Esa estúpida idolatría por la estadística ha desviado la atención durante la semana: con un empate en Burgos, se bate la marca de Xisco en el Huesca. ¡Dios, qué necedad! Xisco, de infausto recuerdo, no puede ser referencia más que de mediocres, de pusilánimes y de engañabobos. De seguir tal doctrina, hoy habríamos de estar satisfechos porque, efectivamente, esta ha sido mejor primera vuelta que la de la temporada pasada. Pero, entonces, olvidaremos que con Ambriz vivimos durante unos partidos un fútbol cuyos quilates no volverán a verse en El Alcoraz hasta Dios sabe cuándo.
No, Cuco, no. Guárdate de esos cantos de sirena de las marcas. Y guárdate de las loas. Sigmund Freud sostenía que uno puede defenderse de los ataques, pero contra el elogio se está indefenso. Hoy por hoy, eres nuestro entrenador y cierto es que tu suerte es la nuestra. Pero, ya que hablamos de estadísticas, esos 7 puntos de 33 posibles son inquietantes. El esperpento de La Romareda deprimente. Y es muy preocupante que, poniendo "la cuconeta" -como gusta decir a algunos- en la retaguardia como una malla impenetrable, nos penetren (en el peor sentido de los términos) para marcarnos dos goles obscenos en Zaragoza. Y uno ridículo, tragicómico, hoy. En el tanto del Burgos, sólo ha faltado la música de Los Payasos de la Tele para ambientar la defensa de pandereta, en una partida de mus a varias bandas decidiendo quién despejaba para acabar decidiendo que el órdago había de ser del delantero rival.
No, es falso que la defensa del Huesca sea espectacular, aun reconociendo que es muy difícil probar a Andrés. Pero el camino, hoy por hoy, es descendente. Cada vez defendemos peor. Y lo de los córners es un sainete. Tirar más de una decena y ni uno solo con cierto nivel desdice uno de dos factores en juego: el trabajo en los entrenamientos o la ejecución. Ausente Marc Mateu, nadie sabe colgar un balón mínimamente disputable, y el colmo ha sido ver dirigirse a David Timor a botar uno. Molière esgrimía que la improvisación es la verdadera piedra de toque del ingenio, pero para serlo ha de haber talento. De lo contrario, convendremos como Shakespeare en que son mejores cuando se las prepara. No tiene pinta. Nadie, mirando a los ojos, puede sostener que el valenciano es un futbolista propicio para protagonizar lo que antaño se llamaba "medio gol". Tiene otras virtudes, pero no están en esa suerte.
Sería de una pobreza absurda interpretar el de Burgos como un gran punto. A mí, desde luego, no me ha dejado ningún buen sabor de boca. Puedo estar equivocado, lo admito, pero en esta ruleta rusa de los últimos partidos se aprecia una cierta sensación de desconcierto del entrenador (tan desafortunado fue dejar en el banquillo a Cristian como hoy a Gerard o Carrillo), un punto de impotencia porque tiene lo que tiene aunque defienda sus recursos con voluntad y psicología, y una constatación de que la planificación deportiva de las últimas temporadas que han desembocado en esta encrucijada es manifiestamente mejorable y, a la vez, difícilmente rectificable en el estado de cuentas del club.
Saldrán, eso sí, los puristas a recordar y a contextualizar. Y me parecerá muy bien (o no). Pero, ahora que el Niño Jesús nos alumbra con su luz, no estará de mal que la encendamos en el rincón de pensar. El Cuco, me consta, es persona reflexiva y, de hecho, se frota mucho la frente (fíjense en el gesto) en las comparecencias de prensa cuando reconoce los obstáculos en este valle de lágrimas. El 9 de enero será un nuevo año y nos gustaría que fuera un año nuevo. Que no es lo mismo, aunque lo parezca. Que los Reyes Magos nos traigan un macrobotiquín para los rotos y los descosidos que padecemos. Porque batir las minimarcas de Xisco no nos va a hacer mejores.
