El profesor de Literatura, que andaba tan sobrado de conocimientos de grandes autores del Siglo de Oro como de histrionismo lingüístico, llamó ipso facto al bedel porque las clases se habían quedado sin luz. Con su tranquilidad providencial, el gran Manolo, todo un mito entre estudiantes y toda la comunidad educativa, llegó al aula y preguntó al docente qué se le ofrecía, a lo que éste replicó con una pregunta: "Don Manuel, ¿sabe cuál ha sido la causa o causas que han motivado el corte del fluido eléctrico?" El conserje, sin dejar resquicio tras el interrogante de cierre, contestó sin pestañear: "¡Pues que se han jodido los plomos!" La carcajada del alumnado traspasó el muro que separaba el Ximénez de Rada (chicos) del Príncipe de Viana (chicos) y se transmitió de generación en generación. De hecho, a mí me lo relataron mis hermanos, que me precedieron en el centro de la Plaza de la Cruz de Pamplona.
En aquellos tiempos en los que todo era más sencillo, que no quiere decir peor ni mejor, la respuesta inmediata fue concluyente. Los plomos se habían fundido, exactamente igual que, en el término metafórico, ahora mismo tenemos los plomos fundidos de los valores y del servicio. Le cuesta a uno, después de hablar además con expertos del sector, creer que cuatro días después, en el tiempo de la IA, de los 175 años de la Ingeniería Industrial y de todas las disciplinas tecnológicas, no exista una causa diagnosticada al apagón del lunes, que desnudó las carencias, las vulnerabilidades y las insuficiencias de nuestro estado de confort.
De dejá vu en dejá vu, de Manolo a Pedro Sánchez y sus mariachis, nos hemos encontrado con el retorno -nunca se fueron- de los dogmatismos energéticos, esos que condenan las centrales nucleares por perversas, peligrosas y antiecológicas, hasta el punto de que la retrógrada posición ha dado una vuelta de tuerca más en la explicación presidencial en el sentido de que la nuclear hubiera representado un problema en la recuperación del suministro... que por otro lado fue posible gracias al respaldo de Francia, nutrida de energía nuclear.
El caso cierto y único es que, más allá de la refriega política, a los ciudadanos no nos ha alcanzado una respuesta creíble, probablemente porque lo de los bulos no es una herramienta antigubernamental sino insistentemente gubernamental desde sus terminales mediáticas y desde ministros sin criterio ni solvencia intelectual. Sus únicos cimientos son ideológicos, sólo así se puede explicar el balones fuera de señalar a las eléctricas privadas, que hacen en ocasiones méritos para ser vituperadas, pero no con criterios dogmáticos. La constatación de que, en pensamiento crítico, vamos hacia atrás, al encuentro con aquellos tiempos en los que las afirmaciones estaban desprovistas de fundamento científico y la rebeldía acrítica a flor de piel.
Un buen amigo que lleva en este sector unas cuantas décadas me expresaba al día siguiente que Red Eléctrica tiene ingenieros de tal nivel que es imposible que no conozcan el origen. La presidenta, empero, sigue sosteniendo que tenemos el mejor sistema eléctrico del mundo, argumentario que como loros repiten los corifeos y que, pasado por el tamiz empírico, el real, el que hemos experimentado estos días, se disuelve como un azucarillo. Como aquella pretenciosidad del mejor sistema sanitario del planeta que dejó un reguero de decenas y decenas de miles de muertos en España. Aquí, como proclamaron los barbastrenses en Madrid, la única verdad apodíctica es que el rosa de Barbastro es el mejor tomate del mundo y "El mejor libro del mundo" de Manuel Vilas es tal, aunque sea por epígrafe.
En esta España que ha evolucionado la expresión popular de que "aquí no dimite ni dios" -que, por cierto, era relativamente incierta porque hace años esta sucesión de escándalos que sufrimos acababan en dimisiones o ceses-, la responsabilidad ha muerto y la superficialidad se enseñorea de los asuntos de interés general, devaluado hasta extremos insospechados. Por eso, estoy esperando a que nuestro sacrificado prócer convoque un nuevo Aló Presidente para prolongarlo con habilidad filibustera y terminar: "Después de largas e intensas jornadas sin descanso, de combinar la tortilla con cebolla y sin cebolla, podemos proclamar que el origen del apagón es que se han jodido los plomos. El comité de expertos constituido exclusivamente para afrontar una crisis más fenomenalmente resuelta por el Gobierno de la Nación ha ratificado la doctrina Manolo". Y a por otra cosa, mariposa.