Las calles del barrio de San Martín han vuelto a convertirse este lunes en un festival de risas, carreras, tradición y mucha emoción con la primera salida de la Abueleta y el Payaso, que ha dejado claro que la magia de esta tradición sigue intacta.
Con gran expectación, multitud de familias esperaban ver llegar a la pareja de cabezudos que han recorrido sin descanso las calles Lanuza, Herida y Conde de Aranda persiguiendo a los pequeños, dentro de los actos de las fiestas de San Martín. Unos metros que se han transformado en un escenario de adrenalina pura, con carreras, huidas hacia portales, nervios al comprobar desde la distancia si los cabezudos doblaban la esquina y también un buen puñado de sonrisas nerviosas.
En esta manzana, el ambiente ha recordado a un encierro en miniatura. Niños y niñas se animan a ponerse delante de los cabezudos, les llaman y provocan, y de repente huyen corriendo entre risas como si se tratara de un pequeño San Fermín. Algunos corren delante, otros detrás de los cabezudos; algunos se pegan a un portal para sentirse a salvo, aunque si les pillan están perdidos; otros esperan a que el Payasete se acerque para chocar la mano. “Alabau, ¡cómo corre la Abueleta!”, se ha oído en múltiples ocasiones.
Los más pequeños miran con los ojos como platos intentando descifrar si son amigos o enemigos, y algunos se muestran reticentes incluso a tocarlos. La Abueleta y el Payaso son amigables con quienes tienen miedo y dar varazos a quienes pillan a la carrera. “Si eres pequeño te dan más flojo”, comentan entre ellos.
La historia de estos cabezudos está tan arraigada en el barrio como las propias fiestas. Desde los años 50, el Payaso y la Abueleta corren tras los más pequeños golpeando tímidamente con sus varas que, pese a su fama intimidante, despiertan más emoción que miedo real.
Los cabezudos, que son ya la tercera generación, saldrán todas las tardes y demostrarán que, aunque pasen las generaciones, siguen despertando emociones y la misma ilusión.