Barbastro en honor del Centenario de Hermanitas de los Ancianos Desamparados: "Lo vuestro es un escándalo de bondad!"

La ciudad agradece el trabajo con los mayores y Ángel Pérez Pueyo abunda en el futuro desde la semilla: "¡La que liaron en Barbastro un cura y una monja!"

28 de Octubre de 2025
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Las jotas de Javier Badules por el Centenario de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Barbastro

La Catedral de Barbastro y el Museo Diocesano se convirtieron en espacios para un entrañable homenaje a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados con motivo de su centenario, que fue la perfecta causa para cantar misa, para cantar jotas y para reflexionar en torno a la realidad de las personas mayores en la Diócesis y en la provincia.

Las Hermanitas, tan acostumbradas a la humildad y el sigilo con el que pasan por la vida sirviendo a los mayores, fueron en esta ocasión objeto de tributo en el que la ciudad reconoció sus desvelos por la parte más sensible de la sociedad durante una centuria.

La solemne eucaristía estuvo cuajada de símbolos, y comenzó con las palabras de la superiora provincial, enmarcando el aniversario. Las ofrendas, que portaron religiosas y residentes, llevaron al altar, además del pan y el vino, cinco rosas rojas -una por cada una de las religiosas de Barbastro-, un cirio conmemorativo, la llave original de la casa y los libros de nómina que recogen los nombres de las Hermanitas y de los ancianos que han formado parte de esta Casa durante un siglo, “como memoria agradecida y como compromiso de fidelidad para el futuro”. La superiora de la comunidad barbastrense, sor Aurora Gómara, ofreció la Bendición del Santo Padre, León XIV, a la comunidad de Hermanitas y Ancianos que leyó la delegada de Celebración, Silvia Peropadre, al término de la misa.

En la homilía celebrada en la seo barbastrense, con alcalde y corporación municipal junto a otras autoridades civiles y militares y la Madre General y Provincial presentes, Monseñor Pérez Pueyo definió la jornada como "un día de gracia" y celebración de cien años de presencia ininterrumpida, motivo sobrado para "dar gracias por este “milagro cotidiano” de caridad, discreto pero constante, que ellas encarnan cada día entre nosotros".

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La semilla se puso el 27 de enero de 1873 en la capilla del antiguo Seminario en la que diez jóvenes recibieron el hábito para iniciar el noviciado. Teresa de Jesús Jornet, "maestra menuda pero con el alma grande", fue nombrada tres días después Superiora General. Y el segundo personaje imprescindible fue el sacerdote Saturnino López Novoa, "aquel cura bueno, profundamente enamorado de Dios y de los pobres". En el tono que convierte el humor en prodigio, Ángel Pérez exclamaba: "¡La que liaron en Barbastro un cura y una monja!". Una "revolución evangélica, un gesto profético en un siglo XIX que, como el nuestro, conocía el abandono, la desigualdad y la indiferencia hacia los más débiles".

A Saturnino López Novoa, profesor, canónigo, secretario del obispo, escritor, confesor y predicador, añadió el obispo Ángel una definición trascendental: "Instrumento de la Providencia. Y, como todos los santos, supo que las grandes obras no se hacen solas". Y ahí "la chispa prendió" cuando se encontró con Teresa de Jornet. Quedó alumbrada una idea: "Cuidar los cuerpos para salvar las almas". Y, bajo esta convicción, emanó "la familia espiritual que ha acompañado a miles y miles de ancianos durante más de medio siglo".

Enumeraba la labor de una Congregación con 204 casas en 22 países con una verdad apodíctica: "La Casa Madre espiritual está aquí, en Barbastro", y por eso la acción de gracias del centenario proclama: "Volvemos al primer amor".

El prelado abundaba en que en tiempos de individualismo su "presencia, queridas hermanitas, es un escándalo de bondad. Una provocación evangélica". "

"Vosotras os levantáis a las seis, comenzáis el día en oración, y lo dedicáis entero a los ancianos: cuerpo, alma, necesidades, sonrisas, silencios, despedidas… “Aquí me quieren” —dice alguno de ellos. Y eso lo dice todo. Hoy, en este aniversario, os decimos en nombre de toda la diócesis: ¡gracias! Gracias por vuestros pasos silenciosos, por vuestra paciencia, por vuestro cariño sin condiciones, por seguir creyendo —como don Saturnino— que la caridad bien organizada puede cambiar el mundo", sostenía con su autoridad del conocimiento el jerarca.

Ángel Pérez Pueyo, parafraseando al Papa Francisco ("Una sociedad que no cuida a sus ancianos ha perdido su memoria y su alma"), ha defendido la actualidad del Evangelio ratificada por este Centenario que, a su vez, pregona que "las personas mayores -tantas veces olvidadas- siguen siendo un tesoro vivo". "Y a todos nosotros, esta fiesta nos recuerda que tenemos una misión: hacer de nuestras parroquias, comunidades, residencias, casas… hogares de misericordia. No es necesario fundar una congregación, pero sí es urgente vivir la caridad como estilo de vida", concluía el obispo.

LA REALIDAD DE LOS ANCIANOS

En el Museo Diocesano, una amplia mesa con presencia de las representantes de la Congregación, del Ayuntamiento (Blanca Galindo) y el propio obispo sirvió para contextualizar la realidad de la atención a las personas mayores.

Ángel Pérez Pueyo estimaba en 1.300 personas las acogidas en las 23 residencias públicas y privadas de 15 municipios de una Diócesis cuyo padrón se estima en torno a los cien mil habitantes. Atendiendo a las estadísticas del INE, el 23 % de la población tiene más de 65 años, y en una estimación se calcula que 11.600 personas tienen entre 65-75 años, 7.800 entre 75 y 85 y 3.200 entre 85 y 95. Una realidad demográfica que demanda respuestas serias y eficaces crecientemente.

De la palabra hablada a la cantada en voz de Javier Badules ya en horas de mesa y mantel: "El cantar es necesario/ en Barbastro a sor Aurora/ el cantar le es necesario/ organizar tan bien / este primer Centenario". Reconocimiento a la responsable de organizar los actos. "Suena el canto regional/ por Sor Alicia este día/ suena el canto regional/ ella es de las Hermanistas / y de toda la provincia", otra para la Madre Provincial. Tercera, "Don Ángel, gran homilía/ ha dedicado en la misa/ y ahora en el hotel Mi Casa/ vais a rematar el día/ pues a todas buen provecho".

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