¿Pero por qué a mí? ¿Por qué las redes sociales me castigan con el látigo de la estulticia ajena? ¿Qué hice yo, más allá de abrir una cuenta de Instagram, para merecer semejante lluvia dorada de gilipolleces a presión? El otro día, sin ir más lejos, porque si voy más lejos me da un ictus de pura desesperación, me encontré con una nueva joyita que se ha hecho viral: "El agua deshidrata".
Respiremos. Aunque sea con una pajita de papel biodegradable.
¿CÓMO QUE EL AGUA DESHIDRATA? ¿Estamos bien? ¿Estamos todos bien? ¿Alguien ha llamado ya a los servicios sociales del sentido común?
Verás, querido lector con todas tus neuronas aún en funcionamiento, esta afirmación no la dijo un cómico ni un personaje satírico. La dijo, con tono grave, una de esas criaturas salidas del ecosistema de los “health coaches” que un día se leyeron medio post de un blog sobre nutrición cuántica y ya van por la vida recetando pseudociencia con la misma seguridad que un cirujano cardíaco tras cuatro carajillos bien cargados de Soberano.
Sí, lo dijo en un video con subtítulos, voz suave, fondo blanco, un mat de yoga de por medio y, por supuesto, una botella de agua filtrada con cristales energéticos. “Cuidado con el agua”, decía, “puede deshidratarte si no tiene electrolitos”. Y yo, mientras tanto, con una botella de agua en la mano y la fe en la humanidad por los suelos, contemplando cómo la ignorancia se autopropulsa con likes y reposts.
Vamos a ver: hidratación = agua. ¡Agua, por el amor de Darwin! Viene del griego hydor, no del esperpento mental que se monta una influencer con el pH del zumo de apio. El 60% de nuestro cuerpo es agua (aproximadamente, antes de que alguien levante la mano para quejarse). ¿Qué demonios estamos haciendo escuchando a alguien que dice que esa misma agua “nos deshidrata”? ¿Y por qué ese alguien tiene más seguidores que Aristóteles, Hipócrates y Marie Curie juntos?
Claro, la lógica aquí se cae más rápido que una conexión wifi en casa de tus abuelos. Resulta que, según estas mentes iluminadas por una lámpara de lava, si no le añades electrolitos al agua, esta te “roba los nutrientes”, como si el agua fuera una ladrona de guante blanco con sed de minerales. De repente, beber agua del grifo es un acto suicida. O peor: una moda anticuada.
Aquí es cuando una persona normal, con tres dedos de frente y una educación básica, se pregunta: ¿dónde están los límites del disparate? ¿Cuándo fue que pasamos de preocuparnos por el cambio climático a preocuparnos por si el agua “desmineralizada” nos va a secar como una uva pasa?
La culpa, como siempre, la tienen esos algoritmos con alma de diablo burlón. El algoritmo no premia la verdad, premia la gilipollez con buena iluminación. Cuanto más ridícula es la afirmación, más alcance tiene. Un biólogo explicando cómo hidratarse correctamente no tiene ni la mitad de visibilidad que la señorita del zumo de luna llena diciendo que el agua natural “chupa tus electrolitos” como si fuera un vampiro molecular.
Y, claro, ahora hay legiones de seguidores llenando sus botellas con sales del Himalaya, gotas de magnesio y lágrimas de unicornio, mientras miran con desprecio al que simplemente se sirve un vaso de agua del grifo. Porque, ojo, ahora ser una persona normal, que bebe agua normal, es de pobres. O peor aún: de ignorantes.
¿Dónde quedó esa sana costumbre de beber agua porque tienes sed? Ahora no. Ahora tienes que programar tus tomas hídricas como si fueras un triatleta entrenando para los Juegos Olímpicos del delirio. Que si agua alcalina, que si agua estructurada, que si agua con código QR energético… ¡lo que les daba yo iba con la mano abierta!
Venga va, espóiler: el agua NO deshidrata. El cuerpo necesita agua y punto. Sí, en ciertas situaciones extremas (deporte de alta intensidad, diarreas brutales o vivir en Mordor, que estamos ahí ahí con estos calores), puedes necesitar electrolitos. Pero para ti, Camila YogaCoach, que te pasas el día sentada frente a un iPhone recomendando que la gente beba “agua con minerales energéticos”, lo único que te falta de verdad es un curso intensivo de ciencias de 3º de la ESO.
Pero no me hagas mucho caso. Yo solo soy una persona cansada. Cansada de vivir en una distopía donde cada día me despierto con una nueva consigna estúpida: que si el sol da cáncer (¡pero también lo cura si haces helioterapia en ayunas!), que si las vacunas modifican tu ADN pero el café con setas te eleva la frecuencia vibratoria, que si el agua deshidrata... ¿Qué será lo próximo? ¿Que respirar oxígeno envejece? ¿Que dormir 8 horas provoca microagujeros negros en el cerebro?
Terminando que me engorilo… No, amiga mía, el agua no te deshidrata. Lo que te deshidrata es tragarte sin filtro las gilipolleces que circulan por redes. Lo que seca el alma es la estupidez viral. Lo que te drena la energía es ver cómo los seguidores de estos influencers se multiplican como esporas mientras tú, con tu botellita de agua normal y corriente, te preguntas si estás loco tú o el mundo entero.
Y yo, desde aquí, solo puedo decir: que alguien me pase una botella de agua. Pero normal. Sin etiquetas místicas. Sin sales mágicas. Sin la bendición de un gurú nutricional de TikTok. Solo agua.
Y si puede ser, que me la lancen fuerte. A ver si así me despierto de esta pesadilla líquida.