"Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos hombres de luz, que a los hombres, alma de hombres les dimos". Andalucía cantó y bailó en Huesca, y Huesca aplaudió, cantó y bailó con Andalucía. La noche del sábado se celebró la Fiesta de Exaltación del Flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que atendió a todos los benditos patrones que adornan a una de las tierras más universales que existen sobre la faz del planeta.
La fiesta superó todas las expectativas hasta el punto de que la Casa que preside Juan Carrero Jiménez se ha visto obligada a proclamar que ha sido, sin lugar a dudas, una de las de mayor calidad y cantidad de cuantas se han celebrado en Pasaje Jilgueros.
Ahí, sobre el tablao de la Casa de Andalucía, emergieron las bailaoras del Grupo Alhambra, armonía, fuerza y plasticidad, movimiento en estado puro. Y dieron el testigo una hora más tarde a Abel Magaña al cante y Mariano Bailera a la guitarra, que enamoraron a los oídos y enardecieron los corazones con un impresionante concierto.
Cien personas ocupaban la plenitud de las sillas entre el bar y el salón de actos. Todos alimentados en su espíritu por la música y en sus placeres gastronómicos por La Zammbra con unos picoteos andaluces sencillamente impresionantes. La fiesta se prolongó, cerrado el bar y sin decibelios hacia el exterior, cuando Dios bajó el dedo, aunque los andaluces y los oscenses son capaces de convencer a la divinidad de que espere un ratito para señalar hacia abajo. Y, así, tras el espectáculo llegó el espectáculo, ese que nadie como los andalusíes saben prolongar en medio de prodigiosas voces sobrevenidas, palmas de una rítmica imposible, sonrisas y mucha fraternidad. Con el flamenco como icono y como razón de ser. Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, demostración de poderío.