El Coro Arcadia ofreció el pasado 26 de junio, en el Salón Azul del Casino de Huesca, un concierto con un marcado carácter social y simbólico. Enmarcado en la celebración del Día Internacional contra las Drogas y el Tráfico Ilícito y a beneficio de Proyecto Hombre del Centro de Solidaridad Interdiocesano de Huesca, el evento fue concebido como una experiencia musical con vocación de compromiso. Más allá de su dimensión artística, la propuesta se articuló como un acto de sensibilización colectiva, en el que la música funcionó como herramienta para la reflexión crítica y la proyección esperanzada de un horizonte libre de adicciones.
Carlos Purroy y Laura Lisi, artífices de esta experiencia sensorial y espiritual y directores de la formación msical, bordaron la velada bajo un título evocador: "Hasta la raíz, para que crezcan nuestros sueños", lema que encabezó "una guía práctica" con seis estaciones del alma para vestir los sueños de esperanza y buena fortuna. Bajo esa brújula simbólica, el concierto fue un viaje íntimo, casi iniciático, a través de los pliegues del deseo humano: desde la semilla del sueño hasta su floración colectiva.
Como en un poema sinfónico, cada etapa de este trayecto -sueño, ruptura, aceptación, renuncia, equilibrio y conexión- fue acompañada de una pregunta esencial, que encontró eco no en palabras, sino en canciones elegidas con esmero, como si cada nota fuera una respuesta emocional que la razón no sabría pronunciar.
La primera interrogante, ¿Cuáles son tus sueños?, halló su reflejo en el tema de Natalia Lafourcade, "Hasta la raíz" y "Amor de mis amores", himnos de ternura y pertenencia. A la segunda pregunta, ¿Por qué no los has realizado y podrían romperse otra vez?, respondieron la melancolía de "Frente a frente", de Jeanette y Bunbury, y "La distancia", a ritmo de Macaco.
Más adelante, Amaral y Antonio Orozco cedieron la dulzura de "Sin ti no soy nada" y "Pedacitos de ti" sobre la dependencia del otro para hacer realidad nuestros anhelos. Fito & Fitipaldis y El Kanka aportaron una dosis de lucidez ante la renuncia, en "Lo que sobra de mí" y "Volar", aceptando que no todo cabe en la maleta del sueño. Luego, el corazón de Fito Páez, con "Yo vengo a ofrecer mi corazón", y el espíritu de Marta Gómez, rebosando en "Para la guerra nada", contribuyeron a elevar la mirada.
Y finalmente, la utopía compartida, el sueño colectivo, emergió en las notas de Macaco ("Mensajes de agua"), Axel ("Somos uno") y el grito profético de Patti Smith en "People have the power". Porque, en efecto, el pueblo tiene el poder cuando canta con el alma y actúa con el corazón.
El concierto se inauguró con palabras inspiradoras de Carlos Purroy, quien evocó el anhelo de un mundo donde la humanidad no necesite de ninguna droga para soportar su fragilidad. Un mundo donde el arte, la empatía y el compromiso llenen el vacío que a menudo tratamos de disfrazar con sustancias.
En este tiempo donde lo efímero devora lo profundo, este acto fue una pausa necesaria, un oasis donde la música se volvió bálsamo, pregunta y espejo. El Coro Arcadia no solo interpretó canciones: cultivó conciencia y tejió vínculos invisibles entre las historias que habitan en todos nosotros.