Mario era un joven de apenas 19 años cuando decidió poner fin a su vida. Su partida ha marcado para siempre a quienes le conocieron, como a Javier González Castellano, amigo íntimo de sus padres, Paco y Bea. Esa pérdida, desgarradora e inesperada, dio un vuelco a la vida de Javier, quien hoy es docente, formador en inteligencia emocional, conferenciante y autor del libro Ángel, inteligencia emocional y conversaciones que dan vida (Editorial Círculo Rojo).
Lo que comenzó como una tragedia irreparable, se ha transformado en un propósito vital, un ikigai, que le ha llevado a recorrer ya más de 20 capitales de provincia por todo el país para dar voz al dolor silenciado, generar esperanza y promover la prevención del suicidio desde la inteligencia emocional.
La ciudad de Huesca ha sido una de las paradas de este proyecto de vida. Este lunes, el Salón Azul del Casino ha acogido una jornada profundamente emotiva organizada por la Casa Familiar de Cruz Blanca y su Centro de Escucha. El acto ha contado con una destacada asistencia de público y con la presencia institucional de Lola Ibort, diputada de Servicios Sociales, Mónica Martínez, directora provincial del Servicio de Educación, María José del Fueyo, jefa de la Unidad de Programas Educativos, y Ana Gota, directora de la Casa Familiar.
Lucía Torner Arroyos, psicóloga de Cruz Blanca y coordinadora del Centro de Escucha, ha sido la encargada de introducir el acto. Ha expresado su gratitud a los representantes institucionales por “el interés y el apoyo" a esta charla con la que se ha pretendido visibilizar el suicidio y desestigmatizarlo, con empatía, escucha y compromiso colectivo.
Javier González Castellano ha comenzado su intervención con emoción y humildad. Ha agradecido a Cruz Blanca, al Centro de Escucha y a todas las personas que, como él, han decidido mirar el sufrimiento cara a cara y convertirlo en oportunidad. “La vida merece ser vivida con esperanza -ha señalado-, y si algo he aprendido en este camino, es que escuchar, escuchar de verdad, puede salvar vidas. Eso es lo que hacen los centros de escucha: son un acto de amor radical”.

UNA PIEDRA EN EL CAMINO
Durante el acto se ha proyectado el cortometraje Una piedra en el camino, dirigido por Pablo Clemente y protagonizado por Paco Carcavilla, el padre de Mario. En el film, el progenitor narra en primera persona cómo afrontó su duelo. Tras la muerte de su hijo, encontró en la montaña una vía para reconectar con la vida.
Desde niño, había sentido una profunda conexión con la naturaleza, pero fue en esos senderos -al volver a los lugares que ambos habían compartido- donde halló consuelo, memoria y una forma de procesar el dolor. Revivir esos espacios, apunta, provoca algunas lágrimas, pero también calma y sanación.
El inicio de ese camino coincidió con el periodo pospandemia, una etapa en la que las restricciones complicaban aún más la elaboración del duelo. Paco empezó dando paseos por los alrededores de la finca de un familiar, pero pronto aquellas caminatas se transformaron en travesías más largas. En una de sus primeras ascensiones al Moncayo, dejó una piedra con el nombre de su hijo en la cima, como homenaje y símbolo de recuerdo.
Aquel gesto marcó el comienzo de una serie de desafíos cargados de significado: primero, coronar 33 cumbres de más de 3.000 metros, en memoria de las más de 3.000 personas que se quitan la vida cada año; después, al aumentar las cifras, escalar un 4.000 en los Alpes como forma de visibilizar una realidad aún silenciada, y para que, como él mismo dice, “nos oigan desde allá arriba”.
Javier González, compañero de estas travesías, le dijo que su capacidad no le daba para subir cimas más altas, así que no quedaba otra que contribuir a reducir esas dramáticas cifras.

Más allá del plano físico, esos retos han sido también una forma de diálogo interior y conexión espiritual con Mario. En la cinta, Paco explica que el dolor no desaparece, pero sí puede transformarse.
A lo largo del documental, recuerda que muchas parejas no superan una pérdida así, porque cada persona vive el duelo de forma distinta. En su caso, el camino ha sido encontrar sentido en el compromiso y en la acción.
Con los años, ha ido tomando conciencia de la dimensión del problema: los suicidios en adolescentes han aumentado de forma alarmante desde el coronavirus y, sin embargo, sigue faltando un Plan Nacional de Prevención. Por ello, ha convertido su testimonio en una forma de terapia personal y, al mismo tiempo, en un acto de responsabilidad pública.
Tal y como defiende la OMS, "hablar del suicidio de forma responsable salva vidas". Ese ha sido precisamente el mensaje que ha sobrevolado todo el acto: romper el silencio, acompañar, generar escucha, formar emocionalmente desde edades tempranas y recordar que siempre es posible encontrar una salida. “Cuando alguien entra en un túnel -ha indicado Javier González refiriéndose a unas palabras de Paco- solo ve la luz del final. Pero si en ese túnel hay puertas de emergencia, bombillas encendidas, señales de salida… quizás no llegue hasta el fondo. Hablar del suicidio es poner esas luces. Es ofrecer alternativas".

ESCUCHAR CON RESPETO
Tras la proyección se ha celebrado un coloquio en el que han participado Lucía Torner, Javier González y Oscar Carnero, voluntario del Centro Escucha de Cruz Blanca, y donde han abordado cuestiones como las señales de alerta, los mitos y la importancia de dar voz a los supervivientes.
Torner y Carnero han explicado que, a veces, han atendido a personas que esperaban una primera cita en salud mental y, en ocasiones, una escucha adecuada ha sido suficiente para aliviar un sufrimiento intenso.
Ha señalado también que muchas de ellas no llegan a necesitar intervención médica, pero sí acompañamiento emocional inmediato. Desde su experiencia, ha insistido en que quedarse en silencio junto a quien sufre, sin cambiar de tema ni intentar dar soluciones rápidas, ha sido muchas veces la respuesta más valiosa.
González Castellano ha reivindicado de nuevo la urgencia de un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, apuntando que los datos demuestran que cuando se invierte en recursos públicos se obtienen resultados positivos, como ha ocurrido con la reducción de muertes en carretera. También ha llamado a activar lo que él denomina el “radar emocional”, una herramienta colectiva de prevención.

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "ÁNGEL"
El punto culminante de la jornada ha sido la presentación del libro Ángel, una obra que, según ha explicado el autor, ha nacido no solo del duelo, sino también de la urgente necesidad de combatir el analfabetismo emocional y dotar a las personas de herramientas para vivir con mayor consciencia.
El autor ha confesado que nunca había imaginado escribir un libro. Su trayectoria profesional comenzó como profesor, trabajó en protección de menores y durante décadas en recursos humanos. Sin embargo, el 12 de agosto de 2020, cuando Mario falleció, algo cambió profundamente en él. Desde entonces, decidió regresar a la universidad, especializarse en inteligencia emocional y dedicar su vida a este ámbito.
Durante su intervención, ha compartido su visión personal sobre la salud mental, que para él va más allá de la mera ausencia de trastornos. La ha definido como un clima interior que influye en lo que las personas piensan, sienten y hacen.
Ha señalado que que en ese clima existen primaveras y veranos, pero también inviernos, tormentas y granizo, y ha enfatizado que aceptar esta variabilidad emocional y aprender a gestionarla es fundamental.
Desde esa perspectiva, ha presentado la inteligencia emocional como una herramienta esencial y al alcance de todos, destacando que todo lo que se hace en la vida pasa por el filtro de las emociones y que, si no se aprenden a identificar y manejar, se actúa impulsivamente, con el consiguiente arrepentimiento.
Una de las claves que ha resaltado ha sido la fórmula P + E = C, donde los pensamientos (P) y las emociones (E) determinan los comportamientos (C). Ha explicado que, aunque no se pueda evitar una emoción que se dispare automáticamente, sí se puede cambiar el pensamiento previo, lo que transforma completamente los sentimientos y las acciones.
Para ilustrar esta idea, ha recurrido a una metáfora visual: la mente es como una esponja que solo puede absorber una pequeña parte del agua que recibe, similar a la cantidad limitada de información que se procesa. Por ello, realiza una atención selectiva que a veces está sesgada, y un pensamiento negativo puede volverse rumiativo y crear una nube gris que condiciona todo el día.

En este sentido, ha destacado la importancia de observar y cuestionar los pensamientos, así como de pedir ayuda si es necesario. Ha afirmado que cambiar el pensamiento equivale a cambiar el estado emocional y que alimentar pensamientos negativos genera comportamientos destructivos. Sin embargo, ha subrayado que aprender a observar los pensamientos sin engancharse a ellos, tal como ha señalado el doctor Puig, permite dejarlos pasar como nubes, iniciando así una verdadera transformación.
Otra herramienta fundamental que ha resaltado ha sido la priorización emocional. Ha explicado que las personas llegan a la vida con tres bolas de cristal —la familia, los amigos y la salud— y una de goma, que es el trabajo.
Las primeras, ha indicado, se rompen si se caen, mientras que la cuarta, rebota. El trabajo puede dar la vida, pero también puede perjudicarla si no se ponen límites. Con esta metáfora, ha invitado a reflexionar sobre el cuidado diario de estas esferas frágiles, planteando preguntas como qué se ha hecho por la familia, los amigos o la salud. Ha advertido que, si no se toma acción, esas bolas se resquebrajan y no se reparan.
Para respaldar esta reflexión, ha presentado datos de un estudio de la OMS sobre la distribución del tiempo semanal en 36 países europeos, que muestra que se dedican más de 50 horas al trabajo, 15 a la familia, 5 a la salud y solo 3 al desarrollo personal.

Ha destacado que este desequilibrio dificulta mantener una salud mental positiva y que el 74 % de los empleados sufre burnout crónico, un síntoma colectivo que justifica que la inteligencia emocional sea una necesidad social, no solo individual.
En su discurso, Javier González Castellano también ha destacado el valor de la escucha auténtica y respetuosa, y se ha referido el concepto de hacer las cosas "de propio”, de escuchar de verdad, sin juicio, con presencia y respeto, a diferencia de un simple “ya que estás...”.
Como decía el abuelo de Javier, desde las tierras altas de Soria: “En esta vida, hijo mío, es mejor dejar huella que cicatrices”. Y eso, precisamente, es lo que se ha logrado esta tarde en Huesca.