Yolanda Sanagustín: “Una vida no te la llevas en cuatro ratos”

La vecina expresa la mezcla de angustia, desconcierto y desgaste emocional con la que está afrontando estos días

Nuria Sesma y Myriam Martínez
01 de Diciembre de 2025
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Yolanda Sanagustín, este lunes, en la plaza Santa Clara. Foto Myriam Martínez
Yolanda Sanagustín, este lunes, en la plaza Santa Clara. Foto Myriam Martínez

El desalojo urgente de los inmuebles de la plaza de Santa Clara ha dejado a decenas de familias en una situación incierta, marcada por el temor a perder sus hogares y por la espera de unos informes técnicos que todavía deben determinar si será posible estabilizar los edificios. Entre ellas se encuentra Yolanda Sanagustín, que ha expresado la mezcla de angustia, desconcierto y desgaste emocional con la que está afrontando estos días.

Sanagustín ha reconocido que su mayor urgencia es recuperar su casa, "que sé que es algo muy difícil”, un deseo que convive con el realismo con el que asume la evolución de los acontecimientos. Vive en el portal número 4 y posee dos viviendas, un punto donde las patologías estructurales se han manifestado con mayor gravedad. 

La tensión acumulada ha sido, describe, insoportable. "Mi marido no dormía y el día que nos desalojaron fue la primera noche que durmió en 20 días, por la tranquilidad de que sabe que no se le va a caer el techo encima”, una sensación que ella misma no había logrado asumir hasta el momento del desalojo. 

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En su voz se aprecia la fractura que ha supuesto este proceso. “Mi vida vuelve a empezar a partir de ahora otra vez”, afirma con desgarro, convencida de que difícilmente podrán regresar a las viviendas que han ocupado hasta ahora. Aun así, mantiene la esperanza de que, si el apuntalamiento ofrece seguridad mínima, puedan permitirles entrar de nuevo a sacar más los voluminosos que de momento permanecen en las casas.

Subraya que ningún desalojo exprés permite salvar lo que constituye la memoria de un hogar. “Una vida no te la llevas en cuatro ratos”, insiste. En un momento así, concluye, “es muy difícil elegir qué es imprescindible y qué no lo es”, una decisión que, para las familias afectadas, está cargada tanto de valor emocional como de la certeza de una pérdida que aún no ha terminado de medirse.

Mientras el Ayuntamiento mantiene operativa la atención social, la ventanilla única y el Cecopal, testimonios como el de Sanagustín permiten entender la dimensión humana de un episodio que ha sacudido el día a día del barrio y que mantiene en vilo a quienes, como ella, observan cómo su vida se ha quedado súbitamente al otro lado de un precinto.

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