Hace unas semanas, en el Restaurante Kentia de Zaragoza, asistí a un evento que me hizo preguntarme si la gastronomía aragonesa se ha convertido en una fiesta del puchero con corbata: la XIII Ruta del Cocido de Aragón, organizada por Bodegas Carlos Valero. Sí, has leído bien: una bodega nos anima a zampar legumbre y tocino durante cinco meses (¿qué puede salir mal?), del 15 de noviembre al 15 de marzo.
La organización (o cómo vestir un guiso de gala)
La promotora de todo este sarao del cocido invernal es, nada menos, Bodegas Carlos Valero, que ha tomado su pasión por un plato de cuchara y la ha convertido en un negocio con corona. Según su web, lo que empezó como la ilusión de Carlos Valero, distribuidor de vino en Zaragoza con más de 25 años de trayectoria, se ha transformado en toda una ruta con más de 100 locales por todo Aragón.
Como no podía ser de otra manera, el evento tiene su protocolo, sus padrinos y su maridaje: para esta edición, el vino elegido es de Herederos de Marqués de Riscal, y la sobremesa corre a cargo de la ginebra Vínica, la única ginebra aragonesa destilada de garnacha.
Además, aunque no es una “ruta humilde”, sí se presta a la humildad del cuchareo: cada restaurante decide qué día de la semana servir su cocido, algunos solo bajo encargo.

Patrocinadores y aliados gourmet
Vale, todo esto suena muy digno: una bodega, sumilleres, vinos finos, ginebra aragonesa. Pero ¿quién AVALA semejante desfile? Aquí va lo interesante: en la presentación de esta edición se vio a Rafael Ansón, figura casi sacerdotal de la gastronomía (ex presidente de la Real Academia Española de Gastronomía), algo que convierte un simple cocido en algo así como un sacramento.
También hay gestos institucionales, aunque no todos lo digan muy alto: la presencia mediática en medios gastronómicos, blogs, webs locales y prensa convencional ha sido intensa, lo que sugiere que esta ruta no es solo una excusa para comer, sino también para promocionar a los restaurantes adheridos…
La geografía del puchero: por todo Aragón
No pienses que esto se queda en Zaragoza: la Ruta del Cocido se extiende por las tres provincias aragonesas —Zaragoza, Huesca y Teruel—, con más de un centenar de restaurantes participando.
En Zaragoza capital, por ejemplo, tienes locales en el Casco Histórico como La Lobera de Martín (miércoles), El Disfrutón, Casa Agustín, Bodegón Azoque o Chakana si te va la exclusividad. También hay sitios fuera de la ciudad, en El Burgo de Ebro, María de Huerva, Cariñena, Luna… vamos, que si quieres hacer una peregrinación del cocido no te faltan paradas. Pero esta ruta no solo se limita a Zaragoza y provincia: encontramos locales oscenses como Taberna El Fosko, Restaurante Encantaria en Villanovilla, Hotel Balaitus y Cambium Restaurante en Sallent de Gállego. Teruel tampoco se queda atrás con un único participante, el conocido Restaurante Yaín en Teruel capital.
Los cocidos más extraños (o “atrevidos”)
Y ahora llegamos a la parte jugosa: no todos los cocidos de esta ruta son los de la abuela que echaban en casa el domingo con sus tres vuelcos. No señor. Hay versiones tan raras que te harán dudar si realmente estás comiendo un cocido, o tomándote un experimento guisado de laboratorio.
Entre las propuestas más originales:
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Arroz de cocido: alguien decidió que juntar legumbres, carne y sopa no era suficiente, así que lo convirtió en un arroz meloso.
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Olla tensina: una versión de la olla tradicional, con un toque local y cambios que le dan un aire casi patrimonial.
- Cocidos marineros o asiáticos: sí, has leído bien: hay interpretaciones con alubias blancas y negras, toques orientales o acercamientos al ramen, lo que convierte al cocido en un plato transnacional, casi un embajador culinario global.

Y mientras unos se empeñan en preservar el cocido ancestral, otros lo reinventan como si fuera un startup gastronómico: “cocido 2.0”.
¿Merece la pena ir “de propio” o es puro postureo?
Si me preguntas a mí (y sé que lo has hecho en tu cabeza), este evento da para dos lecturas:
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Visión romántica: es una celebración de la cuchara, del invierno, de lo tradicional con un toque moderno. La bodega, que empezó con Carlos Valero y su gusto personal, ha conseguido reunir a cocineros para dignificar un plato humilde. Puede verse como un homenaje sincero al cocido, versionado, reinventado y compartido por toda la comunidad aragonesa.
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Visión crítica: es un ejercicio de marketing para aprovechar el momento de postureo en el que los hipster mojan sus barbas en caldos contundentes. Se pone un nombre rimbombante (“Ruta del Cocido”), se moviliza a medios y figuras de prestigio, se marida con vinos premium y ginebra local, y se liga todo a un negocio. ¿Cuántos de los restaurantes apuntan al cocido solo para esos meses? ¿Cuántas de esas “versiones raras” son un guiño moderno para llamar la atención, más que una reinterpretación verdaderamente sentida?
Al final, hay algo de eso: un poco de amor al cocido, un poco de marketing con todas las de la ley. Pero, seamos justos, ¿quién no disfruta un buen cocido, especialmente si viene con vino y ginebra? Yo me apunto la primera.
¿Merece la pena?
Para mí es un “TÚ SÍ QUE VALES” porque celebro que tengamos una ruta del cocido en Aragón. Me parece encantador que en pleno siglo XXI un tipo llamado Carlos Valero empuje a la gente a comer guiso y a brindar con vino. Pero me divierte aún más cómo ese simple puchero se convierte en un evento gourmet, con protocolos, padrinos, maridajes y propaganda. Es como si la abuela de todos nosotros hubiera sido promovida a influencer gastronómica.
Si eres fan del cocido clásico, o si te van las fusiones estrambóticas, esta ruta tiene algo para ti. Solo ten cuidado: podrías terminar con una resaca de vino maridado con sopa de garbanzos. Pero, ya sabes, todo por el bien de la gastronomía.
Para más detalles sobre los locales, los cocidos participantes y los menús, puedes consultar toda la información en la web oficial: https://rutadelcocido.com/.