, con falta de libertad, aislamiento y miseria.
"Los grupos de pilotos y marinos compartieron un destino común tras la invasión de territorio soviético por las tropas nazis: el internamiento en campos de trabajo forzados", explicó la historiadora. “La súplica por la libertad en forma de cartas que lograron traspasar las alambradas y la censura soviética llegando a distintos destinatarios, gracias a la solidaridad de otros presos, son testimonios de gran valor histórico, voces desde el Gulag que denuncian la represión, la falta de libertad y de derechos en la Unión Soviética bajo Stalin”, avanzó.

El sistema de campos de concentración soviético, instaurado en 1918 y expandido progresivamente hasta su desmantelamiento en 1953, acogió a miles de prisioneros extranjeros. La represión contra los extranjeros y por tanto contra los españoles en la Unión Soviética se inició a finales de los años 30 y se prolongó en los años 40, basada en contactos con otros foráneos, conexión con el extranjero, amistades caídas en desgracia, críticas a la Unión Soviética y sus dirigentes, discrepancias políticas, desencanto con la situación del país o visitas a embajadas extranjeras. “La llamada caza al extranjero se prolongó en los años venideros, especialmente tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial”, apuntó.
Dentro de la coyuntura bélica, las autoridades soviéticas aplicaron la deportación y el internamiento, medidas que no incluyeron proceso o condena, como expuso Luzia Iordache, y afectaron a un grupo de pilotos y marinos españoles internados en campos y colonias de trabajos forzados y a un grupo de republicanos españoles procedentes de Berlín.
Junto al internamiento y la deportación, otros caminos que condujeron a los campos del gulag fue la detención y procesos de condena por delitos comunes. “Muchos pasaron largas penas en el Gulag, a veces en remotas zonas siberianas, simplemente por haber robado durante la Guerra Patria y la posguerra, épocas de grandes penurias”, expuso.
“La mayor ola de represión contra los españoles se inició en 1941” y respondió a la negativa a integrarse al trabajo en la Unión Soviética y a su insistencia en ser repatriados o trasladados a países como Francia o México. En junio marinos y pilotos fueron deportados a los gulags, donde su existencia quedó marcada por la explotación laboral, el hambre y la incomunicación con el exterior.
Uno de los testimonios más impactantes que trasladó proviene de Miguel Velasco Pérez, piloto internado en Karagandá, cuya descripción de su estancia en los campos sobrecoge: "Iban pasando días, meses, años aislados del mundo, incomunicados, sin la menor noticia de los acontecimientos más reseñables. Luego hemos sabido que por aquellos años había una guerra tremenda; para nosotros, nada de aquello existía. Habíamos perdido la noción del tiempo, nos habíamos convertido en un animal que vegeta y cuya única obsesión es comer para no morir Tengo la impresión de estar vacío, una vez más en mi cerebro hay una laguna. Sí recuerdo un mar muerto, una estepa nevada y un cielo gris”.
Las condiciones de vida en los gulags eran extremas. En uno de los campos donde los españoles permanecieron cinco años, la supervivencia se convirtió en una lucha constante contra el hambre, la enfermedad y el agotamiento físico. "Las temperaturas extremas de la estepa kazaja, la pésima higiene y las largas jornadas de trabajo en la agricultura o la minería marcaron su existencia", apunta Iordache. No obstante, la solidaridad entre los internos resultó crucial para soportar la adversidad.

Al final de la guerra, las autoridades soviéticas iniciaron el proceso de repatriación de los grupos de internados civiles. A partir de 1945 recuperaron la libertad yugoslavos, alemanes, suizos, franceses, austriacos... “Y la liberación de estos compañeros de infortunio y su voluntad propiciaron la salida de cartas escritas por españoles para sus familias, para algunas personalidades políticas y autoridades españolas en el exilio. En su conjunto, estas cartas sobrevivieron al paso del tiempo y revisten un valor historiográfico destacable, además de la importante carga sentimental para las familias, para las que representaba en muchos casos las primeras noticias que tuvieron sobre la suerte y el paradero de sus hijos, hermanos, maridos y padres”, expuso Luzia Iordache.
“También demuestran los lazos de solidaridad forjados en el cautiverio, puesto que la correspondencia estaba prohibida y en un gesto arriesgado, los internados liberados se las ingeniaban para sacar aquellas escritos. Gracias a ellos, las cartas traspasaron las alambradas del campo, la censura soviética y llegaron a sus destinatarios con su mensaje de lucha por la libertad y por salir de la URSS”, agregó. Algunas de estas misivas fueron dirigidas a personalidades como Eleanor Roosevelt, en un intento desesperado por obtener ayuda para su repatriación.
Las cartas trascendían las noticias personales para convertirse en testimonio de la tragedia común. Además, se compartían las señas de las familias de otros españoles internados, facilitando así el intercambio epistolar entre ellos.
Como trasladó Luzia lordache, las gestiones diplomáticas de las autoridades republicanas en el exilio, junto con huelgas y protestas de los propios internados, no lograron que los españoles fueran repatriados de inmediato. En 1948, las autoridades soviéticas los trasladaron a un campo en Odessa, donde fueron interrogados sobre su futuro. Veintiocho de ellos optaron por quedarse en la URSS y fueron liberados con residencia obligatoria en Crimea. Los que solicitaron la repatriación, sin embargo, siguieron en cautiverio en diversos campos del país hasta su liberación en 1954. Otros, que manifestaron abiertamente su oposición a la negativa soviética de permitir su regreso a España, fueron condenados al destierro, un castigo que sufrieron hasta 1956, cuando se inició la repatriación masiva.
"Entre 1954 y 1957, cincuenta marinos y pilotos españoles lograron regresar a su patria, pero veintitrés internados fallecieron en cautiverio y fueron enterrados en fosas comunes", señaló.
"El internamiento de los españoles en los campos de trabajo forzados de la URSS simboliza una de las múltiples sendas del exilio republicano de 1939, la variedad de experiencias dentro del mismo, la impronta del país de acogida y los límites a la libertad como consecuencia en el régimen político imperante y las tesituras de la época. Pese a su corta extensión, las cartas reflejan algunas de las facetas más lúgubres de la Unión Soviética. También son denuncias en cuanto al modo de actuar de las autoridades soviéticas en una estancia impuesta en contra de su voluntad sin respeto a los derechos humanos. En su conjunto, estos escritos representaron una súplica por la libertad y una herramienta fundamental para la supervivencia y para preservar la esperanza, dado que por primera vez en muchos años los españoles pudieron dar señales de vida a sus familiares, contar su situación, su internamiento, su detención, su deportación, su aislamiento y solicitar ayuda”, concluyó.

Los médicos españoles en el Gulag fueron Juan Bote y Julián Fuster, de quien Miguel Marco Igual contó que, entre otros avatares, que estuvo en la revueta en el campo de Kengir, que fue sometida con gran violencia. "Fuster estuvo operando durante dos días hasta que se desmayó en el quirófano", narró.
El neurólogo turolense repasó la estancia de numerosos médicos y enfermeras españoles exiliados en la URSS, con algunos de los cuales pudo mantener relación o con sus descencientes. Una de las figuras que ha investigado en produndidad es la de Marcelino Pascua Martínez, de quien ha escrito un libro, y que en su charla en Huesca reivindicó como una de las figuras relevantes de la sanidad, fundador de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lamentó que no haya sido reconocido durante la epidemia de covid y contó que "el mes que viene se va a presentar un sello que Correos le dedica", anuncio que fue recibido con aplausos en Huesca. También habló de Victoriano Hombrados, médico en Odessa, que participó en la Bolsa de Bielsa.
Un total de 500 sanitarios fueron a México, 200 a Francia, 96 a Venezuela y 107 en la URSS. Miguel Marco Igual, autor de Los medicos republicanos españoles de la Unión Soviética, se detuvo en los médicos de las casas de los niños de la guerra españoles, los del gulag, los de la Pasionaria, y una familia judía, ucraniana, suiza, gallega de odontólogos y médicos, los Kuper Zbarsky, además de niñas de la URSS que fueron médicas y enfermeras, entre ellas, Conchita Eguidezu y Lala Álvarez.