La incongruencia del sándwich vegetal y otras fábulas

Gastrónoma y bromatóloga
16 de Septiembre de 2022
Sándwich vegetal. Racool studio

Como decía en el siglo pasado el genial D. Ramón Gómez de la Serna, ‘La incongruencia es el mal de este siglo’, a lo que yo apostillaría que se está alargando demasiado, tanto que es el mal común de nuestros días.

Volviendo a mi querido diccionario de la RAE -debo de ser de las pocas personas que tienen un acceso directo en su móvil y por TOC, lo consultan varias veces al día-, la incongruencia es la ‘falta total de coherencia entre varias ideas, acciones o cosas’. Y para mí, no hay cosa más incoherente en la carta de un bar o cafetería, que el sándwich vegetal.

Como algunos decís y me ‘criticáis’ por ello - siempre de muy buenas formas y maneras -, solo doy cremita de la buena a la hostelería y no le meto el dedo en el ojo a nadie en ningún momento, me he decidido a contar en estas líneas algo que ‘me inquieta, me atormenta y me perturba’ desde hace tiempo: la existencia de los clásicos y vintage sándwich vegetales.

Compuestos básicamente, salvo contados arranques de creatividad, por hojas de lechuga, tomate, cebolla, y en algunos casos espárragos y pepinillo, la cosa empieza a torcerse cuando entran en escena los ingredientes desubicados: el atún y el huevo. Bien, a veces cuando leo esto en alguna carta me gusta imaginarme en qué tipo de árbol crecen las latas de atún en escabeche o de qué mata se recolectan los huevos. ‘Jautadicas’ mías, pero que responden a ese punto de chirrío mental cuando ves que algo no te cuadra. Lo he hablado con algún que otro camarero y hostelero y la respuesta suele ser bastante
similar, encogimiento de hombros y como mucho un ‘pues siempre se ha hecho así’.

Llamadme revolvedora, pero que las cosas se hayan hecho siempre de un determinado modo, no quiere decir que sea el correcto o que su eficacia haya sido la adecuada. Lo cual me lleva a pensar en mi trabajo y las reuniones en las que ese argumento ha sido expuesto como eje principal del discurso… ‘Esto lo hemos hecho así siempre’, ‘Llevamos toda la vida haciéndolo así y nos ha ido bien, o el socorrido ‘Para lo que me queda en el convento…’, mi favorito entre todos.

La ‘resistencia al cambio’ lo llaman y siempre lo he oído de boca de hombres… nunca de mujeres. Un dato a tener en cuenta. 

Así veo cómo en el sector en el que trabajo, muchos restaurantes, eventos o congresos gastronómicos, medios relacionados con la gastronomía… adolecen de una cierta pátina de naftalina que es contraproducente para el sector. Y eso también me chirría - ahí ya no os voy a decir lo que me imagino colgando de los árboles -.

Afortunadamente, y como ellos mismos dicen, les queda poco en el convento y están dejando paso a una nueva generación de personas con mente abierta, ganas de trabajar y de comerse el mundo, o en su defecto, un sándwich de verduras braseadas, que eso sí que es un sandwich vegetal sin incongruencias. Y el huevo duro, que se lo coman otros.

Etiquetas: