El Cristo Yacente, adorado en Santo Domingo tras la suspensión de la procesión en Huesca

El templo se ha llenado con un ambiente de respeto que no empece la cierta frustración por la imposibilidad de los desfiles de la fe

29 de Marzo de 2024
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Adoración al Cristo Yacente en Huesca

Con distinto tipo de pesadumbre al que asedió el ánimo de los asistentes a la Muerte de Jesucristo tras su Crucifixión, centenares de oscenses se han congregado en la Iglesia de Santo Domingo y San Martín después de la frustración que representa no haber sido capaces de procesionar como merece el Jesús sufriente en el reconocimiento de su camino hacia la Cruz. No hay remordimiento, porque los cielos son competencia de otras esferas, pero sí dolor y deseos de orar para recordar al Altísimo que la intención era la mejor, pero el firmamento se ha desgarrado para reconocer la injusticia sobre Él y, de paso, ha despachado el agua acumulada en largas jornadas de pasión.

Como solución de emergencia, a falta de otra mejor, se ha escogido el atajo de adelantar la adoración al Cristo Yacente en la Iglesia de Santo Domingo y San Martín, donde está residenciada la Archicofradía de la Santísima Vera Cruz, y ahí se han congregado el poder civil (con todos los cuerpos armados y representantes institucionales), las cofradías y personajes singulares como las sibilas, profetisas que han cantado con el tono lacónico de la causa y de la procesión suspendida. Ahí también los romanos, convencidos de que fueron ejecutores de órdenes injustas contra la divinidad y contra la humanidad. Y los oscenses que, al ritmo cansino de la desilusión por no corresponder como mereció el sacrificio de Jesús, al menos han querido mostrar sus respetos y expresar su veneración hacia Jesús.

Las manifestaciones exteriores de la Semana Santa han quedado incompletas, pero para los feligreses que entienden que la verdad de Jesús está en la palabra que interiorizamos prosigue este sábado con la vela al Yacente durante toda la mañana y, si Dios quiere, el domingo con el encuentro jubiloso entre el Cristo Resucitado y la Virgen de la Esperanza. Será una mañana luminosa, aunque la duda es si la luz la verán los ojos de los sentidos o los ojos del corazón. La pena de las procesiones no puede hacer olvidar a los cristianos la razón profunda del misterio que aloja el camino del Señor hacia la Gloria... de todos. Redención, se le llama. Y es motivo de celebración.

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