Manel Sánchez sostiene que la espiritualidad puede ayudar a encarar los temores existenciales

El presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría defiende en Huesca el valor terapéutico de lo trascendente

16 de Mayo de 2025
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Espiritualidad, fe, muerte y salud mental. Vídeo Myriam Martínez

Una charla que abrió un horizonte de esperanza. Así podría definirse la intervención del doctor Manel Sánchez Pérez, presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría, quien ofreció el este jueves, 15 de mayo, la conferencia titulada “Trascendencia, espiritualidad y salud mental: ¿necesitamos creer?”, con la que se cerró el ciclo “Ansiedad, salud mental y trascendencia”. Su exposición, serena y profundamente reflexiva, exploró la idea de que la dimensión espiritual, comprendida con rigor y apertura, puede ser una vía legítima y fértil para abordar los temores existenciales que atraviesan a la sociedad actual.

El doctor Sánchez, que también dirige el Área de Gestión del Conocimiento de la Fundación Hosptalarias Martorell y la Cátedra de Psiquiatría Geriátrica de la Universidad Autónoma de Barcelona, estuvo acompañado por el doctor Javier Olivera Pueyo, jefe de sección del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario San Jorge y profesor permanente de la Facultad de Medicina de Huesca.

Durante su intervención, el ponente ofreció un marco conceptual que ayudó al público a discernir con mayor claridad los términos fe, espiritualidad y trascendencia. Explicó que son nociones utilizadas con frecuencia en debates sobre el sentido de la vida, aunque no siempre se definen con precisión. Señaló que “la palabra ‘creencia’ funciona como un marco que engloba muchas formas de convicción, entre las cuales puede estar la fe, que no siempre está vinculada a una confesión determinada; puede referirse a una escuela filosófica o a una idea política: es una creencia firme”.

Desde su perspectiva, la fe se caracteriza por ser una convicción que no exige demostración empírica, una confianza absoluta en una idea o figura a la que uno se adscribe. Esto, señaló, la sitúa en un plano distinto al del método científico, lo que “no significa que no pueda haber un diálogo entre fe y ciencia”.

Criticó la visión reduccionista que enfrenta ambos ámbitos, al considerar que no son excluyentes, sino que operan con herramientas distintas. Añadió que pretender analizar la fe con los instrumentos de la ciencia resulta inadecuado, ya que pertenecen a marcos ontológicos diferentes.

Para ilustrarlo, afirmó que “lo espiritual es la realidad que no está en lo material, en la que hay una intuición de que existe”, y añadió un ejemplo revelador: “Existe el amor hacia una persona, y ese amor no se puede estudiar, salvo en sus efectos fisiológicos. Pero la razón profunda, el porqué de ese amor, escapa al análisis científico. No sé si sería una idea espiritual, pero se acerca bastante”.

Definió la trascendencia como la capacidad de ir más allá de lo demostrable. Afirmó que muchas personas, al reflexionar sobre la muerte, adoptan una mirada trascendente, que no se detiene en el hecho físico de morir, sino que se pregunta por lo que puede haber después. Esta actitud, explicó, implica algún grado de fe o convicción, aunque no necesariamente se enmarque en sistemas religiosos definidos.

Advirtió, no obstante, sobre el riesgo de banalizar estos conceptos si no se fundamentan con rigor. Alertó frente a discursos esotéricos o caricaturescos que, aunque también se alejan del método científico, ofrecen explicaciones o hipótesis sin base demostrable, e incluso, a veces, contrarias a la razón.

Desde su punto de vista, vivimos una época en la que se percibe un claro retroceso de la religión institucionalizada en países como España. Sin embargo, esta pérdida convive con un auge de formas alternativas de espiritualidad, lo que consideró expresión de una necesidad humana profunda. “Hay espiritualidades más aceptadas y otras más cuestionadas, pero todas responden a la necesidad del ser humano de alguna idea de trascendencia. No necesariamente religiosa, pero sí vinculada a una búsqueda que forma parte de su esencia”, señaló.

Javier Olivera y Manel Sánchez. Foto Myriam Martínez
Javier Olivera y Manel Sánchez. Foto Myriam Martínez

El doctor Olivera destacó el recorrido histórico presentado por Sánchez -apoyado en imágenes sugerentes- que abarcó desde prácticas rituales prehistóricas hasta formas contemporáneas de espiritualidad, pasando por culturas como el Egipto antiguo. Subrayó cómo, en todas las épocas, la espiritualidad ha estado presente como necesidad y anhelo constantes.

Buena parte de la reflexión del presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría se centró en dos interrogantes fundamentales: el miedo a la muerte y la búsqueda del sentido. Consideró que ambas cuestiones están profundamente conectadas y constituyen motores esenciales de la experiencia espiritual. Lo expresó así: “Están muy relacionados. Lo que mueve con más claridad esta intuición espiritual que ha tenido la humanidad desde siempre es intentar entender la muerte. No solo aceptarla, aunque eso puede ser muy difícil, más en unas muertes que en otras, sino también buscar un sentido a la vida que nos permita comprender esa realidad inevitable en todas las culturas y épocas”.

"Si no fuera por esa intuición espiritual, la idea de la muerte generaría desesperación en algunas personas"

A lo largo de su intervención, el doctor Manel Sánchez Pérez subrayó la relevancia de la espiritualidad como sustento frente al vértigo existencial que genera la conciencia de la muerte. Advirtió que, “si no fuera por esa intuición espiritual, mejor o peor argumentada, probablemente sería, o es de hecho en algunas personas, una idea generadora de desesperación”, pues, explicó, por más que uno quiera rebelarse contra esa evidencia, la finitud de la vida es ineludible. En este sentido, afirmó que las personas dedican enormes esfuerzos a conservar la vida o mejorar su calidad, pero que, en el fondo, “el miedo a esa incertidumbre que rodea el momento de dejar la vida es uno de los motores principales de la espiritualidad, y sobre todo de la religión, que es la que tiene mejor argumentadas, vamos a decirlo así, explicaciones para ese momento”.

Para ilustrar sus ideas, citó a autores de tradición religiosa, mística o existencial como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Agustín, Viktor Frankl, Irvin D. Yalom, Elisabeth Kübler-Ross o Pablo d'Ors, cuyas obras profundizan en el sentido espiritual del sufrimiento, la muerte y la esperanza.

Por su parte, el doctor Javier Olivera Pueyo destacó que el ser humano transita constantemente entre la salud y la enfermedad mental, y calificó como “magistral” la exposición de Sánchez sobre la relación entre espiritualidad y depresión, a la que describió como “un camino también de ida y vuelta”.

Javier Olivera y Manel Sánchez. Foto Myriam Martínez
Javier Olivera y Manel Sánchez. Foto Myriam Martínez

Sánchez señaló que la espiritualidad puede funcionar como escudo en contextos de depresión profunda, aunque advirtió que la pérdida de fe puede suponer un dolor abismal. Explicó que “las depresiones son las que tienen más vínculo con algunas experiencias como las místicas, por ejemplo, que pasan en su proceso por eso que se denominaba ‘la noche oscura’”, concepto que suele usarse popularmente como “un mal momento”, pero que en realidad remite a una de las fases más desgarradoras de la experiencia humana: aquella en la que todos los soportes desaparecen, las seguridades se esfuman y la persona queda expuesta a un abismo devastador. Ese abismo, afirmó, es con frecuencia el origen del mayor sufrimiento en quienes padecen depresión severa.

En la parte final de su intervención, Sánchez ofreció un mensaje esperanzador al recordar que incluso figuras consideradas como modelos de fe sólida vivieron profundas crisis. Mencionó el caso de la Madre Teresa de Calcuta, cuyas cartas personales revelan largos periodos de vacío, de silencio de Dios, de frialdad y desamparo espiritual. Una experiencia especialmente dura en alguien “absolutamente entregada a los más pobres y que murió así, entregada a todo el mundo durante toda su vida”, comentó.

Concluyó con una reflexión de gran calado teológico, citando a Santo Tomás de Aquino: “La gracia no anula la naturaleza”, para subrayar que la fragilidad humana, incluidas las dolencias físicas y mentales, no desaparece necesariamente con una vida espiritual intensa. “Uno puede tener enfermedades, y también enfermedades mentales”, concluyó, con un tono de aceptación serena y compasiva.

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El ciclo, que ha llegado a su fin, ha sido organizado por la por Fundación Ibercaja -sede de las conferencias- en colaboración con la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte de Huesca, perteneciente a la Universidad de Zaragoza, y ha contado también con la presencia de Antonio Bulbena Vilarrasa y Guillermo Lahera Forteza.

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