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Las batallitas del carca: los árbitros

25 de Agosto de 2022
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El criterio arbitral, ese misterio
El criterio arbitral, ese misterio

En contadas ocasiones he tenido que recurrir a cargar contra los árbitros en alguna de mis crónicas deportivas, y mucho menos titular con la actuación del trencilla. Muy grave tenía que ser el asunto para que Pichichi me permitiera tomarme esa licencia y lo máximo era describir su estropicio con un adjetivo calificativo o el señalamiento de las jugadas en las que pensaba que se había equivocado (no teníamos ni televisión ni VAR). Y siempre sin cargar las tintas.

Hasta un amigo como Fernando Tresaco, compañero de mili y ex árbitro, me comentaba que cuando él salía a pitar al extranjero, en esos países ni se anunciaba el nombre del ‘referee’, mientras que aquí se daban vida y milagros del colegiado para caldear la previa del encuentro y se recordaban errores anteriores que predisponían la interpretación de los hinchas a la mínima de cambio.

Aunque lo innegable es que dieron motivos más que sobrados los colegiados para dedicarles algún que otro piropo, como sí que hacían los aficionados más enfervorizados, hasta el punto de que alguno tuvo que salir por la puerta de atrás de El Alcoraz o escoltado por las fuerzas del orden para evitar desgracias mayores.

Huelga traer a colación la lista de las nefastas actuaciones -que las hay y muy abundantes-, y que están en la memoria de los seguidores azulgranas. Pero sirva como ejemplo la crónica que publicó la Nueva España del partido por la permanencia que se disputó en El Alcoraz el 17 de junio de 1973 entre el Huesca y el Guadalajara (2-1) y que provocó el descenso a Preferente de los azulgranas. En un recuadro bien remarcado se hablaba en estos términos: “Ustedes fueron testigos. Comedia, drama, teatro con unos actores bastante mediocres pero con dos protagonistas de categoría: el rubio ariete Ferrer y el colegiado navarro señor (?) Echevarría Sarasa, cuyos nombres no comprendemos cómo pueden figurar de cualquier manifestación deportiva. Pero... ¿Tan bajos hemos caído, para que "personajes" de esta calaña tengan cobijo en el seno de un club o de un Colegio de Árbitros? Ambas se merecen un castigo a perpetuidad. El delantero alcarreño porque su lengua, sus ademanes y su táctica antideportiva totalmente indignos de un atleta, de un deportista al fin. Y Echevarría Sarasa porque su ineptitud, su falta de fondo físico, autoridad y, sobre todo, por su indignante estafa al público, al que escamoteó no menos de veinte minutos de juego, no puedo para mí darle una sola oportunidad más”, remataba el articulista.

Otros cronistas de aquella época pedían sin reparos hacer el control de alcoholemia a los trencillas, pero hasta en esto se han serenado las aguas, que no en los errores de los árbitros, incluso ahora que disponen de toda la tecnología para hacer más sangrantes sus desaciertos.

Como aficionado que era cuando sucedió lo de Guadalajara -y vuelvo a serlo ahora-, mi opinión sigue siendo la misma: hay algunos muy malos y otros que simplemente se equivocan más de lo debido y exigible para su nómina, aunque ahora puedo exteriorizarlo desde mi asiento de socio, eso sí, sin insultar nunca a nadie.

No obstante, reconozco que cada día me cuesta más porque no acabo de entender ese maldito argumento en el que se escudan los entendidos: el criterio arbitral. Ese que cambia en cada  jornada, en cada área en un mismo partido o en función del color de la camiseta. Y de eso saben mucho los aficionados del Huesca, los de antes y los de ahora.

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