La II Muestra de Cine Etnográfico Altoaragonés baja el telón este jueves con la proyección de Los Pirineos Enmascarados, el más reciente documental de Domingo Moreno (2025), una obra que se adentra en los rituales invernales del carnaval que aún perviven en diversos valles de la cordillera pirenaica. La proyección se llevará a cabo a las 22:00 horas en la sede del Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA).
Narrado en castellano, euskera, catalán y francés, el filme transita por Aragón, Navarra, Andorra, el País Vasco francés y el Rosellón, mostrando cómo estas expresiones festivas, cargadas de símbolos, máscaras y tradiciones arcaicas, continúan formando parte del latido cultural de muchos pueblos. Moreno estará acompañado por Luisa Latorre, montadora, diseñadora gráfica y coautora del guion, e Isabel García, codirectora de la muestra.
Los Pirineos Enmascarados constituye una versión abreviada de un proyecto más amplio: La montaña enmascarada, un largometraje aún no estrenado. "Presentamos una versión corta, más autónoma. También existe una adaptación televisiva para la cadena pública francesa, titulada Les Pyrénées Masquées, que se ha emitido en Francia y en varias televisiones internacionales", apunta Moreno.
El director remarca que uno de los mayores retos de esta cinta fue el montaje. "Había que construir una narrativa coherente a partir de materiales rodados en contextos muy diversos, con lenguajes propios que, sin embargo, dialogaban entre sí. Fue casi un trabajo de arqueología audiovisual".

Asimismo, destaca el papel del fuego como elemento articulador en numerosas mascaradas. "En ciertos rituales, las llamas se convierten en un personaje más, como si encendieran algo ancestral en quienes participan".
Frente a las concepciones convencionales del carnaval, el documental propone una mirada más profunda. "Estamos habituados a asociarlo con el exceso y la algarabía, pero aquí aflora una memoria antigua, una pedagogía del cuerpo y del silencio que se transmite mediante el rito", señala el realizador.
Durante todo el metraje, el enfoque se mantiene como un testigo silente. "No queríamos intervenir. Por eso, en algunos pasajes, la cámara simplemente observa, respeta los tiempos litúrgicos y deja que los sonidos hablen por sí mismos. Esa decisión estética era también ética".
El proceso de rodaje se extendió a lo largo de varios años. "Fue un viaje dilatado en el tiempo. Muchos carnavales coinciden en fechas fijas, lo que nos obligó a recorrer pueblo por pueblo, con paciencia y atendiendo al calendario local", explica.
"Hay carnavales con un lenguaje propio, difícil de descifrar"
Uno de los desafíos logísticos más complejos fue abordar estas celebraciones desde una perspectiva transfronteriza. "Queríamos documentar los rituales de invierno en localidades de ambas vertientes pirenaicas, desde el Rosellón catalán-francés hasta el País Vasco francés. En total visitamos más de veinte enclaves, muchos de ellos pequeñas aldeas donde el carnaval conserva un lenguaje propio, difícil de descifrar desde fuera".
Moreno rememora el caso del Vallespir, donde subsisten tres carnavales centrados en la figura del oso. "En Prats-de-Mollo, Arles-sur-Tech o Saint-Laurent-de-Cerdans, se celebran rituales de gran potencia simbólica. Allí, uno siente que el mito permanece vivo".

EL ORIGEN
El origen de este proyecto se remonta a comienzos de siglo. "En 2001 y 2002 empecé a grabar en Bielsa y Lantz. De ahí nació mi interés por la iconografía festiva: gigantes, dragones, cabezudos… Eso me llevó a comisariar en 2008 la exposición La danza de los diferentes, con nueve piezas audiovisuales", recuerda.
Hacia 2016, Moreno decidió retomar el tema desde un enfoque más profundo. "Sentí que era momento de dialogar con antropólogos, visitar territorios que aún no conocía" y consolidar un proyecto de mayor calado.
El rodaje principal se concentró en unos pocos años, coincidiendo con los momentos álgidos del calendario. "En una misma temporada podía documentar dos o tres carnavales, gracias a los contactos que ya había establecido", comenta.
"La película es un impulso por descubrir qué se esconde tras las máscaras"
Entre los carnavales aragoneses incluidos destacan los de Torla, San Juan de Plan y Bielsa, que se suman a una extensa lista de poblaciones en ambas vertientes pirenaicas. "No es un retrato de una única fiesta o comarca. Es un recorrido transversal por el carnaval como fenómeno vivo y en constante mutación", apunta el director.
"Con los materiales rodados en muchos carnavales, como los de Bielsa, Lanz, La Mascarada Suletina o Les Fêtes de L’Ours de Vallespir, podríamos haber realizado seis o siete documentales distintos”, añade.
La tarea de edición fue, en sus palabras, monumental. "Es de esos proyectos en los que haces una sola película, pero podrías construir un archivo entero -insiste-. No obstante, lo esencial era mantener la unidad del viaje, ese impulso por descubrir qué se esconde tras las máscaras".
El interés de Moreno por la ritualidad y el simbolismo viene de lejos, y se ha plasmado en diversos documentales previos. "Me interesaba especialmente la mascarada suletina, de la que apenas existía documentación. También el trabajo con archivos fotográficos y cinematográficos ha sido fundamental, incluso en mis obras más cercanas a la ficción", explica.
El impulso original fue, sobre todo, un deseo de recorrer el territorio en un momento del año muy singular. "La idea de viajar por los Pirineos durante el carnaval, en pleno invierno, ofrecía una forma distinta de entrar en contacto con el ritmo profundo de los pueblos".

MUCHAS SIMILITUDES
Ya en el terreno, el documentalista constató similitudes notables, pero también divergencias sorprendentes. "En todos hay danzas. A veces, melodías similares se bailan en regiones muy distantes, con significados que varían, pero con pasos casi idénticos".
Figuras simbólicas como el oso actúan como nexo entre culturas. "El oso está en Bielsa, en el Vallespir, en los carnavales de Ituren y Zubieta, incluso en Aurtitz. Es un tótem recurrente, aunque su sentido cambia según el lugar. Eso es lo fascinante: el carnaval pirenaico comparte una alma común, pero nunca se repite".
"El oso es un tótem recurrente, aunque su sentido cambia según el lugar"
No todo lo filmado se incorporó al montaje definitivo. "Documentamos algunas fiestas que no incluimos por falta de densidad simbólica o escénica. A veces sucede: llegas con expectativas, pero no encuentras lo que buscabas".
Una línea desarrollada en ambas versiones del documental es la de los carnavales rescatados. "En sitios como Torla, el carnaval, que gira en torno a un juicio público cargado de sátira y crítica social, se ha reconstruido con gran esmero".
Ese componente también aparece en Ordino y Encamp (Andorra), donde se escenifican juicios que mezclan ironía, crítica local y referencias internacionales. "Algo similar ocurre en Zubieta, donde la crítica se ritualiza mediante personajes carnavalescos".
El fuego ocupa un lugar central en muchos de estos actos. "Las danzas en torno a la hoguera, la quema de peleles o figuras simbólicas representan el tránsito entre estaciones, el cierre de un ciclo y la purificación colectiva".
También son frecuentes personajes que atraviesan fronteras y se reencarnan en distintos contextos. "Figuras híbridas como los zaldikos, la Monaca en Vallespir o el Amontato de Bielsa son ejemplos de cómo lo ancestral sobrevive, aunque cambie de rostro".
En cuanto al trasfondo antropológico, Moreno evoca una tesis sugerente. "Hay una corriente, sobre todo en la antropología francesa, que concibe el carnaval como una forma arcaica de religiosidad montañesa, una suerte de ‘religión carnavalesca’ ligada a la regeneración estacional y a la catarsis colectiva".
Frente a teorías que atribuyen al carnaval raíces romanas, Moreno discrepa. "En el Pirineo no creo que esas influencias sean tan relevantes. Lo que sí es palpable es una memoria muy antigua, transmitida por músicas, danzas y personajes que siguen vivos".
PASADO Y PRESENTE
Ese legado se manifiesta incluso entre las generaciones más jóvenes. "Hay quien vive a miles de kilómetros y regresa cada año sólo para encarnar su personaje en la fiesta. Recuerdo el caso de un joven ingeniero que venía desde Australia para participar en el carnaval del pueblo navarro de Unanu".
"Ciertos elementos del pasado siguen activos, aunque su significado se transforme"
Ese vínculo entre pasado y presente es una de las claves del documental. "Mostramos cómo ciertos elementos del pasado siguen activos, aunque su significado se transforme. Un caso fascinante es el del baile de la osa en Encamp, donde una canción de origen medieval y tono erótico ha pasado a ser el himno de los segadores".
El director también rinde homenaje a la antropóloga Josefina Roma, pionera en el estudio de los carnavales pirenaicos. "Roma hablaba de figuras con una función casi sacerdotal como las trangas de Bielsa o el personaje del oso, que simboliza, al mismo tiempo, una amenaza y una raíz ancestral. En algunos lugares se le afeita y se le decapita: debajo aparece el hombre. Es un rito de transformación".
Moreno concluye con una reflexión que expande el marco geográfico. "No se trata solo de un fenómeno pirenaico, sino europeo. El mito de Juan el Oso se encuentra en muchas culturas montañesas. Estos carnavales forman parte de un imaginario simbólico común que aún se resiste a desaparecer".