La última voluntad de Macario Olivera ha sido cumplida. Tenía un destinatario, Valentia, y la entidad que preside Lorenzo Torrente y dirige Sara Comenge se ha dirigido este mediodía a la finca del escritor, historiador, profesor y sacerdote para realizar su deseo plasmado en el testamento: el sorteo de su coche, el Audi A1 con el que centelleaba en las carreteras por su afición a la velocidad.
Ha sido un rato plagado de recuerdos del "doctor Olivera", tal se llama la casa de la finca en Arascués que Macario había elevado con sudor y ahorros para finalmente donarla a Valentia con el objeto de que sea un espacio de esparcimiento y solaz para personas con discapacidad intelectual y también para los que padecen Trastorno del Espectro Autista.
Era un sorteo en toda su integridad, con la notaria Isabel Rufas para dirigir el ritual y para dar fe, con trabajadores de Valentia y amigos. Los aspirantes a ser sonreídos por la fortuna, más de veinte monitores que trabajan con los usuarios de Valentia, como dejó explicitado Macario. En los preparativos, los recuerdos del gran benefactor, persona excelente, mecenas y una personalidad plenamente implicado en la cultura y la sociedad altoaragonesas. Al final, Adrián ha sido el nombre que ha sacado la mano inocente. Todo humilde y con alegría, como ha sido en vida el sacerdote. Seguro que el afortunado siente la presión del pie de Macario en el acelerador, pero sobre todo la magnanimidad de una figura que ya es historia de Huesca.