Santiago Arranz: “Si los señores de la guerra dedicaran diez minutos a contemplar el mar quizá habría alguna esperanza para el mundo”

El artista serrablés transforma el océano en técnica y emoción en la galería Carmen Terreros de Zaragoza

23 de Septiembre de 2025
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Santiago Arranz, en la galería Carmen Terreros de Zaragoza. Foto P.J.
Santiago Arranz, en la galería Carmen Terreros de Zaragoza. Foto P.J.

Pintar el mar es proceder como el mar, crearte una técnica similar, generar un oleaje en la tela.” En su nueva exposición en la galería Carmen Terreros de Zaragoza, el artista de Sabiñánigo Santiago Arranz invita al espectador a subirse a las olas del mar y contemplar el mundo desde esta imponente atalaya, como un acto de revelación. 

Su pintura captura la intensidad del océano, la extensión infinita del horizonte y la melancolía como energía creadora, siempre en diálogo con el tiempo y el ritmo de la existencia. Libre de convenciones, persigue su visión única, equilibrando lo íntimo y lo monumental, para convertir cada lienzo en un espacio donde la naturaleza y el espíritu humano se encuentran, se contemplan y se reconocen.

PREGUNTA: ¿Qué significa para usted pintar un elemento inabarcable como el mar, que parece resistirse a ser atrapado en una imagen definitiva?
RESPUESTA: Mi mundo pictórico anterior al mar era un mundo bien delimitado, con figuras recortadas y definidas sobre fondos. Luego, con la introducción de las iconografías formales -adaptadas a proyectos arquitectónicos, como la Escuela de Restauración Capuchinas en Huesca o el Centro de Historias en Zaragoza y la importancia que concedo en este tipo de intervenciones a la simbolización del lugar- mi mundo se hizo aún más preciso: Contornos vacíos y formas monocromáticas que participaban del mismo material en el que estaban hechos los muros, el hormigón.

Inauguración de la exposición de Santiago Arranz en la Galería Carmen Terreros de Zaragoza. Foto GCT
Inauguración de la exposición de Santiago Arranz en la Galería Carmen Terreros de Zaragoza. Foto GCT

El mar, sin embargo, me ha dado la posibilidad de trabajar sobre un elemento líquido, inasible, lo que no quiere decir que no sean pinturas construidas atendiendo a una infinita variación de esos tres escasos elementos a mi disposición: el cielo, la línea de horizonte y el agua en una infinita variación de posibilidades donde cualquier visión y también la ceguera absoluta son posibles, lo que no quiere decir que se trate de pinturas informalistas a priori, aunque reconozco que en ellas el azar y el accidente son muy importantes.

Me gustaría aclarar antes de avanzar con la entrevista que mis trabajos inéditos sobre el mar que ahora se exponen en la galería Carmen Terreros de Zaragoza hasta el 25 de octubre, conformarán en el futuro el tercer elemento de este ciclo dedicado a la naturaleza, que terminará con el fuego y que ya comencé a principios de la pandemia con la tierra en 2020 con mi serie Paisajes pasajeros, paisajes de la Ribagorza, el entorno donde vivo, luego en 2023-24 con La lengua de los pájaros como representación del aire, y ahora, el mar, con Agua Sal y Melancolía.

El resultado final de este ambicioso proyecto ha sido dedicar cada año a una serie de obras, entre 70 a 100 piezas de pequeño formato relacionadas con cada elemento de la naturaleza y acompañarlas de una pieza monumental como contrapunto. Hacer dialogar lo épico y lo intimista, razón por la que en mis proyectos concedo una gran importancia a la escenografía de las obras en los montajes, lo que ayuda a comprender mejor la filosofía que encierran.

Santiago Arranz en su taller de Castejón de Sos (septiembre 2025). Foto P.J.
Santiago Arranz en su taller de Castejón de Sos (septiembre 2025). Foto P.J.

Del mar puedo decir que yo he pintado el mío, por tanto cualquier comparación con otros pintores del género sería un agravio comparativo al igual que entender que yo me vaya a convertir en un pintor de marinas, de pájaros o de bosques. Todo tiene un sentido final, lo que no quiere decir que no me lo haya pasado muy bien con esta serie, trabajando el mar desde el verismo, a partir de mis archivos fotográficos, en todas las estaciones del año, en toda su monotonía diversa.

Todas las obras son el mar en La Pineda, al lado de Tarragona, donde también trabajo una parte del año. Que se expongan como piezas independientes en la galería es otro modo de disfrutar de los lienzos y acuarelas que componen la muestra y valorar sus cualidades particulares, algo que a los coleccionistas les suele gustar, pero sin esta aclaración podría llevar a confusión a los que siguen mi obra multiforme y saben que siempre se sostiene en una propuesta de conjunto.

P: ¿Cómo dialoga en su obra la fuerza de lo natural con la fragilidad de lo humano?
R: Ese diálogo del hombre en el paisaje y la combinación de todos los elementos en una misma pintura ha sido recurrente en mi obra siempre, si bien es cierto que la desconfianza en el género humano a la vista de lo que estamos presenciando en la actualidad y, en consecuencia la crisis de la cultura humanista que había sido mi programa artístico hasta la llegada de la pandemia, ha hecho que este ciclo, este particular apocalipsis, en el que me he embarcado sea en el fondo un homenaje ordenado a la naturaleza, elemento a elemento, en el que el hombre pasa a ser un contemplador externo. Somos muchos los artistas de todas las épocas que hemos planteado desde la pintura la necesidad de animalizar el mundo para salvarlo de la destructora intervención del hombre.

Obra de Arranz, en la Galería Carmen Terreros de Zaragoza. Foto GCT
Obra de Arranz, en la Galería Carmen Terreros de Zaragoza. Foto GCT

P: ¿Qué papel desempeña la repetición en su proceso creativo: insistencia, descubrimiento, meditación o desgaste?
R: La repetición es una cuestión crucial cuando se trabaja con la naturaleza. Su persistencia y su vocación de prevalencia la hacen indeleble, lo que aumenta el sentido de su realidad. El trabajo del artista también nos recuerda este proceder en un ciclo que va del origen a la muerte y a un nuevo día. Poniendo en cuestión el absurdo vital del mito de Sísifo por el que la existencia carecería de sentido, cualquier persona debería luchar por materializar sus deseos. Todos trabajamos como el mar, creamos algo, luego se borra y volvemos a crearlo hasta alcanzar esa belleza frágil por donde se filtra en un instante toda la luz del arte y de la vida cuando, más que representar la naturaleza, la sentimos.

P: ¿En qué medida la contemplación del horizonte transforma la manera en que usted se enfrenta al lienzo?
R: Contemplo el horizonte y siempre lo he hecho. Mis pinturas hablan de futuro, pero no como el famoso cuadro “monje frente al mar” del pintor romántico Caspar David Friedrich, donde una minúscula figura contemplaba de pie la inmensidad del océano. Más allá de esa visión sublime del mar, en mi exposición, el monje ha desaparecido, el sujeto se ha disuelto en la sustancia y todos estamos fuera contemplando el cuadro.

"Frente al mar me quedo mudo y mis convicciones culturales se desvanecen"

P: ¿Cómo conviven en su pintura la abstracción y la figuración cuando se enfrenta a un motivo tan cambiante como el agua?
R: Cualquiera que pasee por el litoral, donde yo lo he hecho y lo hago a menudo, verá que es la representación de mi mar, que no se trata de pinturas abstractas, aunque de todo lo que he pintado hasta ahora, el mar sea como motivo, la gran abstracción. El mar encierra muchos misterios y puede ser interpretado como amenaza, aunque en la versión que yo he plasmado me ha interesado como argumento de vida, de insistencia en el existir. Frente al mar me quedo mudo y mis convicciones culturales se desvanecen. Es casi la representación de la nada, pero una nada elocuente. De hecho en las culturas orientales el agua representa el vacío, pero este silencio tiene el valor del habla, aunque en nuestra cultura occidental el horror a la no representación nos produzca desazón y pánico.

Santiago Arranz en Castejón de Sos (septiembre 2025). Foto P.J.
Santiago Arranz en Castejón de Sos (septiembre 2025). Foto P.J.

Sólo hay una manera de abordar la naturaleza de manera auténtica, y es, ser naturaleza, formar parte de ella sin querer dominarla, por eso ni el estilo cuenta en estas obras que tratan de representar los motivos de manera naturalista. Mi estilo basado en símbolos lo reservo como le comentaba al principio para los programas artísticos en espacios públicos que requieren una fuerte simbolización, o resimbolización, si la han perdido.

P: ¿Qué importancia concede al tiempo —sucesión, memoria, espera— en la construcción de estas imágenes?
R: El tiempo es un tema constante en mi obra, desde siempre. Pienso en una de mis primeras declaraciones en prensa a principios de los años 80 en la que decía “quiero hacer del hombre algo eterno”, cuando pintaba figuras humanas realizando acciones en paisajes abiertos, o ciclistas minúsculos en paisajes inmensos, que titulaba “Podría recorrer millones de años” en alusión al tiempo, a la huella que dejaban el paisaje las ruedas, como perspectiva futura.

Luego está el gran desarrollo artístico permanente del Centro de Historias de Zaragoza, 1998-2003, dedicado al concepto del tiempo inspirado por el planteamiento filosófico del tiempo cíclico y lineal según San Agustín, como mi obra más representativa de esta cuestión. Estamos hechos de tiempo y si lo que hacemos en arte no tiene tiempo, se queda en moda pasajera.

"La melancolía es el ritual previo de toda creación que pretenda ser profunda"

P: ¿De qué manera la melancolía se convierte en motor creativo en lugar de obstáculo?
R: La melancolía es el ritual previo de toda creación que pretenda ser profunda. Melancolía no es tristeza, es un estado de ánimo que ha regido el arte desde siempre. Los artistas, como seres proclives a ese estado melancólico, la buscamos como disposición de ánimo antes de crear y, gracias a ella, penetramos en los misterios de la existencia que nos permiten ver los abismos y las profundidades que, de otro modo, no veríamos.

P: ¿Considera que el acto de pintar puede ser una forma de regresar a lo esencial, de volver a un origen personal o universal?
R: No me gusta caer en ese reduccionismo estilístico. Se puede ir y venir, ser abstracto o figurativo, la evolución de un artista no es algo lineal. En mi ya larga trayectoria de 40 años de actividad he atravesado muchas etapas diferentes, pero siempre he querido ir hacia delante y evolucionar y, aun habiendo encontrado a veces fórmulas de éxito comercial, he arriesgado. Me gusta sorprenderme a mí mismo y siempre hago lo contrario de lo que la gente espera de mí. Me gusta mucho el retrato que el escritor Antón Castro me dedicó hace unos días con motivo de esta reciente exposición, que suscribo totalmente: “Santiago Arranz va a lo suyo, que es mimar su trabajo, experimentar, crecer, buscar, ser un constante inconformista..”

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P: ¿Hasta qué punto caminar, observar y dejar pasar el ritmo de las olas forma parte inseparable del gesto pictórico?
R: Ese ha sido mi observatorio artístico este último año, caminar, observar, escuchar el mar y meditar. Luego, en el momento de la realización, todo esto se convertía en un gesto inevitable. Requería de una gran concentración. Estas pinturas no admiten rectificados, el mar no se puede retocar. Además el mar es opaco y misterioso, se relaciona con la nada, pero nunca es nada. Generaba cierta incertidumbre crear a partir de ese caos informe hasta ver aparecer la eternidad y reconocías el momento de dejarlo ahí o volver a empezar de nuevo si no te satisfacía el resultado. Pintar el mar es proceder como el mar, crearte una técnica similar, generar un oleaje en la tela. El mar no lo pintamos, se pinta.

P: ¿Qué preguntas cree que el mar sigue planteando al ser humano contemporáneo, y cómo intenta su pintura acercarse a esas preguntas?
R: En algún momento en mi cuaderno escribí que si los señores de la guerra dedicaran diez minutos a contemplar el mar quizá habría alguna esperanza para el mundo. El mar empequeñece nuestra vanidad como un milagro, pero no lo queremos ver desde el punto de vista espiritual, sino sólo como entretenimiento, como sucede con la naturaleza en general. Pablo Neruda en su poema El mar, decía: Necesito del mar porque me enseña, no sé si aprendo música o conciencia. Meditar frente al mar nos devuelve al origen donde todo empezó y nos ayuda a recordar y sentir que por nuestras venas corre una parte de los océanos.

Además, como decía Federico García Lorca, el mar te trae las respuestas, aunque eso sólo pasa cuando tu mirada ya no ve sólo el mar sin confundirse con el sentimiento.

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