El Acto de Homenaje "Macario Olivera, un Oscense Universal y Transversal" se ha convertido en un hasta siempre impregnado en el histórico Salón Azul del Casino de calidad y de calidez, con una protagonista, la palabra o, en analogía religiosa, el verbo hecho carne. Ha sido la cita programada por Studiosi pro Universitate Sertoriana una delicia que ha analizado la condición de filántropo, profesor, sacerdote, escritor, persona humilde y, por qué no, polemista.
Una de sus obras discretas, anónima hasta su muerte, la donación de una cantidad importante para dos expediciones del cabo de la Guardia Civil Javier Martín Hernández ha sido el punto de partida con la emisión de nueve minutos del documental que, ampliado hasta 50, será estrenado próximamente con las peripecias del transporte de 27.500 kilos de alimentos a la Ucrania en guerra. Para sufragar gastos, Macario donó cuatro mil euros. Y otros mil para la tercera misión, rescatar a Lida, una joven embarazada en riesgo en el país en conflicto, para la que también contribuyó el altruista Olivera Villacampa.
El acto, en el que han colaborado el Ayuntamiento de Huesca, la Universidad de Zaragoza y El Diario de Huesca, ha seguido con el anfitrión organizativo, Bizén d'o Río, que ha ahondado en el camino del "teólogo, filólogo e historiador con uns profundos conocimientos y una férrea voluntad docente", un divulgador "renacentista que dominaba y conocía una amplia cantidad de disciplinas" (Lengua Latina, Literatura Española, Francés e Inglés, Religión, Filosofía e Historia de la Lengua Inglesa", además de constatar una "amplia profundidad investigadora". "Una persona pasional y polemista, pero muy humana". Y ha remembrado el mensaje navideño de 2022 que remitió a los Studiosi: "Surgió un sabio soldado romano llamado Quinto Sertorio".
Proseguía la bonita velada, trufada por las lecturas de párrafos del libro "La Universidad de Huesca, entre la memoria y el futuro" por dos usuarios de Valentia, Sergio y Lourdes, con la exposición de Marta Liesa, vicerrectora del Campus de Huesca de la Universidad de Zaragoza, que ha definido a Olivera como "profesor y compañero de a Universidad, pero sobre todo amigo", para completar un completo retrato de la faceta docente del homenajeado, y de "generosidad y dedicación"..
Otro amigo, José María Nasarre, vicerrector que fue del campus (también estaba presente en el salón otra exvicerrectora, Pilar Bolea), ha calificado a Olivera como un "profesor polifacético, cosmopolita y universal", que ha dejado una "densa y profunda obra fruto de su creatividad y constancia". Nasarre ha entrado en la labor histórica y artística en algunas parroquias de la Diócesis de Huesca como Tierz, Sangarrén, Quicena y Montesusín. Con un trato "muy humano y social", "pacífico y pacificador" y un carácter "altruista, con una enorme proyección de generosidad", ha concluido: "Su huella permanece entre nosotros".
En la calidez de Macario Olivera ha cimentado Ignacio Domingo, profesor y amigo del filólogo, un relato de una emotividad tan intensa como reconfortante. Ha recordado a la "persona humilde y reservada que escuchaba a los demás", a su condición de "oscense de fuera", a su preclaro discernimiento: "Veía más allá de la transparencia, vivió por y para los demás". Una glosa muy bella sobre la trascendencia en cada uno de los aconteceres de acario, que "formaba parte del paisaje de esta ciudad, que caminaba solo pero no en soledad" y que ha dejado un poso extraordinario entre sus compañeros docentes de la Universidad".
José Ángel Sierra, director del Centro Manuel Artero de Valentia, a la que el profesor Olivera donó su finca "La Olivera" en Arascués, se ha centrado en la voluntad benefactora del homenajeado. De sus relaciones con "una persona llana y generosa", además de "un erudito con una personalidad que acaparaba". Valentia, ha asegurado, estará eternamente agradecido a Macario, que incluso protagonizó una póstuma obra filantrópica al donar su coche, con el que conducía y no despacio, a un profesional de la organización, a sorteo.
El cierre del círculo era claro. Un cura y amigo. La persona que ha custodiado la religiosidad del pueblo natal de Macario, Lecina. José María Cabrero, con esa inteligencia natural que le caracteriza, ha hecho un recorrido por las raíces. Esas que Olivera compartió con otros preclaros sacerdotes, Damián Peñart, Antonio Broto... Hay mucha fe en Lecina, ha añadido, al repasar los atractivos del pueblo de la Carrasca milenaria y de su admirable convivencia.
"Macario era un hombre de fe que le llegó en Lecina, donde aprendió que el sacrificio y la perseverancia son fundamentales en la vida". Ha añadido que parte de los objetos de la iglesia de su pueblo fueron donados por el benefactor. Y ha lanzado una última idea de Macario, la unión con infraestructuras de su pueblo con Alquézar y los alrededores para atraer turismo a su pueblo. En el salón, el vicepresidente de la Diputación y también amigo del profesor, Ricardo Oliván, escuchaba junto a sus compañeros de ayuntamiento Leo Carranza, Fernando Sarasa y Ana Loriente.
Y así, dejando la última de las muchas palabras dichas en el aire hacia la eternidad, ha concluido el acto de justicia a un hombre del Renacimiento, a Macario Olivera, cuyo legado intelectual y humano aprehendemos para siempre. Dicho y hecho en un concurrido salón azul, ahora sí podemos descansar en la paz de haber recibido la inspiración del buen profesor, del generoso divulgador, del entregado pastor. Seguimos leyéndote y escuchándote, Macario.