Ailen Álvarez dice que su hijo Lucas, nacido días después de la dana que arrasó Catarroja, es también un poco aragonés. Lo es porque cuando todo era barro e incertidumbre, un operativo del Gobierno de Aragón, dirigido por Jorge Escario, director gerente de Sarga, hizo que sintiera el calor de la solidaridad en tan duros momentos. Escario también ha unido a la familia de Lucas con los Danzantes de Huesca, y este San Lorenzo, todos viajaron a Huesca para agradecer una ayuda que nunca olvidarán y que ha tejido un vínculo de por vida. Se encontraron en la basílica del patrón. “Fue una mezcla de sentimientos que no sé explicar, se me aguaban los ojos y a él también, pero de la felicidad de poder decir que lo hemos conseguido. Estamos aquí, estamos bien”, resume Ailen.
El 29 de octubre de 2024, una tarde cualquiera se convirtió en pesadilla en Catarroja. Ailen Álvarez estaba embarazada y apuraba los últimos días antes de dar a luz. Su intuición le hizo romper su rutina de clases de preparación al parto y piscina con su hijo mayor, Jhonny, de 5 años. “Estaba ya supergorda, y pensaba, si llueve, qué hago por ahí con la barriga, por lo que decidí no ir”, recuerda. Una buena decisión debido a lo que estaba por llegar. “Pasadas las 18.00 ya venía el agua del barranco, pero mi suegra me decía que no me preocupara porque en el 57 no pasó del bordillo de la casa. Veía que estaba un pelín más profunda, pero no me sentía preocupada, hasta que media hora después teníamos el agua por debajo de las rodillas”.
Empezó a cubrir el almacén de fontanería familiar que se encuentra en los bajos de la vivienda. “Al principio sacábamos agua con cubos y queríamos contener con una madera la entrada del agua, pero llegó a subir a 1,30 metros aproximadamente. Salvamos lo que pudimos, pero evidentemente perdimos los vehículos, las maquinarias del taller…”, explica.
Ailen subió a la vivienda familiar con su hijo mayor y supo mantener la calma. “Veía lo que estaba ocurriendo y yo estaba a punto de dar a luz, pero pensé que no podía alterarme ni estresarme. Muchos vieron a personas arrastradas por la corriente. Yo gracias a Dios no viví eso. Sí veía que los coches y que las casas de mis vecinos se estaban inundando, pero tenían a dónde subir para refugiarse, como en mi caso. Dentro del estrés, intentaba estar tranquila para que Lucas no decidiera venir en ese momento, porque podría ser una tragedia”.
Pasadas esas horas, todo era barro. “Mi familia quería que me fuera a Valencia con unos amigos, pero decidí quedarme, porque por lo menos podía lavar piezas de fontanería en el almacén, hacer la comida… era mi manera de ayudar”, comenta. Jorge Escario la conoció en la parte baja de la casa, pringada de barro, limpiando esas piezas. “Cuando me di la vuelta y vio mi barrigón, le impacto. A raíz de ahí, se ha creado esta amistad que va a durar para siempre”, comparte Ailen.
Los primeros días en Catarroja ya había recibido ayuda de voluntarios del pueblo, que abrieron un caminito con tractores, “porque estaba a punto de dar a luz y en cualquier momento tendría que salir. Pero fue a partir de que conocí a Jorge -remarca-, que en esta calle empezamos a ver máquinas y que se liberaba de todo lo que había arrastrado el agua. Creo -traslada- que le impactó que fuera a dar a luz y tuviera que traer a un bebé en las condiciones en las que estaba todo”. “Enseguida empezamos a ver otras calles limpias -continúa-, pero si la mía no fue la primera calle limpia en Catarroja, fue la segunda”. También movilizó a un médico para que le hiciera una revisión y dispuso una ambulancia para acudir al hospital.
El 13 de noviembre nació Lucas y dos días después volvieron a Catarroja y pudieron caminar por la calle, lo que fue todo un alivio. Además, recibieron del presidente de Aragón, Jorge Azcón, un ramo de flores, un peluche y una nota, que llegó al corazón de Ailen: “Una nueva vida es el mejor anuncio para confiar en la recuperación de esta querida tierra hermana”. “Siempre dije que Lucas tendría una parte de aragonés, por toda la ayuda que recibimos de allí y por los detalles que tuvieron con mi familia y conmigo”, agradece.
Otro gesto que le ha quedado grabado fue de los Danzantes de Huesca quisieron tener otro detalle con ella. “Había subido a casa la silla de Jhonny para limpiarla y que fuera para Lucas, pero la que habíamos comprado para el mayor se la llevó la dana. Los Danzantes me sorprendieron con ese regalo. Son cosas que te llegan al corazón porque ni siquiera nos conocíamos”, explica.
VIAJE A HUESCA
Nueve meses después, con Lucas convertido ya en un bebé despierto, la familia decidió hacer un viaje que tenían pendiente: visitar a Jorge Escario, conocer a su familia y a los Danzantes.
Vinieron a Huesca Ailen y su pareja, Juanjo, con Jhonny y Lucas, y los abuelos María y Juan José. “Queríamos ir a darles las gracias en persona, porque lo que hicieron por nosotros es imposible de olvidar. Llegamos el 14 de agosto con la ciudad en fiestas. No teníamos ni idea de cómo eran, y nos encontramos con Huesca volcada, con una alegría que nos recordó a nuestras Fallas. Nos sentimos como en casa desde el primer momento”, comenta.
Al día siguiente, se produjo el reencuentro más emocionante en la basílica de San Lorenzo. “Como me decía Jorge, nadie más puede entender lo que se siente. Porque él estuvo en este horror y yo también. Imaginarme dónde lo conocí y volver a verlo en la Iglesia de San Lorenzo, que estamos nosotros bien y que poco a poco vamos hacia adelante. Fue una mezcla de sentimientos que no sé explicar, se me aguaban los ojos y a él también, pero de la felicidad de poder decir que lo hemos conseguido. Estamos aquí, estamos bien”.
Ese día 15 por la mañana tuvieron la oportunidad de saludar a parte de los integrantes de los Danzantes, y volvieron a verse ya todos vestidos para participar en la Ofrenda de Flores y Frutos. La familia les llevó unos detalles, como unos vinos, un cuadro con fotos de lo ocurrido, incluida una en la que aparece Escario con Jhonny y la nueva silleta, y una barca de la Albufera. “Queríamos que tuvieran algo que les recordara que en Valencia hay gente agradecida, que no se olvida de ellos”, dice Ailen.
Para ella fue un momento muy emotivo y les dedicó unas palabras, lo que pudo porque reconoce que estaba muy emocionada. Recordándolo le vuelve la felicidad. “Es un viaje que no vamos a olvidar”, confiesa. Un viaje que la llevó de la angustia de la inundación a la alegría de las fiestas, del barro al brillo de San Lorenzo, y a la certeza de que su hijo Lucas llevará un pedacito de Aragón en el corazón.