El Síndrome del Cortado

13 de Noviembre de 2023
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He decidido hacer una aportación al pensamiento colectivo con la inauguración, para el resto del humanismo, de una expresión: el Síndrome del Cortado. Viene a ser una sucesión en real del virtual Efecto Google, ese que dice que, de comienzos de milenio (2001) a finales de la década reciente (2020), había visto mermar la capacidad de atención en una pantalla tecnológica de 10 a 7 segundos. Diez ya era un drama, siete una tragedia.

El ser humano se está acostumbrando insanamente a la pérdida inconsciente de sus facultades intelectivas e incluso de algunas partes de su cuerpo. Acríticamente, aplaudimos los panes blanditos insuficientemente cocidos y elaborados con materias del demonio. Ovacionamos los aires, las espumas, las costras del hielo líquido, los humos en la presentación de los platos y no nos detenemos a preguntarnos si, por falta de utilización imprescindible, acabaremos con los dientes. Como le dijo en cierta ocasión mi amigo Marcelo a Ferrán Adriá al acabar el festival del Bulli, "Ferrán, ¿tienes algo para masticar? Los dientes reclaman ejercicio". Aunque sea pensando en la Odontología, un poquito de por favor. Y en el buen gusto, porque donde esté un pan de pueblo...

Más inquietante, sin embargo, es la insumisión hacia el uso de las capacidades cazadoras del conocimiento. Descartado el cálculo porque ya nos lo hacen las calculadoras -las de los celulares, claro, que las antaño llamadas científicas son antigualla para el uso común-, en desuso la curiosidad porque las pantallas nos dan todo, sometida la observación a un puñadito de pulgadas que nos dejan ciegos o sordos funcionales -léanse nuestra entrevista a Nunila Gómez de Liaño en nuestro diario-, reducida la oratoria al conformismo de los mediocres, nos queda la memoria de quienes tienen -o tenemos- años (muchos, entiéndase).

Las leyes educativas, bodrios en líneas generales y preparadas para convertir a los seres hispanos en pollinos conformados con el pesebre, preconizan que hay que descartar la memoria y decantarse por métodos inductivos que, evidentemente, si no tienen ninguna base, toman la materia de la nadería.

Y así viene a resultar que los alumnos no de hoy, sino también de ayer y anteayer, no conocen no ya los afluentes, sino los ríos principales de España, creen que los Reyes Católicos eran unos coronados que no hacían más que rezar e incluso asienten cuando el adoctrinamiento vasco y catalán les dice que, palabrita de Dios, ellos han sido los perseguidos con España, pobrecitos de ellos que recibían a Franco bajo palio y recogían alborozados los recursos de todo el país para sus regiones mientras los extremeños y los aragoneses habíamos de ir a enriquecer el cinturón urbano de Barcelona para mayor caudal, poder y ostentación de los que acabaron montando el procés.

Me entusiasmó, como a todos, el relato de Sergio Paúl en la lección inaugural de curso de la Universidad de Huesca en el Colegio Imperial de Santiago, cuando explicitaba que el método de aprendizaje era memorístico. En otros foros, hubiera sido tildado de antiguo, cuando no de reaccionario. Sinceramente, prefiero no pensar en la hipótesis de ser operado por un cirujano que ha olvidado cómo se interviene mi corazón, pulmón e hígado, o ver cómo un mecánico se encuentra en un maremágnum de piezas ignotas porque, en las aulas, sus profesores comandados por la Celaá de turno les dijeron que "p'aqué", que ya lo descubrirán por sí mismos. Lo mismo, exactamente, que ocurre con tantos docentes adoctrinadoramente irresponsables que ocultan la verdad de los anales de este país. Y aborregan a las criaturas.

El Síndrome del Cortado, fruto absoluto de mi observación, es el que padece aquel camarero, aquella camarera a la que explicitas que lo quieres como Dios manda, con poca leche y si no es en invierno, fría. Ya no reclamas la espumita, ni el dibujo del trébol tan al uso, que además desgraciadamente no garantizan nada. Sucede este espectro cuando constatas, una vez servido, que es un pozal de más café con leche, que hierve y que, además, el riesgo de que la evolución de los cambios sea errónea es altísimo. Todo sucede en el intervalo entre la demanda y la elaboración, apenas segundos en los que de la mente se le han borrado los requerimientos.

El Síndrome del Cortado, pero a lo bestia, lo tienen Pedro Sánchez, Patxi López -este además tiene el 'escarnio' de haber gobernado con el apoyo del PP, "la derecha más dura de Europa', como proclama el mequetrefe- o los mismísimos Puigdemont, Jonqueras y Ortúzar, con la conexión entre ellos de que la mentira es de uso común pero el futuro presidente lo hace cambiando de opinión. O de memoria, como el camarero. Con la diferencia de que sus segundos para variar el café para todos los españoles por güisqui on the rocks para los suyos son tan afortunada como infructuosamente afeados por todo el mundo judicial -incluso "los suyos"-, los inspectores de Hacienda, los empresarios, los funcionarios de la Seguridad Social y muchos millones de españoles. Que recuerdan lo que decía y lo que dice el presidente. No por las asociaciones de periodistas y muchos medios de comunicación, putos dueños del presebre. Todo por el poder apoyado por poco más del 5 % de la población y por una carencia total de respeto a la ley. Por el bien de España, esperemos que el cortado se les agrie. No merecen menos.

 

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