Charo López: “Con el premio Luis Buñuel se produce un acto de justicia poética"

La gran actriz recogerá este martes el prestigioso galardón del Festival Internacional de Cine de Huesca

10 de Junio de 2025
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Charo López, Premio Luis Buñuel del Festival de Cine de Huesca. Foto Myriam Martín
Charo López, Premio Luis Buñuel del Festival de Cine de Huesca. Foto Myriam Martín

Por un rato, la plaza López Allué se ha convertido en un salón familiar, donde el talento se ha bebido disfrutando de cada sorbo, con el vermut del Festival Internacional de Cine de Huesca, y la memoria con sonrisa. Y en el centro, Charo López, dueña de todas las miradas, acompañada por su querido amigo y experto en el séptimo arte Luis Alegre. La actriz ha cautivado a los oscenses con su humor sereno, su lucidez intacta y una elegancia que no entiende de años.

Charo López (Salamanca, 1943), antes de ser una constelación, fue "india violada" en spaghetti westerns, filósofa de letras románicas y maestra. Alegre, que la conoció en los 80 gracias a Fernán Gómez, ya no la soltó jamás. El gran comunicador la ha presentado con sincera admiración. “Es un lujo tener a Charo López”, ha proclamado. “Desde finales de los 60 representa de lo mejor que sabe dar este país a la cultura”. 

La actriz, enseguida ha mostrado su agradecimiento por un galardón que parecía estar escrito para cerrar una herida antigua. “Con el premio Luis Buñuel se produce un acto de justicia poética,” ha confesado. Y ha pedido también un aplauso para Alegre, un ser que hace que todo le sea siempre fácil.

Luis Alegre -que estudió BUP y COU en Huesca- ha recordado haberla visto en Huesca en Manuela y haber caído rendido a sus pies. “Y hoy, aquella actriz que me embrujó, está a mi lado recibiendo este premio tan bonito", ha destacado. 

Luis Alegre y Charo López. Foto Myriam Martínez
Luis Alegre y Charo López. Foto Myriam Martínez

“Buñuel reparó en mí para interpretar a la Virgen María en La vía láctea. Tenía 25 años. Fui a París, hice la prueba. Él me miró, me dijo: ‘Por mí, vale’. Pero el sindicato de actores de Francia creía que no era lo suficientemente famosa para hacer el papel. Cogí un avión y me volví. Y ahora, mira tú por dónde, me dan este premio. Como si el destino me dijera: hemos pagado la deuda".

Debutó en Ditirambo (1967), después de que Gonzalo Suárez la invitara a lanzarse al abismo de la interpretación. Él fue su puerta de entrada al cine, su Virgilio, su amigo de rodajes y de silencios. Desde entonces, trabajó con los nombres más sonoros del cine español y cruzó todos los escenarios posibles: teatro, televisión, cine. Lo ha hecho todo, y casi siempre con una intensidad que dejaba huella.

“Estoy en un momento de mi carrera en que la agitación ha descendido", ha reconocido, por lo que el galardón que le otorga el certamen oscense, todavía lo aprecia más.

Ha recordado con mucha gracia cómo enseñaba cocina a las americanas en lugar de enseñarles español; cómo un tailandés que acudía a sus clases sólo porque le gustaban como las impartía le soltó un día “Bueno, chata, que me voy”; o cómo tuvo que encajar que no fuera para ella el papel de Fortunata -en Fortunata y Jacinta (1980)- y cómo se convirtió en Mauricia la dura, un personaje que resultó "maravilloso" y un rodaje que nunca podrá olvidar. "Ana Belén hizo a Fortunata, yo no la habría hecho tan bien. Pero a Mauricia, la hice con pasión”.

Charo López, Premio Luis Buñuel del Festival de Cine de Huesca. Foto Myriam Martín
Charo López, Premio Luis Buñuel del Festival de Cine de Huesca. Foto Myriam Martín

Fue Manuel Vicent quien la definió como “el símbolo de la luz al final del túnel del franquismo”. Y basta repasar su carrera para comprobar que no exageraba: su rostro elegante, su verbo agudo, su voz con alma de pentagrama y su compromiso silencioso la convirtieron, más que en una actriz, en una brújula para varias generaciones. 

Pero fue Los gozos y las sombras (1982) -y esa inolvidable Clara Aldán- la que la catapultó al Olimpo popular. “Me fui a Viena con la trilogía bajo el brazo, Marisol renunció al papel y me lo dieron. Me dio la vida”.

La escena de la masturbación, tan comentada como icónica, supuso un antes y un después en la televisión española. “Pedí que no hubiera nadie en el plató, y parecía el metro. Me dijeron, si es plano general, haz como si te duele la tripa. Si es corto, como si fueran un dolor de muela”, ha explicado entre las risas del público. Pero el impacto fue mayúsculo. “No podía salir a la calle. A unos les gustó y a otros no, pero me instaló en un lugar de privilegio en la profesión".

A partir de ahí, su carrera en la gran pantalla se tejió con directores que firmaron páginas memorables del cine español: La colmena de Mario Camus, Los paraísos perdidos de Basilio Martín Patino, Tiempo de silencio de Vicente Aranda, Lo más natural de Josefina Molina, Kika de Pedro Almodóvar, Plenilunio de Imanol Uribe, y Baby de Juanma Bajo Ulloa, entre otros.

Con Montxo Armendáriz, en Secretos del corazón (1997), conquistó el Goya a la Mejor Actriz de Reparto. “Me pidieron que desafinara y me dieron el Goya por desafinar -ha bromeado-. Tan segura estaba de que lo ganaba, que me levanté antes de oír mi nombre".

Pero en tono mucho más serio, ha descubierto la herida: “Esta profesión no soporta a las mujeres mayores. Ni el teatro ni el cine. Ni España ni otros países”, y ha sostenido que la mitad de se premio es de Vicky Peña, que le acompañaba en el reparto.

La belleza ha sido siempre su bandera, a veces involuntaria, a veces desafiante. “Seguramente es la mujer que más veces ha oído ‘guapa’”, ha observado Luis Alegre. Y ella ha respondido con desparpajo: “Desde que nací casi lo oigo a diario y no ha parado: guapa, guapa, guapa. Y si ocurre un día que no me lo dicen, me vuelvo loca", por eso, tiene claro una cosa: “Quiero que lo último que escuche antes de morir sea: ‘Qué guapa estás'".

No obstante, y regresando de nuevo a esas las zonas de umbría que también forman parte de la vida, ha afirmado que la belleza también ha sido un hándicap para su oficio. “Muchas veces me daban la lata no para ser mejor actriz, sino para estar más guapa. El rímel y el lápiz son mis armas de matar, es culpa vuestra.”

En el teatro encontró consuelo y también rebeldía. “Sé que soy fundamentalmente actriz cómica, pero no me han dejado,” confesó. Harta de prejuicios, se fue a casa de Darío Fo a pedirle los derechos de una obra “cuajada de comedia”.

Charo López, Premio Luis Buñuel del Festival de Cine de Huesca. Foto Myriam Martín
Charo López, saludando a su llegada e la plaza López Allué. Foto Myriam Martín

Con Tengamos el sexo en paz recorrió Argentina y España. Luego vendría Ojos de agua, monólogo basado en La Celestina, y su gira actual junto a Luis Santana, que espera que pueda aterrizar también en Huesca. “En España gusta muchísimo la poesía, y yo lo paso maravillosamente recitándola.”

En el tramo final de su intervención y respondiendo también a preguntas del público, ha comentado que ahora ha apostado también por la escritura. “Estoy en ello, pero me da pudor. Y es difícil escribir teatro”, ha admitido con franqueza.

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Charo López no ha parado. Ni siquiera cuando el cine ha querido jubilarla con etiquetas injustas. Ha seguido haciendo cortometrajes -como Alas de tiniebla, junto a su eterno Gonzalo Suárez—, series de televisión, recitales poéticos, teatro de resistencia y de belleza. También ha recogido premios: Espiga de Honor de la Seminci, cuatro Fotogramas de Plata, Medalla del CEC, Premio Sant Jordi, tres TP de Oro, y ahora, el Buñuel.

Y sin embargo, como buena mujer de teatro, sabe cuándo cae el telón y cómo despedirse. “Este premio cierra un ciclo. No sabéis lo agradecida que estoy", y ha recalcado cuál quiere que sea su último trabajo: "Antes de palmar quiero hacer una comedia y contar que ha llegado el final y que ánimo, que no pasa nada".

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