El Comité de Disciplina de la Real Federación Española de Fútbol ha comunicado la suspensión de un partido a Sergi Enrich "por producirse de manera violenta con ocasión del juego o como consecuencia directa de algún lance del mismo".
El organismo federativo ha resuelto de la manera que ya se esperaba después de ser rechazada la apelación formulada por la Sociedad Deportiva Huesca en cuyo argumentario explicaba la realidad de un lance del juego en el que no hay intencionalidad ni relevancia.
Que no iban a atender la petición del Huesca ni cotizaba, estaba claro. Es el Comité de Disciplina órgano de pertinacia digna de mejor causa y, en sus elucubraciones, la cámara lenta impera, de tal manera que cualquier acción se convierte en punible nivel extremo.
Al final, en la realidad y vista la acción, todo el "mérito" hay que atribuirlo al VAR, en concreto a Iván Caparrós Hernández, que está especializándose en rearbitrar partidos del Huesca después del espectáculo ante el Racing de Santander el 19 de abril con tres expulsados en aquella nefasta tarde de la grave lesión de Dani Jiménez (en su grave lesión previa al empate, no llamó al trencilla González Díaz para que revisara el gol, sí en dos expulsiones). Su recomendación tuvo más carácter imperativo que consultivo después de que el colegiado, Rafael Sánchez, hubiera mostrado tarjeta al delantero centro del Huesca después de segundos de titubeo en que ni había pitado falta.
No deja de resultar curioso que los otros dos sancionados con un partido, Jon García del Albacete y Lopy del Almería, con el mismo argumento exactamente.