La Cocina de El Padrino en la Escuela de Hostelería, la gastronomía en su diversidad renacentista

Un crisol de artes en torno a la coquinaria como centro en el que confluyen la narrativa, la pintura, la decoración, el turismo y la psicología positiva

06 de Febrero de 2024
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Jornadas Gastronómicas La Cocina de El Padrino en la Escuela de Hostelería

Es curioso que una minuta y su ejecución puedan inspirar tanto, máxime cuando emanan del intelecto, la pericia y las manos de inquietos profesores y jóvenes estudiantes. La XXXII Semana Gastronómica del CPIFP San Lorenzo, la escuela de hostelería de Huesca, gira en torno a El Padrino, que es mucho más que un reparto dirigido por Francis Ford Coppola con la poderosa personalidad actoral de Marlon Brandon abducido por Vito Corleone. Es Sicilia, es la Italia renacentista, capaz de las mayores atrocidades por personajes que lo mismo disparan una ráfaga hasta acompañar de visita indefinida a la muerte a las víctimas que rezan con sus bambinos con un rosario que se desliza en las manos. A Dios rogando y con el mazo dando. Pero siempre el encuentro de la familia, que es intocable, se establece en la mesa, con pulcritud y aparente paz... después de haber sembrado las calles de infiernos.

Treinta y dos ediciones exigen darle muchas vuelas a la rosca para encontrar el motivo nuclear de las jornadas. Al principio era más sencillo por el universo geográfico-temporal que otorga un monte en el que todo es orégano, que si ahora la cocina de África o de Lejano Oriente, que si los platos del medievo o de la cultura árabe, y así hasta cumplimentar el cupo de temáticas más al alcance de las mentes. Desarrollar unas jornadas sobre un argumento demanda universo investigable, atractivo extrapolable a los tiempos actuales, exigencia de creatividad, viabilidad para el acceso a todo el material.

Cuando, ¡eureka!, se aprehende el móvil, ya todo es cuestión de ejecutarlo con la fórmula que tanto gustaba a Umberto Eco -y a muchos creadores- del 10 % de inspiración y el 90 % de transporación. Pero, sobre todo, de conjunción de voluntades. Esto ya no es un juego de cocina y sala, sino que involucra muchas otras disciplinas. En el libro, el relato es digno de un guion cinematográfico coronado por la trinidad de la religión, la familia y la gastronomía, todo para unificar y armonizar a los nuestros, que en el fondo son todos. Las reglas, claras en el relato, primera variedad para un renacentista. Si unas naranjas constituyen un mal presagio, se dice y punto. Si los sabores italnos pueden dar visibilidad al hilo argumental, pues hágase.

La ambientación en el comedor de la Escuela de Hostelería en estas jornadas imprime el respeto por la caracterización de profesores, jefes de rango, sumilleres y camareros, dignos en sus vestimentas y sus actitudes de atender la mesa de los Corleone sin temer un desenlace fatal por torpeza o traición. También la costura tiene sus maestros. Es Italia y es América, es tragedia y es abrazo. Una decoración sugerente y unos carteles dignos de mentes despiertas.

Luego irrumpe la hora de la verdad, esos vinos que embriagan la fiesta de la amistad, ese Segayo Gewürztraminer, ese Pirineos 3404 Rosado y La Miranda de Secastilla. Y, en el aperitivo, el Sicilian Sunset, los cítricos refrescantes del limoncello, el pomelo y la albahaca, mar y montaña, cultura de El Padrino.

Y con Chapata, llega el primer aperitivo, picante ante los ojos inquisitivos de don Vito, con esa gilda peculiar que incorpora cabeza del cerdo sin duda sacrificado por y para la familia. Y luego un espléndido Fagottini Clemenza, racial, preparado para soportar largas horas de vigilancia del objetivo enemigo, con esa pasta casera, esa salsa con lomo, panceta y salchicha, además de un velo de tomate y la albahaca que todo lo corona en Sicilia... y en Huesca.

Deslizándose de los mares, no se sabe si del Jónico, del Tirreno o del Mediterráneo, emerge la Lubina al horno con caponata, ese magnífico lecho con tomate concentrado, vino tino y piñones sobre el que reposa el pez.

El otro plato fuerte es el rablé de conejo a la cazadora con el que la "mamma" recibe a Vito a su salida del hospital. El lebrel relleno con carne picada de ternera, panceta y una exhibición de especias, del puré de boniato y la crema de perejil.

La música apenas es perceptible ya porque el diapasón de los comensales se eleva con el entusiasmo. Gozamos con otro arte, el de la afabilidad de los anfitriones, trato de seda de Jorge y de María. El postre vacía los ojos del éxtasis de los Corleone. La Crostata de ricotta, una masa quebrada rellena con tarta de queso, una fresa caramelizada y una crema de nueces, que se hace acompañar de una cerveza Leffe extraordinariamente adecuada.

Y, mientras contemplamos el arte floral del CPIFP Montearagón y todo el trabajo de ambientación de la Escuela de Arte, coincidimos en que ha merecido la pena tanto que hay que salir vivitos y coleando porque el año que viene será el 33, y no sé si por la coincidencia de la edad será la cocina de Jesucristo, pero en las mentes calenturientas de los Corleone de la Escuela, cualquier idea puede brotar. Y será inquietante, seducatora y finalmente feliz. Pórtense bien y en 2025 a celebrar otras jornadas. Y los que hasta el día de San Valentín se sumerjan en el mundo de El Padrino, tengan mucha precaución porque aquí puede pasar de todo. La creación renacentista es lo que tiene.

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