Fallece Adoración Biesa, la curandera de Biscarrués, "una mujer buena con muchas ganas de ayudar"

Tenía un don que sentía que debía compartir y atendió desde su vivienda en este pueblo de la Galliguera a miles de personas

Periodista
15 de Diciembre de 2023
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Adoración Biesa Otal, la curandera de Biscarrués.
Adoración Biesa Otal, la curandera de Biscarrués.

Era básicamente una mujer buena, que tenía un don y sentía que debía compartirlo. Ha fallecido a los 99 años Adoración Biesa Otal, la curandera de Biscarrués, como era conocida y muy reconocida. Por sus prodigiosas manos pasaron miles de personas, “media España” -como dice su hijo Antonio-, que acudían a su casa y Adoración las atendía siempre sin importar ni quién era ni la hora que fuera.

Adoración Biesa nació en Biel y fue la séptima de ocho hermanos. El don de curar se lo transmitió su padre, que tenía mucho ojo para abordar dolencias, principalmente de animales. También lo heredó otro de sus hijos, y ambos a su vez fueron extendiendo este talento entre sus descendientes, muchos de ellos con “unas manos espléndidas”.

Llegó a Biscarrués cuando se casó con Cosme Vinué Alcauta, con unos treinta años, y tuvieron a sus hijos Josefina, Antonio y Humildad.  Su esposo fue su primer paciente. El día que se cayó de una mula y fue Adoración quien le atendió y logró que se recuperara. Después hizo lo mismo con una vecina, que también había sufrido una caída y se había hecho daño en un dedo. “Ven que te voy a curar”, le dijo, y el boca a boca hizo el resto.

Decenas de personas llegaban cada día hasta su vivienda por la enorme fama que fue adquiriendo. La alcaldesa de Biscarrués, Lola Giménez, recuerda que, cuando era niña, junto con otros pequeños de la localidad, se turnaban para acompañar en bici a quienes llegaban buscando la casa de Adoración.

En la vivienda estaba casi siempre Isabel Clemente, una de sus nietas, que también le ayudaba en todo este trajín de recibir a los visitantes –“todo el rato subiendo y bajando las escaleras”, rememora-, recoger vendas…

“Fue una gran mujer, que dedicó su vida a su familia y sobre todo a curar a la gente que llegaba a la puerta de su casa, sin esperar nada a cambio, con mucha preocupación por lo que les pasaba y poniendo todo el interés en ayudarles”, expresa Isabel, hija de Josefina. “Era una mujer buena con muchas ganas de ayudar”, resume. Y apunta otro dato importante: “Se sentía querida y agradecida” por lo que había podido hacer por los demás.

Recuerda que por la casa de su abuela pasaban desde vecinos de la zona, de otros lugares de Aragón, y hasta de distintos puntos de España, entre ellos importantes futbolistas, que se ponían en sus manos para recuperarse antes de sus lesiones.

Sabía mucho, como de plantas, recomendaba muchas cataplasmas, hay alguna mítica que todavía hay personas que me dicen que siguen usándolas”, apunta Isabel.  “Hacía dibujos para explicar, siempre con mucho amor, cómo se debían hacer los remedios para la ciática, esguinces… También era un básico la Nivea. “Siempre había en su casa uno de esos botes azules y el olor a esa crema es el recuerdo mi abuela”, comparte Isabel.

La curandera de Biscarrués -que hizo famoso el nombre de esta localidad de la Galliguera- atendía a todo el que acudía a su casa. No se pedía cita, algunos llamaban para ver si estaba Adoración porque iban a ir o simplemente se presentaban en la puerta. “Había un tráfico importante en Biscarrués por todos lo que venían a ver a mi abuela”, cuenta Isabel.

Ella estaba siempre disponible, nunca se fue de viaje. “Solo vivía para curar -dice su hijo Antonio-, su vida era esa, era como una obligación. Nunca decía a nadie vente mañana. Si llegaba alguien a las 3 de la madrugada, ella se levantaba de la cama y lo atendía”.  “Al principio, recuerdo estar comiendo y que llegara una persona con un problema en un dedo y apañárselo en la misma mesa”. Más adelante se preparó un cuarto donde recibía a sus pacientes, explica Antonio, quien asegura que sus hijos no necesitaban ir al médico; “nos apañaba siempre ella”.   

Antonio comenta divertido que en su casa quemaron muchas escayolas. “Ella no las quitaba, porque podría haber sido un problema, pero le decía al lesionado que, si quería, se la quitara él”, y luego salían andando.

También cuenta Isabel que era una gran matriarca, y que le gustaba estar siempre acompañada de su familia. Aunque su madre fue la única de los hijos de Adoración que se quedó en Biscarrués, Antonio y Humildad acudían todos los fines de semana con sus familias, manteniendo siempre entre todos una relación muy estrecha.

Cuando ya sobrepasó los 80 años dejó de hacer la labor de curandera. Su nieta Isabel comenta que siempre iba corriendo a todas partes y al final tuvo varias caídas que le causaron roturas que le obligaron a dejarlo. “Hasta los 90 años y pico vivió sola. Su vida fue plena hasta muy mayor”, relata.

Este viernes, una persona se ha acercado al tanatorio y ha comentado que había sentido la necesidad de acudir a despedirse “por el bien que hizo" a su familia, igual que muchas personas habrán tenido este viernes un recuerdo para esta curandera que dedicó su vida a estar al servicio de quien le necesitó. El funeral será este sábado 16 de diciembre a las 11.30 horas en la iglesia de Biscarrués. 

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