Monasterio del Pueyo, Somontano y Zaragoza

La historia de la llegada de los primeros vinos del Somontano, excepción hecha de Lalanne, a Zaragoza

Escritor y divulgador
09 de Octubre de 2022
Santuario del Pueyo

Como muy bien se explica en el  libro "Vino de siglos en el Somontano de Barbastro", coordinado por Alberto Sabio Alcutén, los primeros vinos embotellados de la Cooperativa del Somontano y antes de que se constituyese Bodega Pirineos, fueron el Camporocal, el Montesierra y, después, llegaría el Señorío de Lazán. Menos se nombra el Monasterio del Pueyo y que al comienzo y durante años, se presentaba en botella tipo "borgoña", dando así la imagen y el carácter de lo que en realidad presentaba. Un vino con mayor estructura, algo más robusto y muy sabroso.

Pero lo que no se ha contado es que el tinto Monasterio del Pueyo fue el primer vino del Somontano que se vendió en Zaragoza, al margen de Lalanne que ya por entonces tenía cierto predicamento. Resultó ser que el funcionario de Correos de Almudévar del que guardo un gran recuerdo, al igual que de su esposa, era el representante de la Cooperativa más allá de la ciudad de Huesca. Con mi familia dirigíamos una distribuidora que en aquellos años, mediados de los ochenta, comienzos de los noventa, comercializábamos, sobre todo, vinos de Rioja y, como mucho algún Ribera del Duero. Claro que también "cariñenas" y, en menor medida, entonces, Campo de Borja y menos Calatayud.

Cuando propuse incorporar un vino de Huesca, un vino de la desconocida zona llamada el Somontano, la idea sonó hasta rara. Pero se avanzó en la gestión y para comprar vinos del Somontano, y más concretamente de la Cooperativa, el gerente que era un buen profesional. me dijo que había que respetar al "distribuidor" de la zona y que este era el "cartero" de Almudévar. Algo, excepcional sin duda y que por razones obvias, por facturación y un largo etcétera había que tratarlo con su esposa. Y así que lo hice, de manera que las primeras botellas que llegaron de la Cooperativa del Somontano a Zaragoza lo hicieron vía Almudévar.

Y fue el tinto Monasterio del Pueyo el que gustó muchísimo y el primer y buen cliente fue el bar Cadilac en la calle José Pardo Sastrón y que sigue abierto en la actualidad. Desde luego que fue su calidad y la diferenciación que aportaba que fuera de Huesca, del Somontano, que aportaba un cierto exotismo, lo que influyó en el éxito de este tinto. Los clientes del Cadilac lo consumían abundantemente y lo solicitaban hasta con cierto orgullo y, porque no decirlo, con cierto sentido de modernidad y de exclusividad.

Sirvió como punta de lanza tanto  para los vinos de gama más sencilla como el citado Camporocal, y, más adelante para el Señorío de Lazán que marcó toda una época en su momento. Y años más tarde se produjo una situación igualmente curiosa o, cuando menos, peculiar. Y fue la siguiente. Al aprobarse la denominación de origen quedaron unos miles de botellas de Lazán que no se podían comercializar con la contra etiqueta de Somontano, pues se habían elaborado antes; es decir, se situaron un poco en el limbo. Y entre Jesús Astrain, ya para entonces enólogo de bodega Pirineos y que le tocó ejercer durante un tiempo de gerente, decidimos ponerle un precio especialmente alto pues ya se había convertido en un reserva, con más años de los que tenía el Señorío de Lazán que entonces se comercializaba. El precio fue de mil pesetas por botella. Nos las quitaron de las manos. La política de la escasez siempre ha funcionado.

Señorío de Lazán, Montesierra y Monasterio.

El Monasterio de Nuestra Señora de El Pueyo se encuentra a unos tres kilómetros de Barbastro en dirección a Huesca por la N-240. Se sitúa en lo alto de una colina, pudiendo contemplar desde allí una espléndida panorámica de la comarca de Somontano de Barbastro y los Pirineos centrales y orientales.

El enclave de El Pueyo está vinculado a la tradición religiosa de la zona. La leyenda dice que el pastor Balandrán apacentaba sus ovejas en el lugar, cuando apareció la Virgen sobre un almendro cargado de fruto para darle el mensaje de la fundación del santuario en aquel lugar. Corría el año 1101, año de la reconquista de Barbastro a los musulmanes.

La edificación de la iglesia actual comienza en el siglo XIV. La imagen de la Virgen que preside el templo es una réplica exacta de la talla gótica del siglo XV, desaparecida durante la Guerra Civil. Destaca en el conjunto el Camarín de la Virgen, cubierto por una cúpula decorada con pinturas del siglo XVIII que en un primer momento se atribuyeron a Francisco Bayeu. Con posterioridad se ha concretado la autoría de un pintor local, Diego Gutiérrez, llamado Dieguillo, coetáneo de Goya y Bayeu, pero de técnica mucho más academicista.

La biblioteca del monasterio destaca por atesorar volúmenes de incalculable valor, como un incunable editado en Basilea, joya medieval del que sólo quedan siete ejemplares en el mundo.

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