"Gente que tan solo pide
Vivir su vida, sin más mentiras y en paz"
Jarcha. Libertad sin ira
Justo después de salir de la actuación de Estirpe de Aragonia en el Parque Miguel Servet, recibo un mensaje de un muy buen amigo mío que apela a los incidentes en la Plaza de la Catedral y con una bandera en la de toros, ambos con el presidente del Gobierno en el foco del insulto. Empieza el mensaje asegurando que no es la Huesca que conoció, desea y quiere. Le replico que "eso no es Huesca ni son las fiestas, igual que cuando el año pasado llamaron a la alcaldesa hija de puta la mañana del 10 y nadie se escandalizó. Yo voy por las calles y veo gente normal disfrutando de las fiestas. Así de sencillo".
Desde algunos medios acreditadamente capaces de moldear la realidad hasta la caricatura y algún otro que ejerce la barbarie de la generalización, se ha venido a aprovechar dos episodios concretos de las Fiestas de San Lorenzo para extraer beneficio periodístico. Hoy, queridos lectores, se trabaja para Google aunque esto implique una falta de respeto a las audiencias, hasta el punto de buscar la confusión. El primero fue en el cohete -terrible la retransmisión pública aragonesa llamándole impunemente "chupinazo"-, cuando un cántico desafortunado pero muy extendido en puntos de España provocó una torpísima reacción del consejero de turno. La reacción de la alcaldesa es, como mínimo, interpretable, y no sólo porque lo diga Grok. El segundo, el lanzamiento de una bandera que paseó un torero según él al no haberse percatado de la leyenda entre el rojo y el gualda.
Inferir de estas dos actuaciones que las fiestas de Huesca constituyen la expresión de una caterva de cavernícolas no sólo es una invectiva de obvia falsedad, más grave por la acre pretensión de convertir la realidad en prejuicio con lo que de inmoralidad contiene y por la imagen que aporta a una ciudad inmensamente tranquila, incluso mansa salvo en fiestas por el alborozo. El desconocimiento es la base de esa condena de quienes no profundizan, en algunos casos alentada por gentes propias entre las que se hallan las ideologizadas hasta la extremidad y aquellas que durante años de copiosidad bebieron -hasta emborracharse- del pecunio público a golpe de expansión del odio, con buenos puestos y malos modos y usos.
Voy a explicar, a quien me quiera leer, mi tranquilo San Lorenzo fruto de la edad y la profesión. He escuchado en plenitud el Triduo en Honor al santo con la palabra de verdad de los tres obispos -Pérez Pueyo, Satué Huerto y Aguado Cuesta-, a las Completas y a la Misa Pontifical. En todas estas solemnidades, que son parte nuclear de nuestras fiestas y base de nuestra feliz convivencia, miles de oscenses han escuchado un discurso mucho más social del que son capaces los críticos, recordando el martirio que sufrió el Santo por defender los tesoros de la Iglesia que son los pobres. Y, como explicó nuestro obispo, por poner en valor a las buenas personas. Por cierto, al final de cada una de las ceremonias, ha sonado el hermosísimo e inspirador Himno de San Lorenzo creado por José María Lacasa, gran alcalde que fue y hoy erradicado del callejero por una ley sin matices.
Seguí con intensidad la mañana del día 9, donde el europeísmo y la convivencia centró el hermanamiento de Huesca con Tarbes, alumbrado, por cierto, por Mariano Ponz Piedrafita, gran alcalde que fue y hoy erradicado del callejero por una ley sin matices. Un gran regidor que nos dejó, entre otras realizaciones, el Embalse de Vadiello para nutrir de agua nuestras casas y lanzar desde los balcones el refresco en la cabalgata posterior. En la Casa Consistorial, lucían las mairalesas, figura democratizadora creada en 1970 (cuando algunos debían ser ya rebeldes pero dentro de sus cómodos hogares) por Emilio Miravé, gran alcalde que fue y hoy erradicado del callejero por una ley sin matices... ni afán de conciliación. Unas horas antes, la Alegría Laurentina había saludado al santo en nombre de toda las peñas... concebidas por el mismo Emilio Miravé (aplíquese la misma retahíla).
La histórica actuación de los Danzantes en el Santuario de Loreto llevó a un sacrificio de más de 40 grados al sol a cientos de oscenses, que en su integridad y su concentración sólo pensaban en aplaudir a sus héroes y honrar al santo. Ni crápulas ni reaccionarios ni nada por el estilo.
Y las noches (para mí a partir de las 21 horas lo son) las he dedicado a la jota, hasta ahora con Elenco y Estirpe de Aragonia. Todas, absolutamente todas las piezas interpretadas son de una moralidad intachable, de una elevación inalcanzable para los cretinos generalizadores y para los aprovechados que en la hoguera de las redes vierten todas sus miserias.
Los hechos son los hechos y lo acaecido el mediodía del 9 (que cada cual haga sus interpretaciones sobre el cántico, su idoneidad, su extensión y su oportunidad) y en la Plaza de Toros no define a un pueblo cuyas fiestas son las mejores del mundo -para todos los oscenses entre los que me hallo-, y que no merece el martirio social ejercido por medios sin escrúpulos y aireados en esa legión de idiotas -Umberto Eco dixit- que pululan por los vehículos creados por la ingeniería social que beneficia a las élites mundiales. Y algunos tontos caen como felipones, mientras otros tienen la maldad insana e inserta en sus conductas.
Yerran quienes quieren estigmatizar a Huesca, aunque me inquieta por el mismo concepto que Mario Cipolla explicaba en Allegro ma non Troppo: la teoría de la estupidez es sumamente contagiosa y no conduce sino a la inanidad, a la indiferencia y hasta a la destrucción. En Huesca, se convive, y mucho, en libertad en unas fiestas que sólo se pueden disfrutar en su plenitud viviéndolas aquí, en el centro del universo laurentino, sin convencionalismos, con autenticidad y con anhelos sinceros de conocer cómo somos y qué damos, que es hospitalidad, afabilidad y la verdad laurentina. Doctrina social de respeto a las buenas personas como nos dejó impreso en nuestros genes el Santo Lorenzo. Los hechos criticados, por tanto, son aislados y como tales hay que dimensionarlos antes de enfangar con política lo que sólo obra en espacios cortesanos. Dicho lo cual, a los "malmetedores", como deseara Fernando Fernán Gómez, ¡a la mierda!
P.D.: "Dicen los viejos que hacemos
Lo que nos da la gana
Y no es posible que así pueda haber
Gobierno que gobierne nada"
Libertad sin ira. Jarcha.