Pensamientos obsesivos: "Uno nunca se va a curar de ser uno mismo, pero sí puede aprender a manejarlo"

Esther Pérez, Daniel Pérez y Javier Olivera hablan de los TOC y los TCA y dan algunas pautas de prevención y manejo

13 de Noviembre de 2025
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Esther Pérez, Javier Olivera y Daniel Pérez. Foto Myriam Martínez
Esther Pérez, Javier Olivera y Daniel Pérez. Foto Myriam Martínez

Los pensamientos obsesivos “van a nuestra línea de flotación” y generan un sufrimiento constante que invade cada acción: levantarse, ducharse, vestirse o comer se convierte en una batalla diaria. Este dolor invisible se amplifica cuando los síntomas se ignoran y el tratamiento se retrasa años, empeorando el pronóstico. La detección temprana, la intervención inmediata y el apoyo conjunto de familia y profesionales son claves para que los pacientes puedan manejar sus obsesiones y reducir el sufrimiento.

Con la charla “Las ideas obsesivas, ¿en la mente o en el cuerpo?” ha culminado esta semana el ciclo Debates de otoño en salud mental y emocional, organizado por Javier Olivera Pueyo, jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital San Jorge de Huesca y co-responsable del programa de psicogeriatría del mismo centro.

Le acompañaron en esta ocasión el psiquiatra Daniel Pérez Tausía, del Hospital Provincial Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza y experto en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), y la psicóloga y psicoterapeuta Esther Pérez Pérez, divulgadora especializada en Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC).

Daniel Pérez. Foto Myriam Martínez
Daniel Pérez. Foto Myriam Martínez

La directora del centro, Alexia Serrano, dio la bienvenida, mientras Olivera presentó a los profesionales y moderó la mesa redonda posterior, en la que los invitados respondieron a las preguntas del público. 

Durante el diálogo se abordaron temas como la autoexigencia y la culpa, ejes comunes entre los trastornos obsesivos y las conductas alimentarias. Esther Pérez aclaró que existen “muchos mitos” sobre los conceptos de "obsesión y una compulsión”.

La psicóloga propuso un ejercicio práctico, para experimentar la sensación de incomodidad y la respuesta física ante una idea desagradable. “Aunque sepamos que hay algo que no nos afecta directamente, que es ver unos piojos en la cabeza de otra persona, eso se refleja en sensaciones, en malestar y en una conducta que sería la necesidad de rascarme para aliviar”, explicó. Según resumió, se trataba de “demostrar cómo lo obsesivo y lo compulsivo se retroalimentan”.

Posteriormente, Pérez propuso al público un ejercicio con el pensamiento mágico, para exponer que la culpa, el miedo, o la angustia es el caldo de cultivo desde el que se genera una obsesión. "Por evitar esa culpa, esa angustia, voy haciendo compulsiones y eso es lo que acelerará que siga estando obsesionada”.

Esther Pérez. Foto Myriam Martínez
Esther Pérez. Foto Myriam Martínez

La psicóloga recordó que este tipo de pensamientos “siempre tiene que estar ligado a algo que sea importante para nosotros” y mencionó un ejercicio ideado por Salkovsky, que consistía en escribir el deseo de que a una persona muy querida le ocurra algo negativo. “Ahí incluso la mente más racional alberga esa duda, y este mecanismo de duda y de incertidumbre insoportable, puede parecerse a lo que experimenta las personas con trastorno obsesivo compulsivo”.

En su intervención, Daniel Pérez Tausía abordó el impacto de las obsesiones en los TCA, especialmente en mujeres jóvenes, donde “la obsesión se focaliza en un cuerpo deseado, que es también como una especie de utopía”. 

El psiquiatra Daniel Pérez explicó que la aparición de un TCA requiere un componente caracterial -de personalidad-, refiriéndose específicamente a la obsesividad y al carácter de la persona. Añadió que, además de estos rasgos, existen factores externos que actúan como precipitantes y aceleradores del trastorno.

Pérez ejemplificó cómo acontecimientos extraordinarios pueden acelerar su desarrollo. Durante la pandemia, lo que normalmente se consolidaría en cuatro años pudo manifestarse en apenas dos meses. “Llega un trauma y lo que se podría haber desarrollado en cuatro años se construye en una semana”, explicó. Señaló que la mente humana tiende a simplificar, un mecanismo que, aunque doloroso, es común a todos, no solo a quienes padecen TCA.

El especialista describió el sufrimiento cotidiano de los pacientes y la falta de comprensión familiar que suelen experimentar. Subrayó que muchos familiares creen que el trastorno se limita a los horarios de comida, cuando en realidad afecta todos los aspectos de la vida diaria. “Me toca desmontar a los familiares que piensan que esto es muy sencillo, que la hora de comer y la hora de cenar es un campo de batalla, pero todo lo demás está bien, está sano. No es verdad, no es verdad. Ojalá fuera simplemente así”, afirmó.

Daniel Pérez, Esther Pérez, Javier Olivera y Alexia Serrano. Foto Myriam Martínez
Daniel Pérez, Esther Pérez, Javier Olivera y Alexia Serrano. Foto Myriam Martínez

Pérez recalcó que incluso las tareas más básicas se convierten en desafíos constantes. “Es que levantarte duele, ducharte duele, vestirte duele, salir a la calle duele, compararte constantemente duele. Cada acción supone una batalla, y no realizarla también duele. Te lo vas a castigar, no hay salvación, y aún no hemos llegado a la hora de comer”.

Daniel Pérez señaló que la mente humana tiende a simplificar, y que en las personas con TCA ese mecanismo se vuelve especialmente rígido. Explicó que “la cabeza de todos los humanos simplifica, y de una forma muy clara en las pacientes con TCA: lo que duele va al cajón de ‘está mal’; lo que tranquiliza, al de ‘está bien’. ¿Te duele comer? Si puedes comer, está mal. ¿Te tranquiliza vomitar? Si puedes vomitar, está bien”. Según resumió, esa lógica conduce a una visión de la vida donde “no hay nada que discutir. La vida es muy simple. Duele comer, no se come. Tranquiliza vomitar, vomita todo lo que puedas”.

El psiquiatra advirtió que esta dinámica mental no solo afecta a quien la padece, sino también a su entorno. “Eso salpica a los de al lado. Lo explicaba muy bien Esther: la enfermedad no la tiene el paciente; el paciente tiene el diagnóstico. La enfermedad impacta al paciente, a la familia, a lo laboral y a lo social”.

Pérez insistió en la necesidad de observar tanto los síntomas visibles como los vacíos que deja la enfermedad, aquello “que empobrece”. Concluyó que “el TOC, el TCA, la depresión, cualquier enfermedad mental empobrece muchísimo. TCA sin vida social, sin vida o con cada vez menos vida familiar, sentimental, laboral o de proyectos e ilusiones. Y entonces ya no estás vivo, estás no vivo, o estás con un pie aquí y otro allá. Para estar así, es tranquilizador pensar en morir”.

Javier Olivera, Esther Pérez y Daniel Pérez. Foto Myriam Martínez
Javier Olivera, Esther Pérez y Daniel Pérez, en la biblioteca de la Fundación Ibrcaja. Foto Myriam Martínez

PREVENCIÓN

El TOC tiene tratamiento y también prevención. Raquel Pérez explicó que existen indicadores que permiten detectar el trastorno a tiempo. “Afortunadamente vivimos en una época donde nos podemos informar”, señaló, y recordó la importancia de acudir siempre a fuentes fiables, evitando información en redes sociales sin respaldo científico.

La intervención temprana es clave. Destacó que en el TOC está aprobada la exposición con prevención de respuesta, una técnica efectiva. Lamentó que muchas personas acceden al tratamiento entre 10 y 15 años después de mostrar los síntomas, lo que empeora el pronóstico.

El mensaje esencial: actuar cuanto antes. “Cuanto antes, mejor. Ante la duda, prefiero que sea un no y que haya sido para nada, que te lo van a decir muy rápido”, afirmó Pérez.

ACTUACIÓN TEMPRANA

La detección precoz y la actuación temprana son esenciales. Daniel Pérez recordó que los TCA no se curan con fármacos, aunque el tratamiento médico puede ayudar significativamente. “Menos mal que existen los fármacos. Están para lo que están”, afirma, explicando que hay medicamentos antiobsesivos y antidepresivos poco limitantes que ayudan a regular el sueño y la ansiedad. “Dormir mal no es ninguna tontería. Al día siguiente estás más cansado y los pensamientos se aceleran”, señala.

El trabajo personal sigue siendo imprescindible. “El fármaco puede ayudarte a obsesionarte menos o a dormir mejor, pero lo que provoca ansiedad no lo va a cambiar ningún fármaco. Eso nos toca trabajarlo a nosotros”, subrayó.

Avanzar despacio también es avanzar. El especialista defiende bajar expectativas y medir las velocidades del proceso, tanto en pacientes como en familias. “Esto no se construyó en un día y no se va a solucionar en un día tampoco. Dos pasos para adelante y uno para atrás también es avanzar”, explicó.

Validar pequeños logros y acompañar el proceso es clave. Daniel Pérez recordó que el tratamiento requiere la implicación de todos: “Hay que validar los pequeños logros. Uno nunca se va a curar de ser uno mismo, pero sí puede aprender a manejarlo”.

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Subrayó también la necesidad de mediadores o contenedores emocionales: “A veces hay males que sin gusto se los come la paciente o el terapeuta, pero es más práctico que el malo sea uno, porque perfecto no somos ninguno”.

Estar a disposición y acompañar a los pacientes es fundamental. Javier Olivera apuntó que, aunque no se puede dejar de ser uno mismo, sí es posible sufrir menos con los síntomas. “Es un poco el mensaje”, afirmó al cerrar la sesión.

Daniel Pérez puntualizó que, a diferencia del mensaje común de internet de “tienes que ser tú mismo”, durante los momentos difíciles o bajones se puede aprender a ser menos uno con los síntomas, mientras que en otros aspectos de la vida se mantiene la autenticidad.

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