¿Por qué era importante que Miguel Loureiro permaneciera en el Huesca tras los cantos de sirena gijoneses? Exactamente por lo que ha acaecido hace unos minutos. ¿Por el gol? No, por continuar con una lesión cuyo alcance Dios dirá, fea en las imágenes, y tener los arrestos de irse a por el balón en el único saque de esquina del Huesca en los noventa minutos. Y hacer guá. Abstrayéndolo, para explicarlo en román paladino, porque ha sabido anteponer la voluntad de servicio al dolor. Y eso, en fútbol y en la vida, representa un valor que es propio de las personas inteligentes: acudir hasta donde está el objetivo aunque la victoria sea pírrica, aunque te dejes incluso la salud.
A la espera de la o las incorporaciones, éste es el equipo que vamos a ver. Lo sabe hasta la Dama de Elche. Lo bendice San Lorenzo. El éxito de las empresas que merecen la pena radica en la capacidad de adecuar los resultados y las expectativas a los recursos. Los que tenemos, los que nos han dejado, son éstos. Y con éstos hay que ir a muerte, hasta el final, como siempre ha sido, porque existe un bien superior, una misión que hay que cumplir. Y tenemos, además, un gran general, Hidalgo, y unos hombres perfectamente identificados con la camiseta que lucen. Lejos quedan aquellos tiempos en los que, en pleno desmadre, nos permitíamos pagar un millón de euros por un gol, más caro que los de Cristiano Ronaldo o Messi. Esta es una economía de supervivencia y precisamos de jugadores conscientes de que se espera de ellos más estajanovismo que filigranas. Más disciplina que virtuosismo. Eso sí, sin amilanarse, sin ser conservadores, convirtiendo el arrojo en el principal activo. Y, así, buscar el mejor botín.
Mientras aguardamos a que el equipo se ensamble y a la posibilidad de que llegue algún refuerzo más, que no van a ser la panacea pero todo mejora, aquí están, y estos son, los atributos del Huesca. Jugar sin balón para marcar con balón. Acompañar a la rana a lo largo del trayecto para, en el momento en el que parezca más confiada, soltar la mordedura letal. La fábula del escorpión precedida del trabajo para alcanzar la orilla y buscar el transporte hacia la victoria. Y ahí tendrá que ser hoy Loureiro, mañana Pulido, al otro Sielva, Enrich o Gerard, los que vayan dosificándonos las alegrías en este año fundamental para la supervivencia. Ahora, el viernes ante el Depor, es el momento de la afición. No les dejaremos solos, porque si estos tipos corajudos no reblan, nosotros menos.