La ciudad imaginada por Severino Pallaruelo en Querido Materno (Xordica) irrumpió este viernes en el Salón Azul del Casino de Huesca, donde las voces del autor y del profesor José Domingo Dueñas desvelaron las claves íntimas de una novela que se adentra sin concesiones en las contradicciones, obsesiones y herencias ocultas de una familia poderosa.
El acto, organizado con la colaboración de la Librería Anónima, reunió a numerosos lectores que escucharon a Pallaruelo reflexionar sobre un libro que él mismo ha cosido “como un sastre”, cortando y recomponiendo “trozos de realidad y de imaginación”.
Tras las palabras de bienvenida del librero José María Aniés, José Domingo Dueñas subrayó la vigencia del autor en la literatura aragonesa y su capacidad para penetrar en la vida escondida de las ciudades pequeñas. “Cada convocatoria por una nueva novela de Pallaruelo es algo festivo”, afirmó.

Dueñas recordó además que Pallaruelo “aporta desde hace años a la cultura aragonesa sus obras desde perspectivas muy distintas” y destacó el “afán de verdad” que recorre toda su producción.
También repasó su trayectoria, señalando que el escritor “es historiador, geógrafo, etnólogo, fotógrafo, dibujante y sobre todo, contador de historias”. Mencionó obras como Viaje por los Pirineos Misteriosos de Aragón (1984), Las navatas (1984), Pastores del Pirineo -“reeditado sucesivamente”- y su primera ficción, Pirineos tristes montes, sobre la que Pallaruelo explicó que a pesar de su título, era el libro que "más alegrías" le había dado”.
Dueñas situó además Querido Materno en continuidad con las otras sagas del autor, como Bardaxí, que abarcaba “cuatro o cinco siglos”, y Ruido de Zuecos, con “mucho de autobiográfico”, y subrayó que en esta nueva obra convergen “la faceta del historiador, la del antropólogo y la del contador de historias”.
Añadió que Pallaruelo posee “una mirada singular para entrar en la vida oculta de las ciudades de provincias”, y destacó la empatía con la que construye a sus personajes: “Tú te preocupas sinceramente, hay una empatía clarísima por cada uno de ellos”.
Una de las referencias más significativas que asoman en Querido Materno, como indicó Dueñas, es La Regenta. Pallaruelo reconoció que esa novela la ha “admirado” toda su vida y admitió que al compararla con la suya sentía “vergüenza”, aunque no negó los paralelismos: “La he tenido en el pensamiento constantemente al describir la sociedad de esta pequeña ciudad provinciana”. Recordó también que uno de los personajes establece ese vínculo de manera explícita.

El título nace del uso del género epistolar y del magnetismo de un nombre dramático difícilmente olvidable: Materno, que el autor descubrió después en una lápida romana aparecida en Coscojuela.
Pallaruelo explicó que esta obra, pese a su forma de saga, es ante todo una novela de individuos, de personas. "Mi intención ha sido mostrar el alma, la psicología de nueve personajes”.
Añadió que su interés se dirige hacia quienes no han brillado socialmente: “Siempre me he sentido más atraído por los que no han logrado triunfar en la vida”.
Y rechaza los clichés. “Hasta el más malo hay un momento en el que hace algo que no es malo… y hasta el más bueno hace algo que no responde a esa bondad”. De ahí surge una de las frases clave del libro: “La avaricia tú la llamas avaricia, pero otro la llamará buena administración y economía”.
Entre las figuras de la primera generación, subrayó la relevancia de la presencia femenina en la novela y citó a Marina Biescas: “Una mujer extraordinariamente dura, perspicaz en los negocios, que asustaría a cualquiera que le debiera dinero”.
Al mismo tiempo, ella educa a sus hijas con criterios modernos, practica actos de caridad sinceros y construye una red de poder basada en cofradías y devociones. “Las redes han existido siempre y esta mujer teje en la ciudad una red basada en las relaciones religiosas”.
Mariano Luparuelo, por su parte, encarna la mentalidad más conservadora: “No puede haber sociedad sin autoridad y sin orden. El orden es que no se modifique lo que hay”. Desde esa visión paternalista del pasado, el personaje defiende una estructura social rígida que justifica la jerarquía entre nobles, obispos y campesinos.
La novela se origina tras la visita a un piso habitado durante más de un siglo, un espacio que Pallaruelo definió como “un ambiente agobiante, repleto de miles de objetos”. Esa acumulación terminó convirtiéndose en una metáfora del peso de las normas, la tradición y la religiosidad que impregna Sertoria.
En ese entorno, la devoción aparece en primer plano, mientras que la verdadera fuerza motriz permanece oculta: “La religión tiñe todo de manera explícita, pero el dinero lo tiñe mucho más, aunque de forma escondida”. Sobre ese trasfondo se despliega “una hipocresía que es el color general que marca las relaciones”.
La Guerra Civil aparece de manera indirecta, evocada “desde cosas aparentemente insignificantes”, como un trozo de metralla o una lata. El autor considera que aquel negro episodio de la historia de España guarda todavía muchas historias que irán aflorando.
Por otro lado, Severino Pallaruelo reconoció que durante años vivió atrapado en la nostalgia, aunque hoy adopta otra mirada: “La esencia de todo es el cambio, la evolución”. El final de la novela refleja esa aceptación: “Esto se va, pero otra cosa viene”.
El proceso creativo se prolongó quince años y estuvo lleno de dudas. En medio de ellas llegó a preguntarse: “¿Tiene derecho un autor a construir un personaje mezclando trozos de verdad y trozos de imaginación, como en un Frankenstein?”.
Finalmente asumió su oficio: “Me corresponde el papel de sastre… cortar, coser para acabar haciendo un traje que es la novela”.
El balance, pese al esfuerzo, fue positivo: “Aunque ha sido muy laborioso, lo he pasado bien y he aprendido”.