Javier Olivera: “Lo único imprescindible para ser feliz es estar vivo”

Más de un centenar de personas se quedó fuera del abarrotado salón de actos de la Diputación de Huesca para escuchar al psiquiatra oscense

13 de Diciembre de 2022
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Javier Olivera: “Lo único imprescindible para ser feliz es estar vivo”

¿Es realmente posible la felicidad? Se trata de un concepto trascendente aunque a veces banalizado, unido a lo que somos más que a lo que tenemos, ligado a la inteligencia espiritual y con un componente trascendental, que da sentido a la existencia e implica la aceptación de nuestros temores existenciales.

Bajo el epígrafe Felicidad, ¿buena salud y mala memoria?, extraído a partir de las reflexiones de Albert Schweitzer, el psiquiatra oscense Javier Olivera ofreció una “clase magistral” sobre este complejo asunto, en un abarrotado salón de actos de la Diputación Provincial, que no pudo acoger también al centenar de personas que se quedaron fuera por los límites de aforo. El acto estuvo organizado por la Asociación Española Contra el Cáncer y acudió su presidente en Huesca, José Manuel Ramón y Cajal, así como la vicepresidenta de la DPH, Elisa Sancho.

Javier Olivera, que es también médico de familia y secretario de la Sociedad Española de Piscogeriatría, observó que a veces se equipara la felicidad a un estado emocional que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado “una meta deseada” y suele ir aparejada a la “satisfacción y alegría”. Pero, en realidad, sostuvo que “no se puede definir”, porque es “una experiencia interna” y lo más aproximado que se puede decir de ella es que “es un constructo de emociones positivas, sentimiento de bienestar y satisfacción con la vida”.

RECORRIDO HISTÓRICO´FILOSÓFICO

En su conferencia, Javier Olivera realizó un recorrido histórico-filosófico  sobre el concepto de felicidad y lo relacionó con otros como la alegría, el placer, la satisfacción y el optimismo. Además, se refirió a su posible fórmula o componentes, a sus enemigos y a las experiencias que nos hacen sentir así.

Aristóteles la consideraba “el bien supremo”, es decir, el único objetivo que buscamos siempre por sí mismo y no con otro fin, y Olivera agregó que “no se relaciona con lo que tenemos, sino con lo que somos”.

Los epicúreos sostenían que hay que despegarse de los bienes de este mundo y cultivar la amistad nos hace más felices.

Los estoicos, por su parte, desean que las cosas sucedan tal y como lo hacen y eso hará que seas feliz, “porque estar vivo ya es un privilegio”.

Séneca defendió que no tenemos poco tiempo, “sino que perdemos mucho”, y que la despreocupación por la suerte nos hace libres y felices.

Spinoza señaló que cada cual debe aprender lo que le hace feliz o desdichado, porque el autoconocimiento nos acerca a la felicidad.

Michel de Montaigne predicaba que para ser feliz basta con aprender a amar la vida, a disfrutarla con mesura y suavidad, según la naturaleza de cada cual.

Baltasar Gracián nos alertó de que las expectativas elevadas nos hacen menos felices, y Schopenhauer consideró que siempre que no estemos sufriendo deberíamos ser felices.

Para Nietzsche, la felicidad es individual y sus peores enemigos son el aburrimiento y el hastío, mientras que Kant estaba convencido de que cumplir con nuestros deberes nos hace más felices.

Bertyrand Russell declaró que la competitividad, la envidia y el sentimiento de pecado nos roban la felicidad, pero el entusiasmo, el cariño, el esfuerzo y los intereses no personales nos ayudan a conquistarla.

Freud encontraba las mayores trabas en la represión de los instintos y los impulsos naturales y achacaba a la sociedad la existencia de personas neuróticas.

Víctor Frankel, por su parte, llegó a la conclusión de que encontrar un sentido a nuestra vida y reaccionar con libertad ante las circunstancias nos hace más felices.

MAPA DE LA FELICIDAD

Según los datos que aportó Javier Olivera, España ocupa el puesto 30 en el ránking de los países más felices del mundo, un baremo que se confecciona midiendo la renta per cápita, el apoyo social, la esperanza de vida, la libertad en la toma de decisiones, la generosidad y la percepción de la corrupción entre la empresa y en los gobiernos.

¿Somos felices los españoles? La dieta, la metodología, la mentalidad, la familia, la comida, es un buen lugar para ser madre, hay una elevada supervivencia, cultura, ejercicio físico, se hace vida en la calle y somos dados a la fiesta.

Un reportaje en Life, recogido por El País, se preguntaba por qué los españoles viven tanto, si fuman y beben, y lo justificaban en el sexo y las tapas.

“La felicidad se asocia con el bienestar global y por ello se usa como indicador de crecimiento económico y desarrollo social en muchos países”, dijo olivera.

Denunció también la banalización que se ha hecho de este término, empleándolo como reclamo publicitario asociado a determinados productos.

Además, añadió que, puesta al servicio del sistema económico neoliberal, crea “hipocondriacos emocionales”, que son aquellas personas obsesionadas por ser felices.

Victoria Camps la definió como la búsqueda de la mejor vida que está a nuestro alcance y Fréderic Lenoir escribió que si tomamos conciencia de nuestro estado de satisfacción podemos aumentarla, aunque “tendemos más a recordar lo negativo”.

Javier Olivera, que es un apasionado de la lectura, citó a varios autores que han abordado este tema y sobre los que concluyó que “la felicidad es un trabajo propio que requiere intuición, resiliencia, perseverancia, sacrificio, y finalmente debe generar también un placer, un bienestar interior”.

Javier Olivera y José Manuel Ramón y Cajal. Foto Myriam Martínez
Javier Olivera y José Manuel Ramón y Cajal. Foto Myriam Martínez

COMPONENTES DE LA FELICIDAD

Entre los componentes de la felicidad más citados aparecen los términos alegría, placer, optimismo y positividad.  Sin embargo, como apuntó Olivera, “el placer tiende a ser efímero, crea adicción y después, hastío”. Por ello, es mejor “espaciar las gratificaciones y aumentar el nivel de felicidad duradera”.

Explicó la alegría como una emoción que se puede educar para ser optimista. “No implica brindar una visión ingenua de la vida, sino cultivar el motor emocional que permite vivir la realidad tal cual es y optar conscientemente por afrontarla de forma positiva”.

La conclusión, que “los placeres son necesarios pero no favorecen la felicidad duradera” y agregó que “la alegría es una emoción básica y momentánea”, mientras que el optimismo es “resiliencia y resistencia”.

Tuvo el científico Ramón y Cajal un espacio destacado en su charla, en la que se refirió también “al cuarteto de la felicidad”: las endorfinas, la serotonina, la dopamina y la oxitocina.

Respecto a los medicamentos, recordó que los antidepresivos mejoran la tristeza pero no proporcionan la felicidad.

Por otro lado, “saber que no siempre conseguiremos lo que deseamos aumenta nuestro deseo y nuestra felicidad”, comentó el psiquiatra oscense, y recalcó que “cualquier adicción anula nuestra felicidad”.

Javier Olivera argumentó otras máximas, como que alcanzar la felicidad sin emoción y sin esfuerzo es difícil, que la curiosidad es una fuente que nos la puede procurar y que, a partir de un determinado poder adquisitivo, el dinero no favorece su consecución.

Y habló del amor, del peligro de confundirlo con la dependencia, de que no es imprescindible tener una pareja para ser feliz, ni tener hijos. “Solamente las enfermedades particularmente graves tienen un impacto negativo en las tasas de la felicidad”.

Fue emocionante escuchar un poema que escribió Luis García Montero dedicado a su mujer Almudena Grandes, después de que ésta falleciera de cáncer, y se refirió Olivera a la inteligencia espiritual, que “trasciende a las inteligencias racional y emocional y nos ayuda a ser más felices” y a la religión, que también infunde esperanza y da sentido a la vida.

El público asistente llenó el salón de actos de la Diputación de Huesca. Foto Myriam Martínez
El público asistente llenó el salón de actos de la Diputación de Huesca. Foto Myriam Martínez

ENEMIGOS DE LA FELICIDAD

Los principales enemigos de la felicidad, según Olivera, serían “el miedo, el aburrimiento, la envidia, la codicia y el rencor”, que se pueden combatir con “voluntad, aceptación, bien acompañados de la familia, amigos y gente positiva, pequeños placeres cotidianos, el arte, aficiones, deportes, trabajo, terapias de tercera generación y experiencias que requieran habilidades y que supongan una meta y un reto continuo”.

Y entre las herramientas principales, citó el sentido del humor, que en palabras de Freud consiste en “presentar una situación vivida como algo traumático, para extraer de ella los aspectos placenteros, irónicos e insólitos”.

“La felicidad es contagiosa y la infelicidad también”, insistió el psiquiatra, al tiempo que animó al auditorio a enfrentarse a sus temores existenciales, como la muerte, la pérdida de libertad, la soledad o la falta de sentido vital.

“Afrontar la muerte, sentirse libre y reconocer nuestra soledad favorece la felicidad más trascendente”, afirmó.

El momento más emotivo de la charla, llegó cuando Javier Olivera confesó que ha vivido momentos muy duros en su vida, como todo el mundo, y relató dos.

Hace tres años, tuvo que atender a un paciente oncológico terminal, al que le quedaban pocos días de vida. Le prometió que iría a verle regularmente y que, si en algún momento llegaba a perder su dignidad, le pondrían un gotero para que no sufriera. El caso era conocido en todo el Hospital San Jorge y “Lorenzo, un grandísimo intensivista y grandísima persona”, le detuvo cuando se dirigía a visitarle. “Me dijo: ‘Mira Javier, cuando tu hijo te diga, papá, he suspendido matemáticas, significará que tú estás vivo y que tu hijo está vivo. Acuérdate de esto’. He pensado mucho en esa frase , la tengo como un mantra”.

“Si soy feliz es porque he sufrido lo mío -añadió-, cosas que están en peldaños altos en la escala de acontecimientos estresantes. Pero tendemos a olvidarnos. A los pocos meses estaba haciendo vida normal”.

Javier Olivera tomó aire para relatar otra experiencia. Comenzó mostrando una fotografía, en la que aparecía junto a otros cinco compañeros y compañeras de profesión. Una de ellas era Sagrario Marco, con la que tenía una gran amistad. "Una tarde de soledad", le llamó para hablar un rato con ella. “Tenía una risa escandalosa”, recordó. Estuvieron al teléfono una hora y se despidieron con la idea de verse pronto. A los dos días, Javier se encontró por la calle con un amigo, que le dio la terrible noticia de que Sagrario, su marido y su hija, así como sus mascotas, habían fallecido en un accidente de circulación.

Emocionado, agregó que días después la recordaba sonriendo y entonces lo vio muy claro: “Lo único necesario para ser feliz, lo único imprescindible, es estar vivo. Estar vivo es un precioso privilegio”.

Al principio de la charla, Javier Olivera se lamentó por el hecho de que no hubieran podido acceder a la sala todos los oscenses que acudieron a escucharle y confesó su nerviosismo. Incluso, un poco abrumado por la gran respuesta de la audiencia, pidió al auditorio que sus expectativas sobre la conferencia no fueran demasiado altas. Abrumadora respuesta, emoción y un saco de aplausos. Javier Olivera logró su propósito. Sus palabras fueron una maravillosa “reverencia por la vida”.

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