El 22 de noviembre de 2002, uno de los tres equipos de jurado nos dirigimos a un establecimiento de la ciudad. Era el I Concurso Huesca de Tapas, participaron ya 29 establecimientos con 87 elaboraciones. Cada uno de ellos, tres como fijaban las bases del concurso. Acudió un invitado, el concejal de Desarrollo, Javier Callau. La primera tapa se llamaba "Sorpresa..." Los puntos suspensivos corresponden al nombre del bar. Estaba sabrosa con un paté de anchoas en el centro de la elaboración, pero en el de Luis no había ese ingrediente, sino huevo y beicon. Preguntamos a la camarera y su respuesta fue convincente: "Esa es la sorpresa: te puede tocar paté de anchoas o no, te puede tocar huevo y beicon o no". Reímos con tono estentóreo y entendimos, cuando nos dirigíamos hacia otro destino gastronómico, que eso eran las tapas: la conciliación, con el ingrediente del humor, con las pequeñas alegrías.
Aunque al turismo se le atribuye la condición de industria de la felicidad, esta formulación es evidentemente una hipérbole, una exageración. Entender que, por disfrutar un buen plato o apreciar un bonito paisaje, ya somos felices (esto es, en plenitud física y espiritual) tiene su punto de engaño. El lenguaje nos ofrece instrumentos, en forma de vocablos, para la precisión, para sentirnos coherentes con nosotros mismos. Por eso, Pearl S. Buck, premio Nobel de Literatura, sostuvo que a veces dejamos pasar por alto pequeñas alegrías porque estamos centrados en buscar la gran felicidad.
Esa es, en realidad, la oferta de estos días bajo la denominación del Certamen de Primavera Tapas de 10. Tapa + bebida + sonrisa= 3,75 euros, el ticket de un bocado de alegría. Se puede ir hasta los 5 euros, aunque también es cierto que la carestía o no de cualquier producto depende de la comparativa con la calidad y con una ecuación de intangibles que sí cotiza en nuestro ánimo: placer, sorpresa y experiencia. Tan intangibles son que las formulaciones son inabarcables: lo mismo nos puede emocionar porque nos monta en el tren del viaje al pasado de las cocinas de nuestras madres o abuelas que nos puede abducir por la vanguardia exultante en la que nada es lo que parece.
Todo esto lo encontramos hasta el día 24 incluido en los cuarenta establecimientos de la provincia de Huesca que participan en la cita. Es la gran exhibición de la diversidad gastronómica, entre los veteranos y los nuevos, entre los vanguardistas y los tradicionales, con una única certeza: la verdadera división es entre las buenas y las malas tapas. Y tengamos la convicción de que las primeras se impondrán sobre las segundas. Sobre el precio, cada cual tiene su opinión. Sobre la alegría, no hay dudas. Piensen en la tapa "Sorpresa..." ¿El pájaro canta porque está alegre o está alegre porque canta?" Sea cual sea la respuesta, les toque paté de anchoas o huevo, rían. A carcajadas, que libera más.